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De nuestras Jornadas

La crisis del estado

L

a crisis que vive Guerrero tras los asesinatos de seis personas en Iguala y la desaparición de 43 normalistas, todos a manos de la policía municipal y por mandato de la delincuencia organizada, es, en realidad, un referente de lo que se vive en el país.

Algunos elementos (comunes a ambas administraciones y a varios gobiernos estatales y municipales) son la infiltración de la delincuencia en las estructuras políticas, los cuerpos de seguridad al servicio de criminales, omisiones de autoridades federales –Ejército, Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), Subsecretaría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (Seido)– en un combate real a las bandas delictivas; la ineficiencia administrativa y la insensibilización de las instituciones ante el dolor ajeno.

Es delicado lo que el gobernador Ángel Aguirre Rivero dijo del caso Iguala: que se había informado a la Secretaría de la Defensa Nacional, al Cisen y a la Procuraduría General de la República, de los presuntos nexos del edil de ese municipio, José Luis Abarca, con el crimen organizado, y no se hizo nada. Es grave también que un testigo haya declarado en marzo ante la Fiscalía estatal que vio a Abarca asesinar al luchador social Arturo Hernández Cardona, y no se le haya iniciado proceso.

Preocupa que en la Seido estén los datos de los vínculos familiares de Abarca con los jefes del cártel Guerreros Unidos y no se haya ni siquiera vigilado esa relación. La noche de los ataques, según testimonios de los sobrevivientes, los soldados acantonados en Iguala no los auxiliaron, sino los vejaron y los despojaron de sus celulares, justo en medio de las dos balaceras.

El gobierno estatal tiene algunas responsabilidades y el federal tiene muchas otras.

No es que uno u otro hayan ordenado la acción criminal. Pero no puede acusarse a uno y exonerar al otro. El caso Iguala ha unido a ambos estratos gubernamentales en un mismo destino. El gobierno federal debería mirar la crisis en Guerrero y darse cuenta que, en realidad esa crisis está en el espejo.