Todo indica que la tensión política se mantendrá hasta el día de la segunda vuelta
Las encuestas muestran que sigue el empate técnico; nadie se atreve a dar un pronóstico
Viernes 17 de octubre de 2014, p. 29
Río de Janeiro, 16 de octubre.
A nueve días del domingo 26, cuando 143 millones de electores deberán acudir a las urnas para decidir quién gobernará el país entre 2015 y 2019, el escenario se caracteriza por una tensión elevadísima y por una indefinición enigmática. Todo indica que la tensión seguirá en los niveles siderales ya alcanzados. Nadie se arriesga a prever cuándo, y en qué dirección, el escenario se hará menos indefinido.
Ayer hubo un nuevo debate entre el neoliberal Aécio Neves y la actual presidenta, Dilma Rousseff, que busca la relección. A ejemplo del debate del martes pasado, el enfrentamiento entre los dos empezó de manera extremamente dura y así se mantuvo hasta el final. De propuestas, casi nada.
Aécio, pese a lucir una agresiva prepotencia y esgrimir un sarcasmo salpicado, a cada tanto, de un machismo impertinente, trató de mostrarse como si estuviera altamente capacitado para sacar al país del atolladero hacia donde, dice él, fue llevado por 12 años de gobierno del PT.
Dilma Rousseff, a su vez, buscó mostrar convicciones firmes y siguió en la misma tónica de su campaña, trazando comparaciones entre las presidencias de su antecesor, Lula da Silva, la suya y las anteriores, del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, principal mentor del candidato neoliberal. Intentó imponer un tono firme y claro en sus intervenciones, pero ha sido igualmente muy dura y agresiva frente al adversario.
Resultado: el tono de Neves, irritante para el público en general, inadmisible (por la insolencia) para los electores de Rousseff, agradó inmensamente a la mayoría de su electorado, el de clase media y alta, concentrado principalmente en las regiones más ricas, escolarizadas y conservadoras del país.
Y la participación de la mandataria, inadmisible (por los ataques contundentes) para el electorado del adversario, sirvió para dar alivio y aliento a la inmensa mayoría de su seguidores.
Un análisis de los sondeos divulgados hasta ahora indica algunas tendencias, ninguna decisiva o preponderante.
Neves sigue dos puntos arriba de Rousseff, en un riguroso empate técnico. Para analistas más equilibrados es una situación preocupante para el adversario de la actual mandataria, pues luego de experimentar un crecimiento impetuoso quedó estancado.
Si se considera que estas dos semanas fueron de buenas noticias para Aécio Neves –apoyo de un sinnúmero de pequeños partidos, respaldo de Marina Silva y un largo etcétera–, y de muy malas noticias para Dilma Rousseff –nuevas revelaciones de escándalos de corrupción en su gobierno, inquietudes (algunas muy justificadas) por el escenario económico–, sería lógico y natural esperar que el candidato neoliberal hubiera librado varios cuerpos de ventaja sobre la adversaria.
Pero en lugar de verlo crecer en los sondeos, lo que se observó fue el aumento del rechazo a su candidatura (cuatro puntos), mientras disminuyó el porcentaje de los que declaran que bajo ninguna circunstancia votarían por Dilma (igualmente cuatro puntos). Ese es un dato importante en el electorado brasileño: el porcentaje de los que no admiten hipótesis alguna para votar por determinado candidato.
Para preocupar más a la campaña de Neves, pese a todas las denuncias ampliamente divulgadas por la prensa hegemónica y a la insistencia del contendiente en calificar de mentiras las conquistas alcanzadas, la aprobación del gobierno de la petista creció seis puntos.
En este conturbado escenario prevalece una cuestión que podrá ser decisiva: ¿por quién votarán las clases medias que son mayoría del electorado por primera vez en la historia?
A lo largo de los 12 años de gobiernos del PT, un grueso contingente de brasileños ingresó al mercado de consumo, constituyéndose en una nueva clase media, de baja extracción social.
Estudios demuestran que, cuando se dividen las clases medias en tres niveles, Aécio Neves obtiene 67 por ciento de los votos de los sectores altos. En la clase media intermedia, Rousseff obtiene 52 por ciento. Y en la baja clase media (la nueva), 53 por ciento.
En el extracto más rico, las posibilidades de crecimiento de Dilma son muy cercanas a cero. En la clase intermedia podrá eventualmente crecer dos o quizá tres puntos.
La gran incógnita está en la baja clase media, paradójicamente surgida en los gobiernos del PT. ¿Sabrán sus integrantes reconocer la raíz de su trayectoria, o tratarán de emular a las tradicionales clases medias? Quedan, por fin, los indecisos, y que a poco más de una semana de la contienda suman alrededor de 20 por ciento del electorado.
Es ese el segmento que decidirá el resultado final. Sociólogos y analistas políticos dicen que entre los indecisos o que declaran votar blanco o nulo, Dilma tiene potencial para captar 13 por ciento de los votos. Aécio Neves, 6 por ciento.
Sin embargo, nadie se arriesga a nada. Al fin y al cabo, la imprevisibilidad de la actual campaña quedó muy evidente y palpable en la primera vuelta, cuando los institutos de encuestas y sondeos se equivocaron de manera olímpica. Por lo tanto, sigue la tensión, y todo indica que así serán los días que nos separan del domingo 26.