Mapa a las estrellas
autivos del mal. El regreso de la joven Agatha Weiss (Mia Wasikowska), de Florida a California, para completar en Hollywood una faena de revancha y purificación doméstica iniciada siete años atrás con un incendio provocado, será la ocasión para exponer las miserias de una familia disfuncional y de paso la sordidez y rapacidad del medio artístico en la Meca del Cine. Un ajuste de cuentas por partida doble: con la institución familiar y su doble moral, y con la delirante industria hollywoodense. A lo señalado en los años 90 con acidez y desparpajo por el Robert Altman de El ejecutivo (The player), el canadiense David Cronenberg añade ahora en Mapa a las estrellas (Maps to the stars), un distintivo toque de perversidad.
Agatha lleva en el cuerpo las cicatrices de su arrebato pirómano a la manera de un trofeo, con la desafiante altivez de las heroínas de Extraños placeres (Crash) y se coloca al servicio de Havana Segrand (Julianne Moore), una neurótica actriz decadente, con el diestro cálculo de una Eve Harrington (Anne Baxter), en La malvada (All about Eve), de Joseph Mankiewicz. El propósito de venganza sobre sus padres, la pareja capaz de engendrar a una estrella adolescente de la pantalla, el muy precoz e insoportable actor de 13 años Benjie (Evan Bird), se prepara lentamente. Las cartas se confunden con malicia y las revelaciones perturbadoras llegan a cuentagotas. En el proceso el espectador va adentrándose en la patética feria de vanidades del mundo de Hollywood, como hace seis décadas lo hacía guiado por Vincent Minelli en la memorable cinta Cautivos del mal (The bad and the beautiful).
En ese mundo de simulaciones y apariencias, de mentiras y autoengaños, nada más natural que la aparición de fantasmas. Los protagonistas viven rodeados de ellos, y el asedio llega a ser para ellos inclemente. Como en la pantalla, las fronteras entre realidad y ficción se difuminan, y Havana Segrand, por un lado, y el tiránico Benji, por el otro, los ven irrumpir en sus existencias como siniestros recordatorios de la futilidad de sus empeños. Sólo Jerome Fontana (Robert Pattinson), chofer de una limusina y testigo privilegiado de esta hoguera de celebridades, parece estar al margen de esta sordidez y de este impulso autodestructivo de las estrellas.
El guión de esta inclemente radiografía hollywoodense es de Bruce Wagner, ensayista de la revista The New Yorker y autor de varias novelas sobre Hollywood y sus estrellas. Cronenberg se atiene aquí a refrendar sus obsesiones relacionadas con la sexualidad y la violencia, el extasis del triunfo y sus caídas espectaculares. Lo hace con la perversidad y solvencia acostumbradas, para deleite e irritación de sus seguidores y detractores más fieles.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. 12 y 18.15 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1