Abordan el trabajo de David Antón en el libro En los andamios..., presentado el lunes
todo es cosa del director, los demás somos esclavos
La escenografía sólo es una parte de la puesta en escena... pero si no es la adecuada arruina la obra, afirma el artista
Hace falta lo digital; sin embargo, no hay que olvidar los telones de papel y de tela
Miércoles 10 de diciembre de 2014, p. 8
David Antón es el escenógrafo de más de 600 obras de teatro, desde comedias sencillas hasta óperas y complicados musicales; es un creador que es tesoro vivo y estuvo en la presentación del libro En los andamios del teatro, el pasado lunes, que incluye sus bocetos y planos, con los cuales se muestra a los que quieren el teatro un trabajo sin par a lo largo de seis décadas.
En el Museo del Estanquillo, en Isabel la Católica y Madero, en la terraza y entre una que otra ráfaga de viento frío, Antón llegó abrigado y listo para hablar de un arte que lo apasiona y al que ha dado su vida: el teatro. Una cosa es ser parte de la historia y otra hacer la historia. Es hacedor de lo que ha sido el teatro mexicano de la segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días.
David Antón es llamado El príncipe del arte escenográfico por Rafael Solana. Es autor de escenografías para obras grandes, chicas, costosas, baratas, frívolas, profundas.
En el presídium estuvieron el escenógrafo José de Santiago y el anticuario Armando Pous. No pudo asistir el sociólogo Iván Restrepo, pero envió un texto que fue leído en el acto.
Contento y agradecido, dice
El maestro David expresó: “Quiero darles las gracias por estar aquí, en esta noche fría e invernal. Estoy muy contento y agradecido de que hayan venido. Estoy de acuerdo con todo lo que se dice de mí y de mi obra... una cantidad enorme de elogios. Quiero decirles que para mí la labor del escenógrafo es únicamente una parte de una obra de teatro o musical. Para mi gusto, en mi forma de ver, una obra de teatro depende de dos personas: el escritor y el director; éste debe manejar todo. De él depende que la obra no sólo sea buena, sino que se vea la actuación y la escenografía; tiene que organizar al violinista, a la niña que toca el arpa, el pianista... todo.
Todo es cosa del director y los demás sólo somos esclavos.
Y habló así, con modestia sincera, el más importante escenógrafo mexicano, de quien se presentó el séptimo libro de la colección Memoria y Creación editado por Escenología, con el apoyo del estímulo a la producción de libros del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Instituto Nacional de Bellas Artes.
Estudió pintura en La Esmeralda. “Me iba muy bien, mejor que como escenógrafo, pero me di cuenta de que no iba a aportar nada. Me dije: ¿por qué voy a seguir en esto si no voy a aportar nada? Y de repente me vi con amigos en el teatro y ya no salí de ahí. Esta es la realidad de mi carrera. De niño vivía en la calle de Mesones, con mis padres, desde luego, y la azotea de la casa daba hacia la parte posterior del teatro Abreu, que tenía una ventana. Yo subía para ver desde ahí.
Por mi carrera he tenido la oportunidad de conocer a lo más importante del teatro mexicano. He trabajado con todos los actores. Conozco a la gente más sencilla. He hecho de todo tipo de teatro. Celestino Gorostiza me pidió que hiciera la escenografía para dos carpas: una era para teatro clásico y otra para teatro mexicano. Fueron unas 30 escenografías para obras que se llevaron por toda la República.
Efímeros
El libro incluye los bocetos de vestuario diseñados por Antón, de buen gusto, finos en el detalle. En el texto de presentación, Édgar Ceballos escribió que la idea de publicar la obra se le ocurrió “cuando descubrí que las escenografías y los vestuarios, pese a que son corpóreos, son tan efímeros como el teatro mismo: no bien termina la temporada de una obra y desaparecen, y junto con ellos hasta los bocetos y los planos sobre los que se hicieron. Conservarlos para volverlos a utilizar parece imposible: su almacenaje resulta tan costoso que los productores prefieren desecharlos y reutilizar los materiales.
El INBA, caso inusual, suele conservar los de sus producciones de ópera. Pues bien, algunos años buena parte de lo conservado en sus bodegas fue destruido por un incendio. Así, por una razón o por otra, las grandes realizaciones visuales del teatro terminan perdiéndose y borrándose de la memoria colectiva. (...) David (Antón) nació en 1923 en San Francisco del Rincón, Guanajuato.
La presentación se tornó diálogo de amigos de una parte importante de la comunidad teatral. Miguel Sabido recordó cuando una vez Antón lo apoyó para salvar una puesta que no tenía escenografía. David acotó que entre teatreros es un gusto por y para la comunidad dramatúrgica hacer algo por los demás.
Antes se usaban telones y hoy eso y la multimedia. Antón opinó: “Yo pienso que todo es bienvenido, si todo es para bien de la obra, porque cada una tiene su requerimiento. Si hace falta lo digital y eso, muy bien hecho, qué bueno, pero nunca hay que olvidar todo lo que ha sido el teatro, los telones de papel, los de tela... todo hay que seguirlo utilizando.
Actualmente hay buenas producciones con mucho trabajo. El teatro es un espectáculo costoso. Yo tuve la suerte de trabajar con gente extraordinaria, de primera, como Juan Carlos Solórzano, otros del teatro comercial. Todas las épocas del teatro son buenas, pero lo importante es que el público vaya. El director más exigente con el que trabajé es José Luis Ibáñez... y José Solé también, quien sabe de todo. Si una escenografía no es la adecuada o no está al nivel arruina la obra; actúa contra la obra. Mis primeras escenografías las hice en 1952, o sea, hace 62 años.
Palabras de Iván Restrepo
En su mensaje Iván Restrepo afirmó: “El libro es un recorrido por la vida profesional de uno de los escenógrafos más importantes que ha tenido México. Está hecho con muy buen gusto editorial, con apenas un texto que sirve de presentación, porque lo importante es el recorrido visual por lo que David Antón ha hecho.
La producción de Antón semeja un estanquillo por la variedad de temas que aborda. Y al diseñar también el vestuario para algunas de ellas. Es una tarea que se inicia en 1952 y todavía continúa. Que incluye lo mismo obras de autores mexicanos que de Francia, Italia, España, Inglaterra, Estados Unidos o Alemania.
Clásico y moderno
Precisó: “Esa variedad de temas, característica del quehacer escenográfico de David, comprende lo clásico y lo moderno: de Maquiavelo, Calderón de la Barca y Shakespeare a Óscar Wilde, Jean Paul Sartre, Jorge Amado, Arthur Miller o Alejandro Jorodowsky; en los nacionales, de Wilberto Cantón y Federico S. Inclán a Juan Pablo Moncayo o Carlos Olmos, sin dejar de lado lo popular, como las obras en las que las protagonistas fueron doña María Victoria, doña Lucha Villa, don Enrique Alonso Cachirulo o doña Ninón Sevilla. Mención especial merecen sus escenografías para óperas como La Traviata, La Favorita, Rigoletto o La Bohemia, y musicales como Sugar y Mame.
“Quizá por no tener la costumbre de recurrir a padrinos que lo promuevan ni dedicar su tiempo a mover influencias, y por estar más que satisfecho con lo que hace, David Antón no ha recibido el Premio Nacional de Ciencias y Artes, para la que le sobran méritos.
“Si algo define su trabajo es su deseo de perfección y su buen gusto, cualidades que se dan también en su vida diaria, en su amistad. Algo que le viene de lejos. En varias de las cartas que el maestro Salvador Novo publicaba cada 15 días en la desaparecida revista Hoy, elogia precisamente esas cualidades a las que agrega su don de gentes. Refiere el autor, crítico y cronista la grata presencia de David en las comidas que ofrecía los domingos doña Dolores del Río en su casa de Coyoacán y a las que concurrían relevantes figuras de la cultura.
“Hay una muestra de ese buen gusto que distingue a David. Está en la carta que el maestro Novo publicó en febrero de 1964 y que me permito recordar.
“Convocados a una cena en honor del distinguido director y dramaturgo estadunidense Romney Brent, que dirigió algunas obras de Dolores, escribe Novo: ‘Llegamos al departamento de David en Polanco. Tomamos wisky (Dolores no, por supuesto; y yo poco, pues lo que el vino me da no es euforia, sino somnolencia), fumamos, conversamos, solícitamente atendidos por el anfitrión hasta que no se reunieron todos sus invitados y su robusto mesero sirvió el buffet.
“Confieso que, visualizándolo bohemio, subestimaba yo a David Antón como anfitrión. Temí que fuera a darnos antojitos mexicanos. Todo lo contrario: había un arroz perfecto –no demasiado blando–, unas pechugas con champiñones, un souffle y un pastel exquisito de crema chantilly. Todas estas delicias fueron del agrado de los presentes’.
Otras delicias son las que, durante tantas décadas, en cada puesta en escena, le ha ofrecido al público amante del teatro y la ópera nuestro admirado, querido y caballeroso David Antón.