Sábado 13 de diciembre de 2014, p. a14
La voz es una actitud, un gesto, la manera en la que cada uno mira el mundo, lo pronuncia y escucha al mismo tiempo.
La voz de Bebel Gilberto, así, tiene, entiende al mundo como una alegría, un estado de ánimo sonriente, un arcoíris cuyos colores bailan samba.
Su nuevo disco, tudo, despliega en 12 piezas un registro canoro de historias lindas, canciones de amor, espacios lúdicos, estancias amables. Un jolgorio.
La hija de Joao Gilberto, ese padre fundador de todo el movimiento bossa nova, y de Miucha, cantante de leyenda brasilera, Bebel la sobrina de Chico Buarque, porta en su voz el estandarte de una cultura que traspasa los confines.
Vive temporadas en Nueva York y en Río de Janeiro. Canta en inglés y de manera imperceptible ya está cantando en brasilero y cuando menos lo esperamos ya está cantando en francés.
Esa capacidad es uno de sus atributos aprendidos de Tom Jobim, quien en su versión de Aguas de marzo en inglés crea, no traduce, poesía.
Así Bebel: nunca pierde identidad. Si canta en inglés no compite contra, digamos por ejemplo una reina: Cassandra Wilson y si en francés contra Mireille Ma-thieu. Siempre es Bebel, cuando artista, aunque como ciudadana sea toda una brasiyorker.
La voz de Bebel Gilberto acaricia, tiende hamacas, nos hace sentir en casa. Apapacha.
Sin llegar a ser volcán, como lo es Gal Costa, Bebel se tiende en un arco colorido y siempre cálido.
Su aparente rango angosto es en realidad el Amazonas: uno alcanza a ver la otra orilla, pero si se tiende uno al nado, notará que la ribera no es cercana, nada, no, como entona en su divertido track 2: Nada Nao (que suena a: lávalo lávalo lávalo, jeje, del original: leva nao leva nao leva nao).
La docena de joyas que se engarzan en este álbum tiende a su vez un puente noble con su anterior disco, All in one, de hace cinco años: hondura vestida de ligereza, sonrisas aciduladas, atmósferas irresistibles. La nobleza de la entraña.
Un ejemplo de notable transculturación, traslación, hechura de una obra maestra nueva a partir de otra prexistente, es el quinto track: una versión bellísima de Harvest Moon, ese poema del maestro Neil Young.
Otra paráfrasis hermosa: el track 11, el mejor de todo el disco: un bossa clásico de clásicos: Vivo sonhando: el desamor volcado poesía, el rechazo del ser amado, el amor imposible, el desprecio, todo en una sonrisa (Vivo sonhando, sonhando mil horas sem fim/ Tempo em que vou preguntando se gostas de mim) y, siguiendo las enseñanzas del maestro Jobim, la canción suena en brasilero y enseguida en inglés, sin perder un ápice de poesía.
Bebel escribió y coescribió siete de las 12 piezas de este lindo disco. Su ilación transcurre tersa, hirsuta y envuelta en seda.
Por eso cuando canta en francés, no solamente escuchamos sino también vemos el color azul: Oh! Comment vous dire/ Tout est bleu/ Ca passe para l’azur de mes yeux (Oh, cómo decirte/ todo es azul/ y traspasa lo que hay de cielo en mis ojos).
No sobra sabrosura brasilera sobre la sombra umbría ni el hombro terso donde su voz rebota. Hay en su nuevo disco reflejos, ecos, rebotes, juegos y rejuegos de, por ejemplo, el delicioso track 11 de su álbum anterior: Chica Chica Bum Chic, muy a lo Sérgio Mendes pero también a lo Caetano Veloso, quien en su disco Abracaco (aquí va la liga de la reseña: http://goo.gl/gCcjnD) juguetea: tudo mega bum, giga bum, tera bum...)
Bebel, la bebé de Joao y Miucha y Chico Buarque, la ciudadana del mundo cuyo pasaporte está en su voz, sonrisa canora.
Su voz es el gesto de un ángel que iba pasando y sonrió.