ecesitamos más evidencias de que la conducción (así le dicen) del país va en sentido muy equivocado y perjudica a la mayoría de los mexicanos? Lo que gobierno, empresarios, intelectuales orgánicos y publicistas quieren vender como verdad imbatible hace agua por todos lados. Con un empecinamiento que sería absurdo si no resultara tan sospechoso, insisten en su modelo a todo meter. Basta revisar la insultante inserción de 16 páginas que el gobierno federal y los gobernadores priístas pagaron en el ultraderechista diario USA Today el 9 de diciembre. Pero el rotativo estadunidense no come lumbre y al calce apunta que el encarte “fue producido por USA Today”, pero éste no participó en su edición y no se hace responsable del contenido
. O sea, si la información miente, no es problema nuestro. A mí que me esculquen.
Con todo descaro, los anunciantes relanzan su producto, la marca México, como la economía más abierta del mundo, la que tiene más tratados de libre comercio: 45. Más del doble que Estados Unidos y China, casi seis veces más que Brasil. Sólo Colombia nos queda cerca con 42. Qué coincidencia. Si hablamos de la madre de todos los tratados, el de América del Norte, la asimetría es evidente: México se abre en canal, Estados Unidos y Canadá se reservan su proteccionismo a la antigüita.
En el colmo, mediante gráficas con colores patrios, el gobierno promueve nuestra mano de obra irresistiblemente barata, bajo el rubro costo de compensaciones en manufactura por empleado
: aquí, poco más de seis dólares por hora. ¿Taiwán? 10. ¿Corea? 20. ¿Alemania? 47 dólares. Además, somos el segundo país con menos papeleo para importar: cuatro documentos, nos gana Canadá con tres, mientras en Brasil son ocho, 10 en Rusia y 11 en India. Todo esto en el encarte citado, que se infla con artículos y anuncios de promoción descarada (Los servicios, petroleros listos
; Miles se benefician del crecimiento y el bienestar en Chiapas
; Veracruz es el paraíso). Usted extraiga.
Algo debía decirnos que las economías más abiertas, México y Colombia, compartan largas agonías cargadas de tragedia, brutalidad y codicia. La letra del catecismo neoliberal con sangre entra. En Colombia hay 3 millones de desplazados internos que la ACNUR no puede atender porque no han cruzado la frontera, y si bien la violencia se ha matizado, no se sabe por cuánto tiempo. En México la violencia delincuencial, represiva y hasta doméstica se dispara: feminicidios horripilantes, secuestros asesinos, vastos territorios sometidos a la ley
del crimen o las leyes nacionales de gendarmería y defensa.
Y ustedes dijeran la cosa marcha, las condiciones materiales mejoran, la economía es para nosotros tan venturosa como afirma el gobierno en sus publicidades indignas y despiadadas. ¿Es cosa de percepción? El dólar a 15 pesos, desempleo y despidos a la alza, los aguinaldos en veremos, el campo en decadencia sostenida, los labriegos despojados o despavoridos. Mientras, los gasolinazos nos hacen atractivos para Shell, Exxon y toda esa gente distinguida. Este, el México que mueve
la Enrique Peña Nieto Brand. Y otro récord: somos el país del mundo con más connacionales fuera de su territorio, unos 13 millones de refugiados económicos en Estados Unidos y Canadá, quienes de trabajar ajeno financian significativamente la economía del país que dejaron atrás, donde quedaron sus querencias, sus familias, las tortillas de masa fresca y los frijoles de la olla. Se fueron porque México no es el mejor lugar para los mexicanos.
Puede el gobierno gastar los millones que sean para lavarse la cara y las manos, y recordar
a los inversionistas que seguimos en ganga y más que dispuestos. Las leyes quedaron suavecitas, las ganancias están garantizadas. Pero la realidad de nuestro libre comercio es otra (véase en Ojarasca sobre las transformaciones neoliberales y el TLCAN).
México es objeto de un experimento económico brutal, como fue Chile durante la dictadura militar favorita de Henry Kissinger conducida por la escuela económica de Chicago, donde el liberalismo clavó el diente sin cortapisas y sentó las bases prácticas para la siguiente generación de conductores
del libre mercado capitalista, lo que llamamos neoliberalismo. El salinato instaló los dispositivos y marcó la pauta de los libres comercios y las privatizaciones por venir. Primero vendió nuestro dinero, luego nuestra soberanía. El resto se viene rematando a precios que hasta a los chinos les dan risa.
Por todo esto, el Estado es responsable de la violencia extendida, los desaparecidos y muertos de Ayotzinapa, la alta mortandad violenta, la pobreza; de este descontento que no le gusta ni comprende. La gente ya se dio cuenta y está indignada. En el mundo entero se grita por nosotros mientras el gobierno insiste en que ya no somos un país, sino un changarro.