La pena máxima es la obra más reciente del autor peruano, publicada por Alfaguara
La novela negra es una gran herramienta para abordar la realidad política, dice a La Jornada
Martes 16 de diciembre de 2014, p. 8
El género negro se convirtió, en los años 90, en la nueva novela política del mundo.
La realidad es incoherente, ambigua y la novela negra habla de eso: ni el detective es tan bueno ni el asesino es tan malo, por eso es una gran herramienta para abordar la realidad política
, afirma el narrador y periodista peruano Santiago Roncagliolo, en entrevista a propósito de su libro más reciente, La pena máxima (Alfaguara).
Muchos de los presidentes latinoamericanos que lideran el gran crecimiento económico actual son los subversivos de los viejos tiempos: José Mujica estaba preso, Dilma Rouseff montaba fusiles y Michelle Bachelet es hija de un militar reprimido; en cambio, en España el presidente, un señor de derecha de toda la vida y sin ninguna duda, empezó su gobierno nacionalizando un banco y subiendo los impuestos. Seguimos pensando que hay un lado que tiene todas las respuestas, pero no funciona así. Y la novela negra habla de eso.
Inocencia vs. cinismo
Santiago Roncangliolo (Lima, 1975), prosigue: Si quieres conocer Italia lees a Camilleri; si quieres leer sobre la crisis griega, a Petros Márkaris; si quieres leer sobre las zonas oscuras de Suecia, a Henning Mankell. En todo el mundo la novela negra se ha vuelto la novela política
.
En el libro, el personaje Félix Chacaltana es impulsado por las circunstancias a indagar la muerte de su amigo Joaquín Calvo en la Lima de finales de los años 70, mientras en Argentina se realizaba el Mundial de futbol.
Luego del asesinato de su amigo Joaquín, una especie de figura paterna, “Chacaltana quiere saber qué pasó y va descubriendo quién era en realidad y todo lo que no sabía de su amigo, pero también va convirtiéndose en él. Duerme en su departamento, fantasea con su amante, incluso empieza a ser una especie de hijo del padre de Joaquín y se está transformando en el amigo que admira y que considera es mucho mejor que él mismo.
“Chacaltana encarna la inocencia que todos tenemos y es importante preservar para no caer en el cinismo. Ahora estoy leyendo en la prensa lo que pasa en Guerrero; la vez anterior que vine habían tirado cadáveres en Veracruz; en Colombia y Perú he visto cosas terribles. Una parte de nosotros se pregunta cómo es posible que esto ocurra. Somos inocentes, pero cuando ya nos parece normal, cuando entendemos que no nos hemos vuelto mejores, sino cínicos, y ya no nos importa.
“Chacaltana encarna esa inocencia que todos necesitamos para no volvernos parte de los malos.
“Para mí, la paternidad es un tema obsesivo. De un modo u otro aparece en todos mis libros porque tu padre es el único modelo que tienes de cómo ser un hombre; lo que él haga mal es muy posible que tú lo hagas mal, y lo que él haga bien tú lo harás bien. Me he vuelto más sensible a eso porque ahora soy padre; soy hijo y padre. Todos perpetuamos un poco a quienes nos dieron la vida.
Chacaltana tuvo una relación muy conflictiva con su padre, quien muere en circunstancias muy violentas; desarrolló una relación obsesiva con la madre terrible y poderosa que controla toda su vida, y en esta novela llega a la adultez y tiene que ser un hombre, no solamente un jurista; tiene que aprender a ser, además, un amigo y perder la virginidad. En suma, tiene que perder la inocencia. Esta es una novela sobre la pérdida de la inocencia, política, futbolística incluso sexual.
El futbol es uno de los ejes en la novela. “Siempre me ha parecido que si vas a matar a alguien lo mejor es que lo hagas durante un partido, porque nadie va a estar mirando y a nadie le importa. Eso me interesa mucho: cómo el futbol es ese espectáculo masivo que hace que el mundo olvide todo lo demás. En el caso de Argentina 1978, la dictadura usó el Mundial para vender un país amable y perfecto, mientras torturaba, asesinaba y desaparecía personas”.
Destaca el paralelo de este deporte con la política: “Más o menos lo que ha ocurrido con América Latina, donde la mayor parte se creyó en el sueño socialdemócrata de Salvador Allende, como Perú, y acabó con las crisis económicas brutales de los años 80; creyó en el sueño guerrillero y acabamos con Sendero Luminoso y una guerra donde murieron 70 mil personas; decidimos ser liberales y acabamos en la dictadura de Fujimori. Es el mismo proceso que con el futbol: empezamos diciendo ahora sí es la buena y siempre acabamos perdiendo 6-0.
Llevaba un tiempo sin tocar temas históricos o políticos. En algún momento escribir mucho sobre ellos me causó una gran cantidad de líos, amenazas, de muerte, judiciales y muchas decepciones de gente poderosa en la que yo creía, así que mis más recientes novelas fueron un intento de no tocar estos asuntos. No por estar decepcionado de la política voy a estar decepcionado de escribir, sólo hay que inventar otras maneras de escribir. Lo hice y ahora más bien lo que encaré fue pensar que puedo volver a tocar un tema político porque ya está claro que no soy un político sino un escritor.
En cuanto al contexto de La pena máxima, menciona la existencia en Perú de una dictadura que si bien no fue tan brutal como sus pares en Argentina o Chile, cuando el régimen de Videla “la necesitó para atentar contra derechos humanos, estuvo ahí, sobre todo en el Mundial de futbol.
Argentina pidió permiso a otros países que tenían dictaduras, como Perú, para entrar en su territorio, secuestrar a sus perseguidos, torturarlos y eliminarlos. Y eso ocurrió. Hubo argentinos disparando a otros argentinos en las calles de Lima, torturándolos en instalaciones militares peruanas, secuestrándolos y entregándolos a autoridades fronterizas para que desaparecieran. Soy el primero que dice que nuestra dictadura no era brutal en ese sentido, pero cuando tu vecino es un asesino y no haces nada, terminas por ser su cómplice.