an transcurrido tres semanas desde la reunión de la OPEP. En ellas, los precios internacionales del petróleo han estado en caída libre. Como se sabe, el largo periodo de estabilidad en altos niveles (superiores a los 100 dólares por barril), iniciado con el decenio, se interrumpió hacia mediados de 2014, con un trimestre de fluctuaciones agudas con clara tendencia a la baja y fuertes caídas repetidas día a día en las fechas de la reunión de Viena. La caída de los crudos marcadores, entre el 26 de junio y el primero de diciembre fue de 39.1 por ciento para el Brent, al pasar de 113.75 a 68.22 dólares por barril, y de 39.6 por ciento para el WTI, que se movió de 106.54 a 64.40 dólares por barril. En diciembre, la caída se ha acelerado, con repuntes momentáneos y acentuadas bajas: el viernes 12 las cotizaciones fueron de 63.00 para el Brent y 59.25 para el WTI, con caída de 7.7 y 8.0 por ciento sobre el principio de mes y de 45.6 y de 40.8 por ciento sobre finales de junio, respectivamente (cifras del blog beyondbrics
del Financial Times). Hasta el momento, el mercado no ha tocado fondo y se fortalece la noción de que no se enfrenta una corrección de coyuntura, sino un ajuste estructural.
Quizá, a pesar del corto tiempo transcurrido, pueda ya formularse un primer parte de batalla, referido en principio a los damnificados. No incluye a todos: una larga lista en la que aparecen también Argelia, México, Nigeria y Venezuela.
Sobresale la Federación de Rusia. La debacle de su economía, que fue noticia principal de la prensa internacional el 16 de noviembre, no responde sólo al desplome de los hidrocarburos, su mayor exportación y sostén financiero: el sector que subsidia a todos los demás
, como ha dicho un analista. Éste fue la gota que derramó un vaso colmado por las sanciones financieras occidentales y la errática conducción de la economía. Con el petróleo, se derrumbó el rublo, en correlación casi perfecta. La prioridad fue apuntalarlo y, a mediados de diciembre, las tasas de interés se llevaron de 10.5 a 17 por ciento, cuando la devaluación acumulada del rublo frente al dólar rebasó 50 por ciento desde comienzos de año y continuó sin pausa. Habrá que olvidar la posibilidad de repunte de una economía que cruza hacia 2015 en condiciones recesivas: tras registrar una alza de sólo 1.2 por ciento en 2014, la economía rusa se contraerá en 0.8 por ciento el próximo año, lo que no ocurría desde 2009. A la recesión quizá se agregue un brote inflacionario, derivado de la devaluación y la contracción de oferta de bienes importados.
También en Rusia se ha producido la primera cancelación de un gran proyecto de infraestructura energética: el gasoducto denominado South Stream –por oposición al del norte, que mueve gas de yacimientos de Rusia hacia Alemania y otros países euroccidentales por el Báltico, sin atravesar el territorio de las antiguas repúblicas soviéticas de su litoral–, que abriría una nueva ruta hacia Europa para el gas ruso, sin tocar Ucrania, por el Mar Negro y Turquía, a través de los Balcanes. Se trataba de un proyecto enorme, con inversión de hasta 40 mil millones de dólares. Era inminente el inicio del tendido de tuberías en el trayecto submarino. La caída de los precios del crudo –asociada a la acelerada devaluación del rublo– no fue la única ni tampoco la causa determinante de la cancelación, pero influyó en su oportunidad. Entre las razones de fondo destacan las tensiones geopolíticas, agudizadas por la crisis de Ucrania. En Europa, el proyecto era visto con sospecha por el temor de que aumentase la dependencia continental de los suministros rusos de gas natural y la vulnerabilidad de Ucrania ante interrupciones del abasto de gas ruso. En la Unión Europea se objetaba también que el gasoducto no estaría abierto a terceros, contra las reglas europeas de libre acceso a las instalaciones de transporte de hidrocarburos. Un segundo elemento fue el relativo a la muy disminuida capacidad de financiamiento de grandes proyectos del sector financiero ruso, como resultado de las sanciones europeas y estadunidenses.
El South Stream no ha sido el único gran proyecto de inversión afectado. Mediado diciembre, Goldman Sachs advirtió la alta probabilidad de que los niveles deprimidos de precios provocaran la cancelación de proyectos de inversión hasta por un billón de dólares por parte de las grandes corporaciones petroleras trasnacionales. Es difícil colocar a estas corporaciones en cualquier lista de damnificados, pero la caída de precios, que GS califica de desplome brutal
, puede llevar a esas corporaciones a abandonar proyectos y reducir en siete y medio millones de barriles diarios, alrededor de 8 por ciento, la oferta mundial de crudo en los 10 años que vienen. GS sostiene que el exceso de oferta que ha provocado el desplome desaparecería pronto si las mayores petroleras cancelan o difieren proyectos importantes de nueva producción, de los que depende la seguridad de suministro de crudo, combustible de calefacción e insumos [petro]químicos
. (Oil price falls threatens $1tn of projects
, Financial Times, 16/12/14.) Entre los proyectos amenazados se encuentran los de regiones difíciles de frontera, como los de aguas profundas del Golfo de México, predicados en precios altos y que pueden no ser redituables a niveles del orden de 60 dólares por barril
o menos, como a los que ya se ha llegado.
Un damnificado improbable es Noruega. El Norges Bank decidió el 10 de diciembre reducir en 25 puntos básicos, hasta 1.25 por ciento, la tasa de interés de referencia
( key policy rate) –nivel que no se había establecido desde 2009 durante la crisis financiera–. El NB señaló que la perspectiva de la economía se ha debilitado más allá de lo previsto
, por el desplome de los precios del petróleo, por lo que resultaba importante contrarrestar el riesgo de una reducción significativa de la actividad económica del país
. Se estima que la tasa de crecimiento económico en 2015 se situará en alrededor de uno por ciento, muy por debajo de la estimación previa (2.1 por ciento). Responder a la caída de los precios con acciones de estímulo de la actividad económica es un lujo que no todos los exportadores petroleros pueden darse.
Informes como estos muestran lo absurdo que resulta negar que la caída de precios afectará la actitud de posibles inversionistas en la industria petrolera desnacionalizada de México o confiar en que las coberturas financieras parciales de que se dispone disipen todas las consecuencias negativas del desplome.