Aportes de un exiliado español
lberto Sánchez Mascuñán (1914-2005) fue uno de los exiliados españoles que enriquecieron la vida cultural de México. Luego de arribar a nuestro país en 1939, se casó con una maestra de primaria, Blanca Luisa Jiménez. Con ella procreó una hija nacida en 1944. Ese mismo año el Partido Comunista, en el cual militaba, lo envió a España clandestinamente y con otro nombre. Su misión principal era organizar la lucha que diera al traste con el régimen franquista. Entre otras cosas fue uno de los responsables de editar el periódico Mundo Obrero. Un año después de su regreso, alguien lo delató. Detenido y en un juicio sumario fue condenado a muerte.
Gracias a la campaña emprendida por su esposa y por el exilio logró que le fuera conmutada por 30 años de prisión en la cárcel de Burgos, una de las más siniestras del régimen franquista y que albergó a numerosos intelectuales. Allí, junto con otros presos, comenzó en 1949 a escribirle cuentos a su pequeña hija Blanquita, que iniciaba sus estudios de primaria.
Fueron seis, escritos con hermosa caligrafía, ilustrados y confeccionados primorosamente por diversos presos en medio de carencias extremas. La niña los recibió sin saber que su padre estaba en la cárcel.
Gracias a una amnistía, Sánchez Mascuñán fue liberado en 1963. Un año después pudo dejar España y regresar a México, donde se reintegró a su familia. Aquí puso sus conocimientos al servicio de la editorial que fundara otro exiliado, don Juan Grijalbo. Fiel a sus principios, allí alentó la Colección 70 compuesta de textos sobre el marxismo, financiada con el dinero que dejaba otras ediciones exitosas, como Mi cama no es para dormir, de Gerty Agoston. O los de Xaviera Hollander.
Hace dos años, su hija hizo una pequeña edición de los cuentos para regalar a los familiares y amigos más cercanos. Ahora el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Juan Pablos Editores los ofrecen al público lector en una bella y muy bien cuidada edición para recordar los 75 años del exilio español en México.
Cuatro textos sirven de prólogo a los Cuentos desde la cárcel: uno del poeta Marcos Ana, el preso más antiguo del franquismo y testigo del proceso de escritura de los cuentos; de Blanca, la hija que los inspiró y siguió las huellas de su padre en el campo editorial; de la historiadora Enriqueta Tuñón, que nos ofrece una breve biografía de la familia Sánchez Jiménez.
Y de Tomás Segovia quien advierte que no se trata de unos relatos o imágenes de una crueldad insoportable, sino de todo lo contrario: unos cuentos infantiles deliberadamente dulces e ingenuos, que a todas luces no fueron escritos para adultos. Pero si las historias que estos cuentos relatan a los adultos nos hacen sonreír con benevolencia, en cambio la historia de su confección nos resulta dramáticamente conmovedora
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