iertamente México debe moverse, como dicen. Todos, absolutamente todos, debemos mover a México. Pero, ¿hacia dónde lo movemos o, más bien, dejamos que lo muevan? Las repetidas ejecuciones (de inocentes muchas de ellas) y las fosas clandestinas que se multiplican impunemente a lo largo del país, con víctimas de cientos de connacionales y migrantes de diversas nacionalidades; principalmente los recientes acontecimientos en Iguala, Guerrero, que han sacudido al país entero con horror y asombro ante tanta crueldad y violencia: primero, los seis inocentes asesinados, y después, los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa secuestrados, torturados, masacrados, calcinados y desaparecidas sus cenizas, como dicen, en el río San Juan de Cocula, y quién sabe cuántas cosas más.
Todo esto nos advierte que hemos perdido el rumbo que nos marcó la historia para siempre. El rumbo de independencia, soberanía y libertad que nos heredó la sangre insurgente de miles y miles de mexicanos de corazón generoso que se lanzaron decididos a romper y aniquilar para siempre la ignominia injusta de una conquista inaceptable. Años después, la sangre revolucionaria, otra vez, de miles y miles de mexicanos pobres que ofrendaron sus vidas para entregarnos un México de justicia y de igualdad para todos. Este es el único rumbo por donde hay que mover a México. No hay otro. ¿Éste será el camino por donde quieren mover a México
las reformas estructurales anunciadas? Para que esto sea así, se debe corregir el rumbo que nos han impuesto y cambiar de sistema o modelo social.
La Cruzada Nacional contra el Hambre y la pobreza extrema en que viven más de 7.4 millones de mexicanos, según dijeron, ¿de verdad queremos responder con justicia a las necesidades básicas de estos mexicanos, hasta ahora sin respuesta? ¿Quien podrá explicarnos por qué la familia número uno de México, la principal promotora y responsable de dicha cruzada, decide adquirir, en esta hora que sacude al país, una casa más, valuada en 7.5 millones de dólares, ante miles de mexicanos que siguen protegiéndose con nylon y cartón? Anuncian en Chiapas que se construirán 10 mil pequeñas viviendas para otros tantos chiapanecos en pobreza extrema. ¿Cuántas viviendas como éstas podrían construirse con lo que cuesta la casa blanca que nadie necesita? Como admirable coincidencia, o para no olvidar la realidad a pesar de todo, el precio en dólares de la casa blanca coincide con la cantidad de mexicanos con hambre y en pobreza extrema.
La reforma política: ¿será capaz de hacernos volver al rumbo de la verdadera democracia, cuando el proceso electoral de nuestro país tiene en su historia dos megafraudes y la compra sistemática y vergonzosa de votos a todos los niveles de gobierno, lo que ha impedido una elección verdaderamente legítima y democrática?
La reforma educativa: ¿podrá garantizar la educación laica, de libertad, de calidad y gratuita que ofrece con razón nuestra Constitución? ¿O permitirá, una y otra vez, que se siga masacrando impunemente a estudiantes como los de Ayotzinapa?
La reforma energética: ¿busca de verdad hacer justicia al México de abajo, con reparto justo de las utilidades del petróleo, patrimonio de todos los mexicanos por igual? ¿O permitirá que vuelva a someternos, como nueva conquista, el poder de las grandes trasnacionales, que vendrán a imponernos sus intereses y a decidir sobre nosotros?
La reforma laboral: ¿se incrementará el empleo y, sobre todo, se protegerá el derecho de los trabajadores ante el acoso injusto de los fuertes intereses del gran capital...?
De la conciencia herida y horrorizada del México de abajo (afortunadamente parece que también el de arriba comienza a preocuparse), se levantan incontenibles dos gritos que intentan despertar a todos: basta
. Sí, basta ya de esta situación sistémica de tanta violencia, destrucción y muerte, de tanta corrupción y contubernio con el crimen organizado; de tanta impunidad y mentira, de tanta incapacidad e ineficacia políticas para servir a la nación.
Gritar basta
significa también la determinación mayoritaria de cerrar institucionalmente este rumbo equivocado, para hacernos volver al camino verdadero que nos marcó la historia para siempre. No obstante, manifestarnos con nueva violencia y destrucción es aferrarnos contradictoriamente al sistema que queremos destruir. Además, si hay corazones tan enfermos, al grado de ser actores de tales crímenes, ¿habrá, entre nosotros, un procurador de justicia capaz de actuar apegado a derecho, o más bien, responderá protegiendo con impunidad dichos crímenes, como hicieron en Acteal, donde se victimizó a 45 inocentes, hombres, mujeres y niños?
Vivos se los llevaron, vivos los queremos
. Es imposible exigirle vida a la maquinaria o sistema que sólo produce muerte. Ellos ya los torturaron, los masacraron, los incineraron, desaparecieron sus cenizas, como dicen. Pero es verdad que los queremos vivos
, pero vivos en nosotros, los que amamos la vida y, por esto, queremos la vida para México. A nosotros corresponde hacer que su oblación forzosa no sea en vano. Que su vida se convierta en fuerza nueva y compromiso en nosotros, que nos haga volver al rumbo que ya tenemos marcado para siempre.
También se movilizaron los pueblos originarios del sureste mexicano. Llegaron y se hicieron presentes en los cruces de los caminos que atraviesan estas montañas. Ahí hablaron en silencio con Quien está muy por encima de todo sistema social. Ellos saben cómo hacerlo. También por esto su palabra es antisistémica. Para ellos no puede ser de otra manera. Al final vimos con asombro cómo, antes de retirarse, dejaron con cuidado una luz encendida. Seguramente para iluminar con sabiduría hacia los cuatro puntos cardinales y ayudarnos a rencontrar el rumbo verdadero que nos heredaron para siempre: rumbo de independencia, soberanía y libertad, de justicia y de igualdad para todos. Este es el rumbo verdadero por donde hay que mover a México. No hay otro.
* Párroco de San Andrés Apóstol y presidente de Jtatic Samuel, Por una Sociedad más Justa AC