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Messori enfrenta al papa Francisco
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a mañana del 15 de marzo de 2013 Roma estaba fría, apenas 10 grados. El alemán Georg Gänswein, secretario personal del papa emérito Benedicto XVI, apoyado por un colaborador quitaba los sellos de inviolabilidad del departamento pontificio que exige el protocolo. Mario Bergoglio estaba presente; como nuevo Papa tenía un interés particular: revisar el grueso expediente del llamado Informe secreto que reposaba sobre el escritorio del Papa. Un documento espeso que desde las reuniones congregacionales, previas al cónclave, los cardenales de todo el mundo querían conocer. El papa Francisco lo tenía enfrente, un dossier de casi 300 páginas, dividido en dos tomos; en las portadas se leía con grandes letras la palabra confidencial, que los autores habían rotulado. Se trata de tres cardenales ancianos: el español Julián Herranz (del Opus Dei), el eslovaco Jozef Tomko y el italiano Salvatore de Giorg. Era el informe completo de una investigación, ordenada por Ratzinger, sobre la fuga de documentos robados del despacho del Papa: el famoso caso llamado Vatileaks, según La Repubblica, revelaba luchas de poder de la curia, malversaciones económicas, corrupción, relaciones homosexuales, es decir, lobbies económicos, sexuales y de tráfico de influencias a altísimos niveles, con verdaderos aparatos para enlodar a adversarios de carrera.

Este antecedente es vital para entender el contenido del mensaje navideño que el Papa Francisco emitió a los miembros de la curia vaticana. Ante la sorpresa de todos, el Papa dio el mensaje más duro a la curia en la historia moderna de la Iglesia católica. Francisco hizo, basado en ese documento que recibió 21 meses atrás, un diagnóstico de la cúpula vaticana, a la que define como un cuerpo enfermo. En la Sala Clementina, enfrente de cardenales, obispos y monseñores que forman la estructura de gobierno de la Santa Sede, presentó el catálogo de las 15 principales enfermedades tan comunes en la curia. El Papa condenó la doble vida, la acumulación de riquezas, el Alzheimer espiritual, ansias de poder, las camarillas de chismes e intrigas, actores esquizofrénicos, entre otros. Por supuesto que los actores curiales se sintieron molestos y agredidos. Dos días después, el 24 de diciembre, en el Corriere della Sera, uno de los diarios italianos más influyentes, el reconocido escritor Vittorio Messori publicó un artículo muy agresivo contra Francisco, en el que sostuvo que se trataba de un Papa impredecible, tan impredecible que está perdiendo la confianza de algunos de los cardenales que fueron sus electores. Bajo el título Las dudas sobre el punto de inflexión de Francisco, Messori señala el desconcierto de aquellos católicos promedio que hoy están confundidos por el actuar del Papa, pero ¿a qué Papa se ha de seguir?: “¿El que da homilías diarias en Santa Marta, la predicación de un sacerdote de la parroquia de los viejos tiempos, con buenos consejos y proverbios sabios, con advertencias incluso firmes para no caer en las trampas del diablo?... Así, ciertas elecciones pastorales del ‘obispo de Roma’, como prefiere llamarse, me convencen; pero otras me dejarían perplejo, me parecerían poco oportunas, incluso me parecerían sospechosas de un populismo capaz de obtener un interés tan amplio como superficial y efímero”. Messori ubica el entorno del Papa sudamericano: ¿El Papa argentino consciente, por experiencia directa, del drama de América Latina, a punto de convertirse en un continente ex católico, al pasarse en masa sus poblaciones al protestantismo pentecostal? Las respuestas en defensa de Bergoglio han sido abundantes, y destaca el demoledor artículo de Leonardo Boff apoyando al Papa. Vittorio Messori es uno de los autores católicos más leídos, con millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Único autor que publicó un libro entrevista con el papa Juan Pablo II ( Cruzando el umbral de la esperanza) y entrevistó al cardenal Joseph Ratzinger ( Informe sobre la fe), que luego llegaría a ser Papa. Leonardo Boff, personaje emblemático de la Teología de la Liberación, reprocha a Messori la nostalgia por el sofisticado pensamiento de Benedicto XVI y que no logra comprender el aire fresco, novedoso y pastoral de Francisco, que ha venido a agitar la fastuosidad de poder de la curia. Cuestiona al escritor italiano el hecho de que hoy por hoy el catolicismo es una religión del tercer mundo. En Europa los católicos no llegan a 25 por ciento, mientras en el tercer mundo son casi 73 por ciento, y en América Latina, cerca de 49 por ciento. Pero sobre todo lo impredecible de Francisco es que se deja llevar por el Espíritu Santo, incomprensible por la petulancia europea, así como la lógica lineal con que se han conducido los últimos papas.

El debate ha sido intenso en Italia y en toda Europa. Un nuevo embate resiste Francisco después del sínodo sobre la familia, en octubre pasado; los sectores conservadores han vuelto a hostigar al papa Francisco, justo en el momento en que goza de la mayor aceptación mundial, incluso de aquellos países donde se han multiplicado críticas. El Centro de Investigación Pew, empresa estadunidense de investigación a escala mundial, concluye, después de una extensa encuesta, que Francisco disfruta de una amplia aceptación en el mundo. La ex secretaria de Estado Hillary Clinton, la joven Nobel de la Paz Malala Yousafzai y el argentino papa Francisco están entre las personalidades más admiradas por los estadunidenses, informó a fines del año pasado la agencia Gallup. ¿El Papa necesita apoyo y legitimidad para conducir la Iglesia?

Francisco enfrenta los intereses económicos, simbólicos y políticos de un sector de la Iglesia que se había apoderado del aparato, así como de intelectuales soberbios eurocéntricos, como Messori, y de aquellos movimientos religiosos privilegiados en el pasado que hemos venido registrando en estas colaboraciones. Sin embargo, es patente que el papa Bergoglio está abriendo demasiados frentes de tensión y, mientras no reforme la curia, estará expuesto y vulnerable. El Papa no tiene mucho tiempo y las energías se irán minando. Repetimos: necesita pasar de los gestos a concretar nuevos diseños. Los embates van a proseguir con crudeza.