es choses ne seront plus jamais comme avant…” (Las cosas no serán nunca más como antes…) Una época ha terminado, comienza una nueva era
. Frases repetidas a partir del Elysée. François Hollande, presidente de Francia, las lanza después de la semana de atentados terroristas que causaron la muerte de 17 víctimas en Charlie Hebdo y en la tienda kósher de Vincennes.
Las ejecuciones, la caza de los asesinos, el despliegue de las fuerzas especiales, la liberación de los rehenes, las imágenes de este thriller transmitidas en directo por la televisión traumatizaron a los franceses.
Una inmensa manifestación de unión nacional, en presencia de 45 jefes de Estado o de gobierno extranjeros, reunió por un día, en París y en provincia, cerca de 4 millones de franceses indignados testigos de esta violencia criminal. El choque fue también inmenso. Semejante a un temblor que hubiese removido el suelo del país: después de esta catástrofe, las cosas no serían como antes.
La frase es reiterada por comentaristas, periodistas de diversas ideologías, izquierda, derecha, extremistas, simples ciudadano o fanáticos, filósofos o militantes, reunidos para defender la libertad de expresión y vencer al terrorismo.
Tras estos deseos de una nueva época, ¿no se esconde el principio enunciado por Tancredo a su tío, el príncipe Salina, en la novela de Lampedusa, El gatopardo: Si queremos que todo siga tal cual, es necesario que todo cambie
? Fabrizio Salina (el gatopardo) comparte esta idea, aunque reconoce: Nosotros fuimos los gatopardos, los leones, quienes nos remplazarán serán los chacales, las hienas
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Hollande no va tan lejos: quisiera ver una nueva era en la unión de los franceses manifestada en el desfile cuando marcharon juntas derecha e izquierda, y que prosiga la unión de Francia… alrededor suyo. ¿Los líderes de derecha no celebraron la actitud del presidente durante la crisis?
Queda el consuelo de volver al duelo entre derecha e izquierda: para que todo siga igual, todo debe cambiar… Los sondeos dieron un salto de 21 puntos en favor de Hollande, cuya popularidad era la más baja de un presidente de la V República, después de una gestión de la crisis celebrada incluso por sus adversarios.
Varios, y no pocos, de los dirigentes de naciones que desfilaron el pasado 11 de enero nunca han sido partidarios de las libertades. Algunos, incluso, al regreso a sus países, prohibieron la publicación de Charlie Hebdo. Y, después de todo, los asesinos de los dibujantes y periodistas no sólo atacaban la libertad de expresión, que les es desconocida, sino que vengaban el insulto hecho a Mahoma.
Las manifestaciones de solidaridad con Francia se reproducen en otros países. Hollande da alas al orgullo patriótico, o a la vanidad patriotera, cuando declara que París es la capital del mundo.
Los sobrevivientes de Charlie Hebdo deciden imprimir un millón de ejemplares del siguiente número del periódico. El éxito es tal que el tiraje alcanza ahora los 7 millones.
A pesar de las advertencias de dirigentes políticos y religiosos: en Francia, agresiones contra lugares de reunión musulmanes, en los países con población islámica manifestaciones gigantescas y ataques a instituciones francesas.
Las cosas no serán ya nunca como antes
. ¿Qué cambió? La unión nacional ya se fractura: unos quieren la guerra contra el islamismo radical y los yihadistas, otros aún creen en la posibilidad de vivir juntos: cristianos, judíos, musulmanes. Entre pesimistas y optimistas, el muy viejo debate vuelve a instalarse. Los cálculos políticos y la recuperación de los eventos vuelven a escena, las elecciones se preparan.
Nada será como antes. O bien, después de estos dramas sangrientos, ¿todo seguirá igual, pero más violento? ¿Las hienas suplantarán a los leones?
Un sondeo indica que poco más de la mitad de los interrogados está dispuesta a ver restringidas sus libertades en la lucha contra el terrorismo. ¿Quién ha ganado esta batalla?