ue en Chiapas la realidad social muerde es algo conocido hace tiempo. La realización, la penúltima semana de enero, del Festival Internacional de Cine de San Cristóbal de las Casas (FIC) lo demostró de nueva cuenta. Por más que la policía sitió el teatro Hermanos Domínguez en las afueras de la ciudad y las autoridades estatales llenaron el recinto para la inauguración con acarreados llegados en autobuses, dejando fuera a muchos invitados, el grito de Ayotzinapa se dejó oír tras una gran manta, con el conteo a coro de los 43 y el grito de asesinos
durante la ceremonia presidida por el gobernador del estado, varios funcionarios y el escritor oficial que era el secretario de Gobierno cuando se estableció la paramilitarización de Chiapas y ensangrentó la zona Norte y los Altos. Para colmo, la misma semana un incidente audiovisual exhibió viralmente al gobernador abofeteando con familiaridad de patrón de los de antes a un subalterno leal. Tan leal que se prestó días después a un desagravio mediático donde su jefe pidió disculpas y se dejó cachetear de vuelta; éste, hijo de familias de finqueros, ya ha sido retratado en andas de los indios de Cancuc o vestido a la usanza indígena dentro de un aula en San Andrés, donde todos los niños llevan uniforme escolar y el llamado Güero es el único vestido de indio, con sombrero alistonado, chuj y todo.
Noches después, un grupo de manifestantes en la plaza central impidió la proyección de un documental sobre música tzotzil y un prometedor concierto de jazz al aire libre, pues el acto interfería con su protesta a pocos pasos de la pantalla del FIC. Eran comerciantes expulsados con violencia de un mercado público donde estaban establecidos, por acción de un conocido grupo de golpeadores protegidos por el gobierno municipal priísta. Estos incidentes no atraviesan por lo regular los festivales de cine (un centenar cada año según Conaculta). Tampoco suelen desarrollarse muestras alternativas que en espacios independientes salgan al paso con una cartelera modesta pero comprometida con las luchas aquí y ahora.
El colectivo Sub-Alterna explica: Vemos en el FIC una más de las estrategias de legitimación del gobierno chiapaneco, esta vez por la vía de la alfombra roja, emblema del negocio del espectáculo cinematográfico que reduce la producción y el trabajo de realizadoras y realizadores a la pasarela de estrellas, de empresas e instituciones del Estado. Para el gobernador, funcionarios locales, estatales y federales, salir en esta foto reporta ganancias, legitimidad política, y es compatible con su política contrainsurgente de mostrar un aparente bienestar social, apertura al diálogo y respeto a los derechos humanos; nada más lejos de la realidad. Chiapas sigue siendo escenario del abuso, la ocupación militar, la operación paramilitar
.
Sub-Alterna, que proyectó durante cuatro días 16 películas indígenas en la sala independiente Kinoki y acogió un debate público, afirma: Para la clase política y empresarial el FIC no tiene el propósito principal de difundir la creación artística
, sino ubicarse en el circuito de la industria turística
. Este FIC reposiciona a la clase política local por vía de la cultura, y abona su visión folclorizante
y cosificada
de los pueblos”, que pretende rehacer cacicazgos culturales entre mestizos e indígenas
.
El colectivo admite que los fondos públicos en beneficio de la difusión del arte y la cultura son deber del Estado, celebramos que se destinen a la promoción del cine, no hay nada extraordinario en ello
. Pero rechaza el uso ilegal y discrecional del dinero del pueblo en la promoción personal del gobernador, así como en el abuso y enajenación del espacio como escenario de la frivolidad para el negocio del espectáculo
.
No que el FIC no estuviese programado, digamos, a la altura de la circunstancia social que se respira en los Altos. Que los cineastas homenajeados fueran Costa Gavras y Jorge Fons abona este propósito. También el tipo de filmes proyectados, de fuerte contenido social, político, étnico, ambiental; no pocos, trabajos en verdad notables, como bien reseñaron Jorge Caballero y Carlos Bonfil en estas páginas. De hecho, Costa Gavras acudió a Kinoki, donde conversó con el colectivo Sub-Alterna y pudo ver algunos documentales realizados por videastas indígenas zapatistas. Gavras, quien quizá ignora que Estado de sitio, Z y otras cintas suyas en edición artesanal circulan profusamente en las comunidades autónomas, manifestó su admiración por el EZLN y se dijo lector del subcomandante Marcos. Ya lo había dicho ante funcionarios y público en el teatro Zebadúa al ser galardonado.
La Muestra de Trabajos Cinematográficos en Chiapas tomó distancia de los reflectores de una industria que en México crece bajo el cobijo estatal y su renta controlada
. Declaró luchar por algo diferente al paso de los pueblos y comunidades
para comunicar, denunciar y crear un cine donde, desde su factura, quepan muchos mundos
.