La periodista Cristina Pacheco, quien la noche del martes recibió la medalla al mérito del Festival del Centro Histórico de México, reafirmó su compromiso y fascinación por esta metrópoli.

La de México, sostuvo la también escritora y colaboradora de La Jornada, es una ciudad que es muchas, es un laberinto; lo camino, lo recorro, me pierdo en él, a veces no me encuentro, pero hay ocasiones privilegiadas en que tengo la fortuna de sentir que ese laberinto se convierte en la más hermosa y fascinante realidad.

En ese acto, efectuado en el Palacio de Bellas Artes, como preámbulo de un concierto sinfónico-coral de la Orquesta Sinfónica de Minería, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) también recibió la presea.

La medalla es conferida por el patronato de ese festival artístico cultural, que este año llega a la edición 31, a personas e instituciones cuya labor ha tenido o tiene impacto positivo en el rescate del casco histórico de nuestra ciudad, destacó Fernando Estrada, presidente de aquella instancia.

A Cristina Pacheco, precisó, se le reconoció por su impecable cobertura televisiva, pues hace aportes al conocimiento de la vastedad y riqueza cultural de México, mediante el rescate a través de sus crónicas, de historias, saberes y tradiciones olvidados o con frecuencia ignorados.

Velada musical

La medalla a la UNAM responde al extraordinario trabajo que ha hecho en la restauración del ex Convento de San Agustín, en el Centro Histórico , destacó Estrada.

En nombre del rector de la UNAM, José Narro, la presea se entregó a Jaime Martuscelli, coordinador de asesores de la rectoría.

Al término del acto, como parte del programa del festival del Centro Histórico (cuyas actividades terminarán el 12 de abril), la Sinfónica de Minería ofreció una velada musical, con la dirección del armenio Robert Mlkeyan, como batuta huésped.

La primera parte del programa incluyó el Andante festivo, de Jean Sibelius, y Lachrymae op. 48a, Reflexiones sobre una canción de Dowloand, de Benjamin Britten.

En esta última pieza actuó de solista la violista Kim Kashkashian, quien fue ovacionada, y le pidieron un encore.

La segunda parte constó del Requiem, del compositor armenio Tigran Mansurian (1939), quien se estaba presente en la sala y al final de la interpretación fue reconocido con aplausos, lo mismo que la orquesta y el director.

Escrita en 2011, se trata de una partitura de profundo dramatismo y sentido espiritual, con pasajes estrujantes, graves y dolientes que contrastan de manera tersa con momentos de gran luminosidad.

Además de la Sinfónica de Minería, en esa pieza participaron la soprano Anabel de la Mora y el barítono Josué Cerón, así como el Coro EnHarmonía Vocalis, dirigido por Fernando Menéndez.