n los comicios periódicos, el Estado renueva y pone al día sus organismos de mediación y de dominación (legislaturas, gobernaciones, concejalías municipales) y trata de difundir y afirmar la ideología de las clases dominantes. Por consiguiente, las elecciones son funcionales al Estado y no son el campo donde los trabajadores puedan decidir.
En ese terreno ajeno y hostil, los trabajadores pueden, sin embargo, intervenir de diferentes modos. Si tienen un partido que los represente y que sea reconocido, pueden votar por él, aunque no gane, aprovechando las elecciones para organizarse mejor y, subsidiariamente, conseguir un puesto de lucha legislativo para denunciar la corrupción y las injusticias del régimen y de un Estado que no es el suyo. Si no tienen partido propio pueden optar por los candidatos menos dañinos o más progresistas, pero manteniendo su independencia frente a ellos y a sus partidos. O pueden votar en blanco o nulo (para no dejar de ejercer el derecho al voto, tan duramente conquistado). O también oponer el boicot activo a los comicios si son fraudulentos o se realizan en ausencia de un Estado de derecho.
El principio esencial es utilizar las elecciones para hacer avanzar el grado de conciencia y de organización de los oprimidos y explotados del modo más adecuado al desarrollo concreto, en ese lugar y ese momento, de las luchas por una alternativa social y al nivel local de movilización y comprensión de los trabajadores y los sectores democráticos de la población. No hay, por lo tanto, reglas ni recetas comunes para todos los territorios, todos los estados, todos los momentos, todas las situaciones.
Si en Guerrero y quizás en Michoacán existen hoy las condiciones para superar la abstención pasiva mediante un boicot activo a los comicios y la creación de elecciones, autoridades y organismos alternativos, pero en Chiapas o Sonora, en Aguascalientes, Colima o Nuevo León las condiciones son diferentes, habrá que ver localmente qué es mejor para organizar la protesta democrática, optando por anular el voto, escribiendo 43 o votar críticamente por los candidatos de Morena, si éstos no son desechos priístas y perredistas reciclados y son, en cambio, luchadores. Morena, aunque cuente con el apoyo de mucha gente honesta y valiosa y no sólo de oportunistas, no es una opción, por su pasividad ante los movimientos sociales y por preferir el campo electoral a la organización de la protesta civil debido a su ingenua esperanza en la reforma del Estado desde adentro y en la posibilidad de que Peña Nieto organice elecciones limpias y dé el gobierno a quien las gane.
Pero es una confederación de realidades unidas bajo el manto de la figura de un dirigente providencial. Podría ser que la relación de fuerzas local entre los militantes y luchadores estudiantiles, campesinos, democráticos, sindicales y los candidatos locales de Morena permita negociar y compartir un espacio común, a condición, siempre, de que los primeros mantengan su independencia política frente al aparato del partido al que podrían apoyar si no hubiera otra opción mejor.
Veamos ahora nuevamente qué es el boicot activo. Un lector me preguntó si yo trataría de disuadirlo a garrotazos en Guerrero en caso de toparme con él cuando fuese a ocupar un puesto de autoridad de mesa. Los garrotazos jamás convencen a nadie. No son muy didácticos que digamos, no esclarecen las mentes aún dominadas por los opresores. Los piquetes y movilizaciones deberían discutir con los que quieran ir a votar, no agredirlos. Con toda seguridad esos piquetes y esas movilizaciones serán en cambio agredidos con gases y palos por la policía o por el Ejército. Tienen entonces el derecho constitucional de resistir a la opresión y de defenderse, pero no deben ser nunca los agresores. Porque hay que convencer a los intoxicados por Televisa y el gobierno y separarlos de los fascistas que sacan provecho de ellos. Si, a pesar de los argumentos, esas víctimas del capitalismo insisten en votar por sus explotadores, habrá que dejarlos y esperar a que los hechos les hagan comprender que los piquetes tenían razón. Voltaire decía que defendería hasta la muerte el derecho de los demás de discrepar de lo que él decía, lo cual incluye evidentemente el derecho de los tontos y serviles por falta de conciencia política.
Otra pregunta es si el boicot podrá cambiar la situación en Guerrero, por no hablar de lo que pasa en el país. Muy probablemente no, así como la heroica insistencia de los familiares de los de Ayotzinapa no ha cambiado el país pero sí la conciencia de muchos, tal como las huelgas y las manifestaciones de protesta por sí solas no cambian el régimen, sino sobre todo a los que luchan, que se liberan mentalmente, en vez de someterse como esclavos.
La batalla actual se libra, en realidad, por las conciencias de los mexicanos, por sus sentimientos de solidaridad, incluso de supervivencia como nación. Hay muchos, en efecto, que se resignan a soportar todo. Hay muchos otros que aceptan ser siervos del extranjero o de la oligarquía. Hay, por último, unos pocos que, como buitres, sacan provecho de la atroz explotación de la mayoría, de la negación de trabajo, educación, de futuro, para los jóvenes. El objetivo de una posición electoral justa es influir sobre los meramente ignorantes y separarlos de los explotadores y fascistas.
Las diversas posiciones frente a las elecciones sólo tienen en efecto sentido si se guían por el principio de que hay que ayudar, en la práctica y con la difusión de ideas, a independizarse de los partidos procapitalistas y a combatir contra este Estado, por un nuevo Estado basado en la auto organización, la autonomía, la democracia directa, en asambleas y en la creación de organismos de poder popular. La democracia es sinónimo de liberación de las mentes, de transformación del sometido en sujeto de su liberación.