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Adolfo Martínez Palomo participó en la conferencia-concierto en El Colegio Nacional

Beethoven hace ver la discapacidad no como deficiencia, sino como diferencia

Las últimas obras del compositor quizás manifiestan su genio absoluto gracias a la sordera, dijo

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El médico e investigador Adolfo Martínez Palomo, en El Colegio Nacional, donde disertó alrededor de los trastornos del ritmo cardiaco y la sordera progresiva de Ludwig van BeethovenFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Sábado 11 de abril de 2015, p. 4

Los trastornos del ritmo cardiaco y la sordera progresiva padecidos por Ludwig van Beethoven (1770-1827) influyeron e inspiraron al compositor.

Así lo explicó el médico Adolfo Martínez Palomo en la conferencia-concierto El electrocardiograma de Beethoven, inscrita en el ciclo Música y medicina, efectuada la noche del jueves en El Colegio Nacional como parte del Festival del Centro Histórico.

Desde el siglo XIX, dijo el ponente, la música del genio de Bonn se ha dividido en tres periodos creativos en los que se observa alguna relación con la sordera.

En biografías, prosiguió Martínez Palomo, se describe una etapa exuberante del compositor a sus 30 años y no tenía problema de audición; después, entre los 30 y 45 años, ya existían síntomas manifiestos de que el músico trataba de sobreponerse a la sordera y, finalmente, un periodo creativo que va de los 45 años hasta su muerte que coincide con la pérdida completa del sentido del oído.

Entre los 36 y 41 años, Bee-thoven entró en fase de depresión relacionada con el convencimiento gradual de la pérdida irreparable de la audición y un año después escribió a sus hermanos una supuesta carta conocida como testamento Heiligenstandt.

En ese amplio texto, el compositor explica a sus dos hermanos: “Fui afectado por una enfermedad incurable tratada por doctores torpes, engañado cada año con la esperanza de abreviarme y obligado finalmente a aceptarla como una calamidad permanente.

“La experiencia doblemente miserable de mi mala audición: es no poder decir a la gente ‘hablen más fuerte, griten, estoy sordo’. ¿Cómo podría confesar mi imperfección en el sentido que debía ser en mí el más perfecto, un sentido que tuve alguna vez con la mayor perfección, sin duda, a un grado que pocos en mi profesión tienen o han tenido nunca? Debo vivir solo como alguien que ha sido excluido, porque si me acerco a un grupo de personas me asalta la ansiedad y el temor de que mi defecto se haga evidente.”

Martínez Palomo señaló que se ha dado por supuesto que el testamento de Heiligenstandt es la contrapartida literaria de la Sinfonía Heroica. Esta obra se ha interpretado como la representación del artista como héroe golpeado por la sordera, retraído del mundo, conquistando sus impulsos de suicidio y luchando contra el destino.

Además, junto con la sordera, Beethoven sufría al escuchar ruidos –lo que sucede en las personas que empiezan a padecer esta enfermedad–, mismos que en ocasiones le impedían concentrarse. Se ha sugerido, añadió el investigador, que ciertos acordes estridentes y reiterados en el inicio de la Sinfonía Heroica están relacionados con esos ruidos.

También ejemplificó con la Sonata no. 81 y el Cuarteto para cuerdas en si bemol mayor opus 130 la forma en que Beethoven plasmó sus arritmias cardiacas en notas musicales.

La vida y la obra del compositor, dijo Martínez Palomo, son un poderoso ejemplo de la superación de una discapacidad severa y, es posible, que Beethoven llegue a facilitar la compresión de la discapacidad no como una deficiencia, sino como una diferencia. En este sentido, las últimas composiciones pueden interpretarse tal vez como manifestaciones de su genio absoluto, escritas muy a pesar de su sordera, sino tal vez gracias a ella.

En la conferencia-concierto participó la pianista Farizat Tchibirova, quien ejecutó fragmentos de las obras del Cuarteto para cuerdas y de la Sonata No. 26 en mi bemol mayor Los Adioses, con las cuales Martínez Palomo ejemplificó la concordancia entre obra y enfermedad.