l espectro de otro desplome financiero que haría palidecer al de 2008 recorre los pasillos del poder de Estados Unidos, una potencia de dominio policial/militar y de espionaje, que desde el 11/S se despoja rápido de legitimidad mientras nerviosas corredurías, de Wall Street a la City pasando por Francfort, calibran el colapso de los petroprecios: una avalancha sobre petroleras, firmas de servicio del ramo y de riesgosas especulaciones de bancos too big to fail
sobre una deuda tóxica emitida para financiar el negocio shale. Asoman ya 500 mil millones de dólares, la punta de un colosal témpano especulativo sólo imaginable por los de Citigroup et al, destrozadores de toda ley que les impida apostar sin límite en derivados pasando al público (depositantes, contribuyentes) los costos del estallido sobre un contexto polarizado de una serie de burbujas, cuya explosividad acumulada, de Irak, Libia y Ucrania a Iguala, Tlatlaya, Ferguson y Baltimore, ya cimbra al mundo.
Es desde palancas financieras y policial/militares relacionadas con el estancamiento, la provocación y el terror de Estado, y no de los instrumentos constitucionales o del derecho penal internacional, ni del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas que, con mayor frecuencia se expresa el poderío de Estados Unidos, bajo la noción post-11/S, de que el Comandante en Jefe
(y pronto las grandes corporaciones en la esfera del Acuerdo Transpacífico ATP) procede sin autorización legislativa –o judicial– en cualquier campo de batalla, incluido el territorio de Estados Unidos. La guerra y el estado de excepción están ahí, en la Ley Patriota; la desactivación de la Ley Posse Commitatus de 1878 –que prohíbe el uso de los militares en territorio de Estados Unidos y en funciones de Ministerio Público–, y en el desdén de la cruzada antiterrorista
a las Convenciones de Ginebra. La guerra de agresión contra Afganistán, la ilegal petroguerra contra Irak, Libia, los operativos contra Irán, Venezuela, Siria, o instrumentos de terrorismo de Estado –Plan Colombia, Iniciativa Mérida en México–, y los operativos contra Rusia desplegados en Ucrania, se suman al recordatorio semanal de que vivimos en un estado de excepción global
que tiene como eje a la Casa Blanca vía la matanza de sospechosos de terrorismo
usando drones.
Fue cuando hace poco se reportó sobre varios muertos no incluidos en esa mortal rutina cuando, como recién aflorado de un sicodrama asentado en profunda disonancia cognitiva
(Leon Festinger, 1957), un sub-secretario de Estado de Estados Unidos en gira de trabajo por acá dijo que (d)espués de los casos Tlatlaya y Ayotzinapa, México se encuentra bajo fuerte escrutinio de la comunidad internacional
; confió en que las elecciones del 7 de junio traigan de alguna manera efectos positivos
para acabar con la tradición de impunidad
en materia de violación a los derechos humanos, corrupción, desapariciones, secuestro y tortura
, ofreciendo, como remate de la hipócrita inconsistencia (con el mundo observable) su endoso a continuar con la carnicería, la catástrofe humana a través de la hipermilitarizada y militarizante Iniciativa Mérida (IM): dijo que más allá del apoyo que su país brinda a México por conducto de la IM, existen otros programas que fueron puestos a disposición del gobierno
de EPN para enfrentar estos problemas
(La Jornada 25/4/15).
Cabe preguntar si en esos otros programas
no especificados están matanzas de contrainsurgencia rural y urbana –disfrazada de antinarco–, para usar el equipo militar que, pese a lo generalizado de la impunidad y la tortura, las desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales, recién autorizó el Departamento de Estado para su venta a un México rebosante de recortes fiscales, por mil 300 millones de dólares (mdd) y hoy líder entre 39 países de América Latina y el Caribe en compras militares: 3 mil 335 automotores todo terreno (Humvee) por 556 mdd; un lote de aviones de adiestramiento Beechcraft T-6C Texan II (480 mdd), además de 23 helicópteros Black Hawk (905 mdd).
¿Es el equipo para allanar el diálogo entre petroleras y mineras con indígenas, ejidos y campesinos? o será usado en operaciones de guerra urbana y en las megametrópolis
contempladas por el Pentágono, entre otras figuran Río, Sao Paulo y el DF. En fechas recientes la CNN informó que las demostraciones en Ferguson, Missouri, y en otros lados provocadas por mortales y sistemáticos ataques policiales contra jóvenes afroamericanos, eran consideradas fuerzas enemigas
, como en una guerra. Aquí el Comando Norte dice que en la guerra al crimen o al narco, el enemigo está entre los civiles
Como en Ayotzinapa, Tlatlaya, Ferguson y Baltimore, ¿crímenes de Estado para aterrorizar a la población?
Estas son guerras, operativos y catástrofes que además de acompañar el precipitado declive de una potencia en estado de excepción
(junto al colapso climático en curso) son síntomas de crisis terminal del capitalismo, como lo conocemos.