Reforma capitalina: enésima vez, ¡no!
a perversidad política impuso condiciones y trabó el proceso legislativo de la reforma política de la capital. Octavio Paz, ante la respuesta popular ante los daños del terremoto de 1985, escribió que era evidente que en la profundidad de esta sociedad existían vivas semillas democráticas. Estos gérmenes han sido el elemento esencial para la lenta, contradictoria y, aún inconclusa, transición a nuestra democracia. La ciudad de México sigue sujeta a la tutela autoritaria del gobierno federal en una situación de capitis diminutio frente a los 31 estados, a pesar del vigor cultural, económico y político. Los intentos de reforma han padecido la enfermedad del gradualismo que, como dijo Martin Luther King, es el peor enemigo de los cambios progresistas. Alejandro Encinas (ex jefe del gobierno capitalino y protagonista del último intento de reforma) ha denunciado que los elementos conservadores más duros dentro del PRI quieren negar, por enésima vez, a los habitantes del DF el derecho a elegir una asamblea soberana que otorgara una constitución, hecho que se ha diferido la friolera de 194 años.
El PRI impuso un mecanismo antidemocrático para integrar el Congreso Constituyente: 60 por ciento de los diputados serían elegidos de forma indirecta, y 40 por ciento nombrados mediante un acuerdo entre los grandes partidos para asegurarles una sobrerrepresentación: justo en el momento en el que el escenario político de la capital está cambiando y parece emerger una nueva fuerza progresista. Este descarrilamiento producirá daños para casi todos, como señaló Porfirio Muñoz Ledo. El gobierno capitalino y el PRD pagarán un costo, y el PAN será señalado como el responsable; pero el más afectado será Peña Nieto, incapaz de cumplir una promesa solemne que abrió las puertas del pacto
con que inauguró su gobierno. (¿Podría especularse un golpe interno contra el Presidente?)
Cabría preguntarse cuál será el desenlace. Existe la posibilidad remota de otra ronda de negociación que elimine las grandes objeciones y haga fluir el proceso. Entonces será posible que en 2016 se inicie el proceso para crear la primera constitución capitalina. Esto no sería un milagro, pero es muy difícil, pues es evidente que el viejo PRI está vivo, alerta y quiere mantener el control de la capital. Por desgracia, el proyecto para dotar al DF de autonomía y a los habitantes de una constitución tendrá que esperar a una recomposición completa del escenario político… es imposible saber cuántos años o décadas pasarán para que esto se logre, pero es inevitable, como cualquier proceso madurativo; mientras se mantendrá un agravio para la valerosa, disciplinada, valiente, noble y leal ciudadanía de la capital.
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