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La tragedia de la pobreza en Nepal
N

epal arrastra desde siempre pobreza y semifeudalismo. Antes de ser devastado por el reciente terremoto y sus réplicas, 40 por ciento de los 28 millones personas que lo habitan eran desempleados. El resto se ocupaba en una agricultura intensiva, pero que para millones es apenas de subsistencia. La creciente actividad turística se convirtió en las últimas décadas en la segunda fuente de trabajo e ingreso. A la pobreza y la desocupación se suman hoy las enormes pérdidas en su infraestructura. Los primeros cálculos de los organismos internacionales mencionan que reconstruirla tardará varios años y costará millones de dólares. El economista Mukesh Khanal afirma que el terremoto los hizo retroceder 50 años en los servicios fundamentales: escuelas, agua potable y drenaje, energía eléctrica, centros de salud, vías de comunicación. Esto sucede cuando había programas importantes para aminorar las principales carencias de la población.

Ahora vienen los problemas más agudos para el gobierno, la población y la comunidad internacional de naciones: dotar de agua potable y alimentos a millones que hoy carecen de ellos; atender a miles de heridos lo mejor posible en los hospitales que no quedaron en ruinas; albergar a decenas de miles de damnificados que perdieron sus viviendas y trabajo. Por lo que informan los medios que cubren directamente lo que pasa en Nepal, es la sociedad la que mejor se organiza para resolver los asuntos urgentes. Como ocurrió en México durante los días posteriores al sismo de 1985, las dependencias oficiales muestran sus carencias, su falta de coordinación para atender a millones, su incapacidad e ineficiencia.

La capital, Katmandú, centro de la economía de la nación, muestra ruinas por doquier, lo que dificulta atender a los damnificados de aldeas y montañas, precisamente donde más atraso existe desde siempre. También hace presencia la corrupción expresada en obra pública mal hecha. Igual que sucede en México cuando los huracanes hacen de las suyas en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Veracruz o Michoacán. El centralismo, una vez más, muestra sus inconvenientes a la hora de coordinar la ayuda internacional, en especial la procedente de China, India y Estados Unidos, que compiten en presencia. La geopolítica en su máxima expresión, pues China asiste económica y políticamente al gobierno nepalí, luego que éste se sumó a su nuevo proyecto de la ruta de la seda y puso trabas a los que emigran del Tíbet. Más de 20 mil residen en Nepal. Las inversiones del gigante asiático superan ya las de India.

Nepal está ubicado en una región muy telúrica, por lo que siempre ha padecido sismos de diversa intensidad. Pero nunca ha estado preparado para enfrentarlos. Su patrimonio cultural, uno de los más originales y admirados del mundo, había sorteado en muy buena parte los desastres. Hoy, en cambio, sus más emblemáticos tesoros arquitectónicos están reducidos a escombros, como el valle de Katmandú, patrimonio de la humanidad. La antigua ciudad de Bhaktapur perdió la mayoría de sus templos y casas, únicas por su arquitectura. Igual en Patan y otras poblaciones que sobresalían por sus torres y palacios. Son ya parte del recuerdo la plaza Burbar (del siglo XII, símbolo para el hinduismo, el budismo y el tantrismo); la Torre Dharahara (construida en 1832 y levantada de nuevo en 1934 tras otro terremoto); el templo budista de los Monos (del siglo V), el de Vatsala Durga. En fin, se perdieron siglos de historia y de una herencia cultural singular.

Una de las carencias más importantes que evidencia el terremoto son los servicios sanitarios: Nepal cuenta apenas con dos médicos y 50 camas de hospital por cada 10 mil habitantes, hoy insuficientes para atender a los heridos, en especial los del campo. El mejor hospital en Katmandú mostró sus limitaciones. Ante tanta carencia, la ayuda internacional debe dirigirse a cubrir las necesidades más sentidas: comida, agua potable, medicinas, equipo médico. Y organizar su entrega de tal forma que no quede en manos, como en tantas partes, de las redes de corrupción del gobierno o de los políticos. Es la hora de la solidaridad con el pueblo nepalí.