entro de la burbuja puede no verse la burbuja y tenderse a creer que así está todo, como en la burbuja, donde el dinero fluye, el índice de consumo es fantástico, los bancos están felices y los banqueros más. Al amparo de la burbuja los precios no importan, se paga lo que sea por lo que sea, a quién le preocupa la paridad. Florecen las tiendas de moda, los supermercados chic. El mercado del arte en estratosférico esplendor. Y nunca hubo tanto carro nuevo en circulación. Guerra a las carcachas. ¡Mueran! (o que paguen por sobrevivir). Poseer acciones en telecomunicaciones, minería, construcción, agua, bienes raíces o turismo de lujo es apostar sobre seguro para que caigan las tajadas de melones libres de polvo y paja.
Dentro de la burbuja la diversión está garantizada, y prevalece la convicción de que existen la democracia, la libertad de expresión y de sexo, y los derechos humanos en mejores condiciones que nunca. En la burbuja creen que no hay tortura, o que no es tan grave como dicen, y la represión es para el que se la busca. Ven raro a los que protestan y se quejan: qué ganas de buscarle el lado negro a las cosas, qué ganas de que el país no prospere, de que el gobierno fracase, haya caos y las instituciones (ah, las instituciones) se desconchinflen.
Dentro de la burbuja confían, razonablemente, en que el Estado está en condiciones ventajosas para contener las marejadas de descontento y pillaje cuando las aguas se agitan de más y se necesita cargar el paraguas. Les resulta tranquilizador que el gasto en armamento y equipo militar no deje de incrementarse de manera sostenida desde hace una década, o dos. Saben que la delincuencia organizada juega su propia mano de cartas, pero entre apostadores no se leen las palmas. Y luego que los mafiosos en persona también radican en la burbuja y hasta son socios de alguien respetable que los invita a sus bodas y bautizos y los pasea en sus redes (hasta que revientan como en Guadalajara, o antes Monterrey).
Los de dentro de la burbuja no necesitan un golpe de Estado como el que la derecha brasileña pide hoy abiertamente. Aquí ya lo dieron, hace rato. Los fraudes electorales de 1988 para acá han servido para refrendarlo. Con eso pastorean a las capas menos altas en la burbuja; siempre sirve la gente con aspiraciones, emprendedora, subalternos chambeadores y estudiosos. Mándame tu currículum
propone un candidato del PRI a los vecinos.
En la burbuja apenas se enteran de que para existir ellos así, hace falta quemar mucha leña. Fingen ignorar que más de tres cuartas partes de la población a la redonda vive en condiciones de pobreza. Siempre es favorable para los negocios la abundancia de pobres (tal vez por eso la cruzada contra el hambre no gasta su dinero en ellos, para qué). Recordad cómo se puso de rica la corona española cuando pobló las Américas de cementerios y de pobres. Los datos presentes son claros. El Informe 2015 del Observatorio de los Salarios de la Universidad Iberoamericana de Puebla señala que el total de pobres extremos en el país es de 40.47 por ciento de la población, más de 47.5 millones de personas. Son pobres moderados (pueden o no alcanzar la canasta alimentaria) otro 35.3 por ciento, unos 41.4 millones. Es decir, sólo una cuarta parte de la población mexicana puede comprar la canasta alimentaria y 83 por ciento está en pobreza alimentaria
(nota de Patricia Muñoz Ríos, La Jornada, 30/4/15).
Tales resultados simplemente se suman a diversas investigaciones y evidencias recurrentes y concordantes. El mismo informe plantea que de 1984 a 2013 la movilidad social en el país fue negativa
. En este periodo la población de trabajadores mexicanos con seguridad social se redujo de 31.9 a 27.9 por ciento, y los que no están registrados en el IMSS o Issste son más de 40.8 por ciento.
Dentro de la burbuja se vive del engaño. Muchos de seguro lo hacen de buena fe, legítimamente engañados. Se juega a la democracia, tan libre y jugosa cuando de elecciones se trata. Tan libre que (casi) todo se vale, un voto es un vale, y los candidatos son iguales. Dentro de la burbuja se nos están riendo, bajo sus bóvedas residen los que administran el país en llamas y los que lo saquean, pero también gente normal y buena. En restoranes, cafés y bares siempre hay lista de espera, y mira que son caros. Un capuchino puede costar 70 pesos, justo el salario mínimo al día que reciben 6.5 millones de mexicanos, 4.50 dólares. Según el Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, casi 12 millones de mexicanos reciben dos salarios mínimos: 140 pesos, o nueve dólares. Hay además 3.5 millones de personas cuya paga son sólo las propinas, sin salario fijo ni prestaciones.
Abundan burbujitas y burbujotas que forman parte de la Burbuja de Unidad Nacional, que quién sabe qué signifique. Dentro de la burbuja la dictadura no se siente. Lo que la rifa es una burbujeante sensación de estar entretenido, y ese creerse guapo del que tiene con qué pagarlo.