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Hotel de arraigo es la novela más reciente del escritor, publicada por Suma de Letras

Vivimos en guerra y es preocupante dar la espalda a la realidad: Imanol Caneyada

Trato de entender el porqué de lo más terrible del ser humano, dice el autor de origen vasco a La Jornada

En el país hay un entramado desgarrado y envuelto en sangre y violencia, afirma

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No es que los escritores de thrillers y novela negra seamos criminales en potencia, creo que es al revés: en el fondo somos unos moralistas, expresa a La Jornada el también periodista Imanol Caneyada, quien en 2004 se naturalizó mexicanoFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de mayo de 2015, p. 5

El escritor Imanol Caneyada, nacido en San Sebastián, País Vasco, en 1968 y radicado en Hermosillo, Sonora, desde hace varios años da a conocer su nueva novela, Hotel de arraigo, cuyo personaje central es el policía mexicano Arnulfo Lizárraga, ligado al crimen organizado.

Se trata de una historia de violencia, secuestro y descomposición social, similar a la que se vive actualmente en México.

“No es que los escritores de thrillers y novela negra seamos criminales en potencia; creo que es al revés: en el fondo somos unos moralistas”, dice el periodista, quien en 2004 obtuvo la nacionalidad mexicana.

Para él lo que está detrás de ese género y de su libro publicado por Suma de Letras es tratar de entender el porqué de lo más terrible del ser humano.

No se vale encerrarse en la colonia Condesa a vivir una realidad que no es la del país. Hay que hacer un símil a través de la literatura que trate de entender qué nos pasa, porque realmente los pasados ocho años han sido de una verdadera guerra civil; estamos en guerra, no nos gusta reconocerlo, nos parece exagerado, pero tan es así que al principio esto era algo que sucedía en el norte, o en Veracruz, en lugares lejanos, hasta que comenzó a suceder en todo el país; entonces nos horrorizamos, pero ya tenía años pasando, y no lo queríamos ver.

Literatura y cine nos sirven para abrir los ojos y establecer un diálogo sobre lo que nos ocurre, añade el periodista, quien vive en México desde hace más de 20 años. “Esto se está yendo a la fregada y me preocupa esa idea de cerrar los ojos, dar la espalda, vivir en realidades paralelas donde nos acercamos a un ideal de sociedad que es muy personal, muy inmediato, de unos cuantos metros a la redonda. Me preocupa que eso nos haga olvidar que hay todo un entramado social que está totalmente desgarrado y envuelto en sangre y en violencia.

Es la violencia del narcotráfico y contra la mujer que es permanente y sistemática, contra los niños, contra los animales. Las conductas violentas son permanentes. Por eso tenemos que meternos y escribir de eso, aunque estemos saturados y asqueados, no es suficiente porque si cerramos los ojos un día la violencia va a tocar a nuestra puerta y va a destruir ese mundo, esa burbuja en la que vivimos.

Como periodista Caneyada conoció de cerca casos de tortura perpetrados por policías judiciales. Como escritor le interesó acercarse a la dimensión humana de esas personas. “Arnulfo Lizárraga es un personaje de ficción, pero los Arnulfos Lizárragas se educan en las escuelas donde nos educamos nosotros y crecieron en familias como en las que crecimos nosotros.

“Son seres rotos, que pierden la capacidad tal vez de la empatía, pero lo que parece interesante de este fenómeno es que no es algo aislado, no es un policía judicial o unos pocos; es una conducta constante de la tortura y la corrupción es permanente, constante. No son monstruos que surgen en otras partes, sino creados en el seno de nuestra sociedad, aceptados y tolerados.

Insisto, ese político corrupto, ese policía despiadado y el sicario que corta cabezas no vinieron de otro planeta; son producto de esta sociedad que perdió su conciencia social, una sociedad en la que hemos perdido nuestra capacidad de ser ciudadanos, nuestra capacidad de entender la dinámica social como un colectivo, como una comunidad.

Podredumbre y catarsis

–¿Cómo toma distancia de esos personajes, de esta violencia, de las descripciones de las torturas?

–A veces eso es extenuante y uno termina con una sensación de podredumbre después de escribir ciertos capítulos o ciertos momentos, incluso de asco, pero también es un poco catártico; es una manera de sacar todo, porque como espectadores de esta violencia, distantes o cercanos, nosotros estamos introyectando estas formas de relacionarnos, donde el asesinato, la tortura, el dolor, son cotidianos, y de alguna manera nos convierte en una sociedad enferma.

De pronto escribir este tipo de escenas también puede ser terapéutico en cuanto a que haces catarsis y sacas algunos demonios a pasear, los vuelves a guardar de manera inofensiva porque es finalmente ficción.