La democracia, sin oportunidades
Una ciudad de contrastes
Al margen de componendas
n la anterior entrega decíamos que buena parte de la elección que se avecina ya tiene resultados; que no se necesita ir a las urnas para saber cómo se comportarán los sufragios, porque la única posibilidad de que los acuerdos, los amarres, las componendas entre los grupos políticos se rompan, sería la participación copiosa del electorado, y eso –el arribo masivo de la gente a las urnas– no aparece siquiera como posibilidad.
Por tanto, si bien ésta hubiera podido ser una muy buena oportunidad para cambiar la geografía del poder en el Distrito Federal, el resultado de los comicios marcará un peligroso todo sigue igual
, que no atenderá a las muchas urgencias que requieren un sinfín de colonias, de barrios, de asentamientos irregulares diseñados por la miseria, que no registran el paso de los delegados o de los partidos políticos por sus calles sin banquetas ni asfalto, por sus viviendas donde el drenaje es desconocido y la inseguridad es un monstruo con el que hay que acostumbrarse a vivir.
Un ejemplo claro de la inmensa desigualdad que persiste en la ciudad de México la enfrentó el candidato de Morena Héctor Vasconcelos el fin de semana pasado, cuando caminó por una ciudad perdida
en Tacubaya y no se explicaba por qué se dedicó tanto dinero y tanto esfuerzo a construir una calle de primer mundo en Polanco, mientras en Tacubaya los laberintos de la pobreza crearon, con las reglas de la necesidad, laberintos sin principio ni fin donde sobreviven los otros habitantes de la Miguel Hidalgo.
Las elecciones están por venir, pero la salvación para las 170 familias que cada tres años reciben las mismas promesas de cambio se mira lejana. En el cotilleo de los grupos políticos se dice que en Miguel Hidalgo el PRD seguirá gobernando, pese a que David Razú, su candidato, no parece tener un buen grado de confianza entre los habitantes de la demarcación, aunque su posible triunfo
se explica como un arreglo por el que Miguel Hidalgo seguirá siendo amarillo, pero Benito Juárez no dejará de ser panista.
Bueno, a fin de cuentas, según los pitorreos de los jocosos perredistas, en Benito Juárez toda opción sería de derecha, por lo que hace a la jefatura delegacional, porque incluso la candidata del PRD tiene encajado en sus filas a uno que fue presidente de la Coparmex en el Distrito Federal, por lo que visualizar un cambio allí no parece que pueda provenir de una elección. Por eso los perredistas se mueren de risa y parecen encantados con la idea de que sea Acción Nacional el partido que continúe gobernando en esos lares.
En fin, si se asume como cierta la especie del arreglo y los amarres, el PAN conseguirá sólo Benito Juárez, el PRI podría tener, pese a todo, Cuajimalpa y Milpa Alta, cuando menos, pero en ninguna parte de los dimes y diretes, en ningún rincón de los comederos amarillos, se acepta que Morena pueda lograr algún triunfo. Allí no hubo arreglo y lo que más preocupa es que en Iztapalapa Clara Brugada refrende un triunfo que dé al traste con algunos planes amarillos.
De cualquier forma, lo que debe quedar claro es que cualquier equivocación, sea la que sea, podría llevar a un desequilibrio de la seguridad en esta ciudad, que por la situación en todo el país, está sostenida con alfileres. Un mal gobernante delegacional podría abrir las puertas de una desgracia mayor para la ciudad. Ya hablaremos más de esto.
De pasadita
Dicen que no hay que hacer caso a los rumores, pero allá donde despachan los jueces electorales se dice que la ponencia que llevó a que Marcelo Ebrard no pudiera participar en estas elecciones decía lo contrario a lo que después se supo, y hasta señalan que el magistrado que llevaba la ponencia recibió una llamada que le hizo pensar bien las cosas y le dio vuelta al asunto. Son chismes mal intencionados, diría alguien a quien tampoco le gusta Marcelo.