dmitámoslo: México tiene décadas sin desarrollarse, a pesar de sus muchas potencialidades. Sabemos bien que algunas de éstas se agotan, pero el tamaño de la economía y la demografía, así como su vasto territorio, permiten hablar todavía de un México con expectativas de futuro.
No se habló de esto en la campaña electoral y es indispensable hacerlo una vez constituida la nueva legislatura. Hacer de ésta la hora del desarrollo, que implica crecimiento con redistribución social, es no sólo urgente sino vital. El mundo se recompone y el poder mundial cambia con celeridad, a pesar de que la recuperación económica siga en veremos. Para no quedarnos atrás ni fuera de estas mudanzas pero, sobre todo, para reconstituir nuestra viabilidad y cohesión como nación y sociedad, es indispensable reclamar y exigir a los poderes constituidos que hagan de ésta la hora del desarrollo.
Las promesas de las reformas llamadas estructurales pueden venir y aguardar su hora de gloria, pero lo que urge es tomar decisiones para el aquí y el ahora, para hoy, mañana y pasado. La primera de estas decisiones tiene que ver con revisar las decisiones adoptadas en materia fiscal y la puesta en práctica de medidas contempladas en leyes y reformas aprobadas recientemente.
En el primer caso, es indispensable que el gobierno reconsidere sus medidas en materia fiscal y abandone la renuncia a proseguir la reforma en ese plano. En esto le va la vida no sólo al propio gobierno, sino al país en su conjunto. Someter a la sociedad a más ajustes y recortes, recesivos o contracíclicos, es punto menos que suicida, sobre todo si se toma en cuenta la incertidumbre que reina sin apelación en la economía mundial y sus expectativas.
Poner en acto de inmediato una política industrial como la que se ha anunciado y vuelto a anunciar, al aprobar la ley para impulsar el incremento sostenido de la productividad y la competitividad de la economía nacional es urgente, como también lo es poner a la banca de desarrollo que nos queda, en línea con los propósitos de retomar el cauce de desarrollo que se abandonó hace más de tres décadas.
De que se puede hacer no hay duda, pero a medida que pasa el tiempo todo se hace más difícil y costoso. Nuevos y viejos intereses se crean y recrean al amparo del estancamiento relativo pero ya secular que sufre la economía, mientras la sociedad vive y, sin duda, también sufre los acomodos y reacomodos que llevan a cabo comunidades, regiones y personas para sobrevivir y no ser abatidos por los chaparrones de la crisis global y los absurdos recortes presupuestarios.
De esto y más y, sin duda mejor, nos habla el memorando sobre la economía y la política económica recientemente publicado por el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo que labora en la Universidad Nacional Autónoma de México desde 2009, cuando emitió su primer documento, México frente a la crisis, por un nuevo curso de desarrollo.
Después de anotar argumentos y propuestas para un nuevo curso el memorando concluye: De manera destacada, hacemos un llamado a deliberar sobre la necesidad de superar la circunstancia actual de desaliento e irritación social, de tan baja credibilidad y confianza en las instituciones, por medio de acuerdos sociales que generen un mejor horizonte para la mayoría de la población y hagan posible un crecimiento con equidad, basado en la generación de empleos dignos y bien remunerados. Acuerdos de esta naturaleza contribuirán a consolidar la democracia y lograr un entorno más estable y propicio para el desarrollo
( www.nuevocursodedesarrollo.unam.mx ).
Pues que así sea y que la siesta poselectoral desemboque en un debate a la altura de nuestros grandes problemas y no, como ha ocurrido, sometido por las mezquindades de la política menor, de los menores.