l cinematógrafo, invención de los hermanos Louis y Auguste Lumière cumplirá en diciembre próximo 120 años. Para celebrar dicho evento, el Instituto Lumière, de la ciudad de Lyon, en Francia, ofrece desde ahora en el Grand Palais, de París, ¡Lumière!, el cine inventado, una gran exposición sobre el trabajo colosal de los inventores.
Thierry Frémeaux, director del Instituto Lumière y delegado general del Festival de Cannes, señala oportunamente que lo mucho o poco que se sabe de los hermanos Lumière se basa en mitos y suposiciones, y reposa sobre todo en una incomprensión casi total del significado real de su aportación al arte cinematográfico. Según sus palabras, nuestra percepción de dicho trabajo oscila entre la sacralización excesiva y una ignorancia manifiesta
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¡Lumière!, el cine inventado es la ambiciosa visión de conjunto de la obra de los Lumière que prolonga, completa y actualiza la primera y única exposición sobre el tema que tuvo lugar en 1935 para celebrar los 40 años de la invención del cinematográfico. No es un azar que el recinto que ahora alberga el evento sea precisamente el Grand Palais, sitio emblemático de la cultura francesa filmado por los Lumière, pioneros del cine, para la Exposición Universal de 1900.
En una enorme sala dividida por mamparas y con dos salas de proyección al fondo, se distribuye una gran variedad de objetos provenientes de las antiguas fábricas Lumière, propiedad de Antoine Lumière, padre de los dos hermanos, y sitio de la filmación de una de sus vistas más célebres, La salida de la fábrica Lumière en Lyon, con 50 segundos de duración. Productos químicos, utensilios de laboratorio, cámaras primitivas, fotografías, escritos, pinturas al óleo, patentes originales del invento y primeras placas autocromas, esas formidables pruebas artísticas que dieron paso a la fotografía en color.
En el centro de la gran sala, un recinto recrea el espacio de la primera exhibición pública de cine, con sus 33 butacas, y un proyector que ahora presenta en 35 milímetros el programa original de 10 vistas, de casi un minuto cada una, restauradas para esta ocasión. A esta exhibición se añaden 150 vistas proyectadas en pantallas colgantes a lo largo de la gran sala de exhibición. El conjunto de copias restauradas se ha reunido en un devedé conmemorativo.
Thierry Frémeaux no ha dejado nada al azar. Pocos meses despues de aquella primera proyección del 28 de diciembre de 1895 en el salón indio del café de los Capuchinos, los Lumière formaron a un grupo de camarógrafos a quienes enviaron a diversas regiones del mundo para proyectar las vistas originales, realizar cortos nuevos y promover la invención. Una sección especial en el Grand Palais da cuenta de las visitas a esos países, y entre ellas destaca el trabajo de Gabriel Veyre en México y la vista sobre el Canal de la Viga. La intención de los organizadores de ¡Lumière!, el cine inventado es hacer algo similar con la exposición: llevarla a otros países y enriquecerla con las aportaciones locales relacionadas con el legado de los dos hermanos.
Los objetivos son claros: reunir la génesis y desarrollo del invento del cinematógrafo con la notable biografía de una familia de hombres de ciencia emparentados con el oficio artístico, y destacar su interés por hacer del cine un arte dirigido a grandes públicos y no únicamente, como en el caso del pionero Thomas Edison, a la esfera privada. Difundir la contribución de otros exploradores de la imagen en movimiento (Marey, Muybridge, Demeny, Reynaud), esenciales para el diseño final del cine como espectaculo público, y disipar el lugar común que atribuye al propio Louis Lumière un desencanto con su propio invento (El cine es una invención sin porvenir
, célebre frase mítica), cuando en realidad su interés simplemente se desplazó y concentró en otra invención suya, la fotografía en color. Destacar, como insiste Frémeaux, que en los mil 500 cortos producidos en tan sólo cinco años por el inventor del cine hay todo un estilo, una técnica y una estética que es esencial e inconfundiblemente Lumière, y reivindicar, por último, en plena era de la moda digital, la vigencia del formato de 35 milímetros exhibiendo en él las primeras diez vistas, aun cuando el soporte digital sea, inevitablemente, pieza fundamental en el conjunto de la muestra.
El crítico de cine Serge Daney se interrogaba: ¿Es el cine un arte? ¿Será conservado todo él o sólo una parte? ¿Qué sucederá con todo lo que en él amamos? ¿Y con nosotros que a través de él nos amamos? ¿Y con el mundo que nos había prometido y del que debíamos ser ciudadanos?
Parte de una respuesta posible se encuentra en esta exposición parisina que, cabe esperar, podría tener un próximo destino natural en las salas del Munal en México o en los recintos nuevos de la Cineteca Nacional.