La guerra verdadera comienza el 8
Del GDF, el músculo del PRD
La aspiración del chucho mayor
añana terminan las campañas políticas y el domingo vendrá la elección que dará fin a un proceso muy accidentado, cuando menos en la ciudad de México, y cuyos pronósticos ya se han adelantado, si todo ocurre como en otros años, pero sin duda el día 8 se iniciará la verdadera guerra por el DF, y desde luego por la Presidencia de la República, donde la figura de Miguel Ángel Mancera, si no ocurre nada en los muy breves tiempos políticos venideros, será figura sobresaliente.
El domingo pasado, el PRD mostró que tiene poder sobre los empleados del gobierno de la ciudad, y que con ellos y sus familiares se puede llenar el Zócalo –la nómina del gobierno capitalino registra 110 mil trabajadores de base y 40 eventuales–. Esa exhibición resulta más que innecesaria porque todo mundo sabe cuáles son las artimañas de esa organización para mostrar el músculo, y crónicas y columnas en los diarios advierten que más que la voluntad partidista de las gente, los premios –despensas y tinacos, principalmente– evidencian una operación que debería ser extirpada del quehacer político en todo el país.
De cualquier forma los perredistas lo hicieron, y sea como sea llenaron el Zócalo con la presencia siempre tramposa de Jesús Ortega, el chucho viejo que nadie podría decir que no representa un cacicazgo dentro de ese partido, porque todo mundo tiene de cierto que los chuchos han logrado controlar los votos en el PRD para eternizarse en el puesto, y ese chucho viejo y cacique pretende, dicen sus amigos, obligar a sus huestes –Navarrete, Zambrano, Acosta Naranjo y otros– a convertirlo en el candidato de su partido a la jefatura de Gobierno de la ciudad. ¡Sálvese quien pueda!
Ortega sabe que si las estructuras del PRD funcionan ahora, es muy posible que también, dentro de tres años, la obliguen con métodos parecidos o peores a que sufrague en favor de este cacique de Nueva Izquierda, que supone que esta vez, montado en su cacicazgo, podría convertirse en mandatario de esta ciudad, y conste que se los estamos avisando desde ahora, para que luego no digan que los tomamos desprevenidos.
Aunque, visto de cerca, ante esa locuaz intentona la palabra que tal vez le vuelva la cabeza a su lugar sea la de Miguel Ángel Mancera, quien no sólo no debe cargar, como ya lo hemos dicho, con el desprestigio de los chuchos, sino que debería tener en cuenta que aceptar que Ortega fuera candidato sería una ofensa que la gente de la ciudad le cobraría, y muy caro, por lo que, aunque los beneficiarios de esa deschavetada propuesta puedan abrigar esperanzas, la razón, la decencia y el buen oficio político, tendrían que pesar en el ánimo del jefe de Gobierno para no alentar una desgracia de ese tipo.
Pero además, hay algo que entre los amarillos no debería estar fuera de su realidad, y eso porque esta elección es un proceso falaz, embustero, ficticio, en el que apenas un poco más de un tercio de los empadronados salen a votar, es decir: cualquier medición que quisiera hacerse con miras a la de 2018 carecería de bases sólidas para poderse tomar en cuenta.
Así las cosas, los chuchos, o cualquier otro que suponga que con lo que pase el domingo se podrá adivinar el futuro, deben tener cuidado. Ahora que si más de 50 por ciento del padrón acude a votar, entonces estaremos hablando de algo totalmente diferente. Nada que ver.
De pasadita
Miguel Ángel Mancera, siempre cuidadoso por lo que hace a sus declaraciones, ahora lanzó un reto velado a Morena, o más precisamente a su líder, Andrés Manuel López Obrador. Le dijo que si después de la elección tiene pruebas de algún fraude, las presente, y ya. Diga como lo que diga, Mancera se fue contra López Obrador, y con ello las escaramuzas que se habían presentado entre manceristas y andresistas ahora toman lugar de combates en esta guerra por la ciudad que depara muchos sobresaltos. ¡Aguas!