Opinión
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Desde el otro lado

Una vez más el horror

U

n crimen de odio cubre de luto una vez más a Estados Unidos. En esta ocasión el atentado corrió a cargo de un joven blanco que asesinó a tres mujeres y seis hombres afroestadunidenses en una iglesia episcopal situada en Charleston, Carolina del Sur. El arma usada por el agresor, de 21 años, fue un regalo de cumpleaños de su padre.

Según información de La Jornada, antes de ser asesinado el pastor de la Iglesia suplicó al joven que dejara de disparar, pero él respondió: Ustedes violan a nuestras mujeres y están haciéndose de nuestro país, y continuó disparando.

Una de las conclusiones de este fatal acto es que a un segmento de la sociedad estadunidense, particularmente en el sur, no le cabe que exista igualdad entre los seres humanos y opta por ignorar la lucha por la equidad que ha costado muchas vidas, incluidas cientos de miles en la Guerra Civil.

La otra lección es que la venta indiscriminada de armas abre la posibilidad para que cualquier individuo tenga la capacidad de asesinar a mansalva a decenas de personas con o sin motivo. El colmo es que un padre obsequie a su hijo un arma mortal, para la cual evidentemente no tiene madurez ni equilibrio mental para poseerla.

Igual que en el pasado, surgió una ola de indignación en los más diversos sectores de la sociedad. Consternado, el presidente Obama lamentó el hecho y fue enfático en su insistencia sobre regular la venta de armas. Algunos de quienes aspiran a sucederlo también expresaron su pesar, aunque fueron cautos sobre sancionar el comercio de armas.

Lo cierto es que estos trágicos acontecimientos se repetirán, de no abolirse el precepto que en la Constitución estadunidense establece que cualquier persona puede poseer un arma. El concepto tiene base en una realidad de hace casi dos siglos, pero que evidentemente ya ha sido superada.

Amplios sectores de la sociedad coincidieron en la necesidad de superar la perniciosa idea que subsiste en segmentos de la población sobre la superioridad racial como algo inherente a los seres humanos. Es evidente que no se puede imponer una forma de pensar en torno a las preferencias raciales, pero no debe consentirse la discriminación con base en el origen étnico.

Existe el consenso de que mientras esas dos rémoras no se superen será difícil acabar con masacres indiscriminadas y con los crímenes por motivos raciales.