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Penultimátum

Pederastia eclesial

E

l año pasado, el procurador general de República Dominicana, Francisco Domínguez Brito, se entrevistó con sus homólogos de Polonia y el Vaticano para que le garantizaran que harían justicia en el caso de dos religiosos polacos acusados de abusos sexuales. De uno de ellos hemos ya dado cuenta aquí: el ex arzobispo Josef Wesolowski, de 2008 a 2013 embajador en Dominicana y delegado apostólico en Puerto Rico por designación del papa Benedicto XVI. El otro es el sacerdote Wojsciech Gil.

El procurador Domínguez Brito obtuvo la seguridad de que los delitos cometidos por ambos prelados no quedarían impunes. Esto alejó toda posibilidad de que fueran extraditados para ser juzgados y sentenciados en territorio dominicano.

El mejor conocido como Padre Gil fue condenado en marzo pasado en Polonia a purgar siete años de cárcel (la mitad de la pena máxima a que se enfrentaba) al resultar culpable de abusar de, por lo menos, dos menores en su país y seis en República Dominicana. También, de posesión de pornografía infantil y tenencia ilegal de armas y municiones. Deberá pagar a las víctimas 50 mil dólares de indemnización y no podrá trabajar con jóvenes durante 15 años.

En el caso del arzobispo Wesolowsky, el juicio en su contra comenzará el 11 de julio. Enfrenta penas que van de seis a 12 años de cárcel. Fue el papa Francisco quien lo expulsó de toda actividad eclesiástica en agosto de 2013 al divulgar los medios dominicanos la vida licenciosa que llevaba y ser acusado por las autoridades locales de varios delitos.

Abundan los testimonios que demuestran cómo durante su estancia  cometió numerosos abusos sexuales contra menores, además de utilizar y distribuir material pornográfico-pederasta. Luego de ser destituido como embajador, fue obligado a regresar a Roma para responder por los delitos cometidos. Ya en esa ciudad siguió llevando una vida licenciosa, lo que indignó a Francisco, quien en septiembre pasado ordenó su reclusión en el Vaticano.

Wesolowski, de 66 años, gozó siempre de la protección de su paisano Karol Wojtyla, quien siendo cardenal lo consagró en 1972 como sacerdote en Cracovia. Ya convertido en Papa lo encumbró en la diplomacia vaticana, primero como embajador en Bolivia y luego como su representante en cuatro países de Asia Central. En el Vaticano reina absoluto silencio sobre las actividades depredadoras del ex arzobispo cuando estuvo en los países antes mencionados. Al morir Wojtyla, lo siguió protegiendo su sucesor, Benedicto XVI.

Cabe señalar cómo otros prelados acusados de proteger a pederastas se libraron de ser juzgados, pero tuvieron que renunciar a sus cargos. Como Robert Fiin, obispo de Kansas, y el cardenal de Boston, Bernard Law. Otros más todavía gozan de impunidad total.