Al día, el recinto pone a disposición 3 mil 300 boletos, para evitar la frustración del público
La expectativa que generaron las muestras llevó a que familias enteras se trasladaran al recinto provenientes de otros estados
El director del museo atiende en persona el correcto flujo de visitantes
Lunes 29 de junio de 2015, p. 8
A las nueve de la mañana la fila para entrar al Museo del Palacio de Bellas Artes (MPBA) para ver las exposiciones de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti daba la vuelta al recinto por el Eje Central y la avenida Hidalgo, hasta llegar a la mitad de la Alameda Central. Al poco tiempo se extendió hacia el Centro Cultural José Martí.
A las 11 horas, la fila se cerró
; es decir, empleados del museo avisaron a la gente formada quién sería la última persona en entrar, en la medida que a diario se ponen a la venta, o se distribuyen, según el día de la semana, alrededor de 3 mil 300 boletos, dado el espacio en las salas y la seguridad. De esta manera, de antemano todo mundo sabrá si podrá ingresar y no hacer cola en balde.
Los cinco integrantes de la familia Madriz, algunos de los cuales viven en la ciudad de México, y otros, como Esperanza, quien viajó en camión desde Tamazula de Gordiano, Jalisco, llegaron al Palacio de Bellas Artes a las 22 horas del sábado 27. Es decir, pernoctaron afuera del inmueble para ser los primeros en la fila.
–¿Por qué tanto sacrificio?
–Toda la vida nos han platicado de estos artistas –contesta Nicolás Rodríguez Madriz, quien expresó su interés por ver El códice del vuelo de las aves (1505), de Da Vinci.
Entonces, hay que aprovechar una oportunidad como éstas
, asintieron Ana, Maricela y Eloisa. Pensaban concluir el paseo en la Basílica de Guadalupe.
Los segundos en la fila eran Érika González y Kenia Méndez, de 38 y 18 años, respectivamente, quienes habían arribado a las seis de la mañana atraídas por el deseo de conocer las obras de unas personas súper famosas
. Además, aprovechar lo que trae el gobierno
, porque viajar a los países de donde provienen las obras resulta difícil.
Manuel López Jiménez, de Puebla, se formó a las 11 horas, luego supo que sería la última persona en ingresar ese día, de ahí que exhortó al público a llegar temprano
.
El director del MPBA, Miguel Fernández, estuvo pendiente desde temprano del flujo de visitantes y mostró su disposición a resolver cualquier problema que se presentara. La explanada de Bellas Artes estaba ocupada con los integrantes de la Caravana 43 x 43, que realizaban un maratón de 43 horas en apoyo a los familiares de los estudiantes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa. Cada quien estaba en lo suyo.
Por ser domingo, la entrada al museo fue gratis. Fernández explicó a La Jornada que cada media hora, a partir de las 10, ingresaba a las exposiciones un grupo de 200 personas, quienes recibían un boleto y una calcomanía con la hora del turno que les había tocado. Hay una fila especial para las personas de la tercera edad y discapacitados, que entran casi sin esperar.
Hubo quienes realizaron el recorrido en tiempo récord, es decir, 35 minutos. Tal vez porque no pudieron ver La Mona Lisa, o La última cena, de Da Vinci, aunque sí las esculturas David-Apollo y Cristo Portacorce (Cristo Giustiniani), de Buonarroti. A pesar de ello, Carlos Meneses y su familia encontraron muy satisfactorio
el recorrido. A la joven María Camila Ramírez Orozco le gustaron en especial las manos de las esculturas.
Juan Mejía, quien asistió con su esposa, hizo varias observaciones, primero, respecto de la circulación en salas. Pidió señalizaciones que indiquen por donde caminar, para que los visitantes no choquen entre sí. También criticó las cédulas, que son difíciles de leer dado el tamaño de la letra y el nivel de colocación: hay que agacharse.
Se calcula que entre el día inaugural y el viernes 26, 6 mil 160 personas visitaron la exposición.