La violencia contra las mujeres va en ascenso. En la ciudad de México seis de cada diez ha sufrido una agresión sicológica, verbal o física, que va desde tocamientos de senos, nalgas, la zona de la vagina, exhibicionismo y hasta eventos donde las sacan del transporte público y las violan.

Teresa Incháustegui, directora del Instituto de las Mujeres, explicó que las de edades entre 20 y 35 años son las más agredidas, principalmente por hombres con edades promedio de 35 años, no por vejetes, como podríamos pensar.

Las mayores de 36 años no están exentas, aunque los agresores son adolescentes, en ambos casos aprovechan las horas pico en los sistemas de transporte Colectivo (STC) y Metrobús, de 8 a 10:30 y de 18 a 21:30 horas, para agredirlas.

En el foro Prevención y atención de la violencia comunitaria, realizado en las instalaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), denunció que la violencia hacia las mujeres en los espacios públicos aumentó en los años recientes, al pisar terrenos que antes era sólo de los hombres, que reaccionan con esa idea de que cualquier mujer que anda sola en la calle, no es de nadie y puede agredirla, lo cual no es cierto.

Hoy, comentó, las líneas del Metro donde se registra una mayor incidencia de tocamientos, actos de hostigamiento y agresiones físicas o verbales son la 1, 2 y 3, precisamente las encargadas de movilizar a más de la mitad de los usuarios diarios.

Mientras, las estaciones con mayor riesgo son las ubicadas en los limítes con el estado de México, como Pantitlán, pero también están Tacubaya y Cuauhtémoc, de la llamada línea rosa, aunque son muy pocas las mujeres que lo denuncian, porque pierden mediodía o dos días, y no tienen resultados, dijo.

Las autoridades están obligadas a ofrecerles condiciones de seguridad con iluminación y señalamientos en las calles, los cuales no existen en muchos casos, y toca a las delegaciones, que concentran el 80 por ciento del espacio público, por lo cual deben ser responsables y corresponsables, afirmó.

Además de acciones de prevención, consideró, debe analizarse el perfil de los agresores, quiénes son, no solo los nombres porque son datos personales; sino saber qué clase de personas son, cuáles son los resortes que los mueven, pues esa actitud puede estar relacionada con que tienen menos oportunidades de tener parejas sexuales, presentan problemas de sexopatía o están sobrestimulados por pornografía.

Por ello, es necesario diseñar e instrumentar políticas de prevención y atención de la violencia para que las mujeres se sientan seguras, lo cual implica un mayor involucramiento de las autoridades en la vigilancia, monitoreo y atención a víctimas; y que los ciudadanos se conviertan en observadores y participen en las estrategias de rescate de los espacios, indicó.