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Fue un gran periodista; su trayectoria no fue sólo en Televisa, dice su hijo Abraham

Sólo un puñado de políticos y empresarios acudieron a expresar su pésame a la familia
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Gabriel García Márquez y Jacobo Zabludovsky coincidieron el 29 de septiembre de 2004, cuando la embajada francesa condecoró en grado de caballero de la Legión de Honor al periodista nacido en el barrio de La MercedFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Viernes 3 de julio de 2015, p. 15

Jacobo Zabludovsky aseguraba que había nacido envuelto en la turbulencia del México de los caudillos. Ochenta y siete años después, una tormenta y una turba de reporteros y fotógrafos dieron el contexto noticioso al funeral del periodista, polémico por su contribución al sistema político mexicano desde la televisión y reinventado a sí mismo en la radio.

Ya en los micrófonos, fuera de Televisa, dijo a este diario que en su nueva época contaba con absoluta libertad para expresarse, como dueño de los contenidos de su espacio en Radio Centro.

Al rito, en el Panteón Israelita, no se acercó ninguno de los políticos que pasaron por las cámaras y el guión de 24 Horas. De la que fue su casa durante 27 años hasta 2000, las condolencias estuvieron a cargo de Emilio Azcárraga Jean, Joaquín López Dóriga y Miguel Alemán, que llegaron juntos.

Los respetos del gobierno de la República a la familia los presentó el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y la esposa del presidente Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera. Casi simultáneamente se sumó el jefe de Gobierno capitalino, Miguel Mancera.

El resto de políticos resolvió el trámite del pésame a Sara su esposa y a sus tres hijos, con un máximo de 140 caracteres en un tuit.

Abraham Zabludovsky planteó que la trayectoria de su padre no puede reducirse sólo a los tiempos de Televisa: Debe ser revisada objetivamente. Fue uno de los grandes periodistas del siglo XX y XXI de México, sin duda alguna.

Jacobo Zabludovsky quería que Abraham lo sustituyera en el noticiario estelar de Televisa, cuando dejó su programa para atenderse de cáncer y en los corrillos periodísticos se sabe que quedó muy dolido cuando de arriba se inclinaron por López Dóriga.

En una revisión de esa época, cuando la relación Televisa-gobierno resplandecía, su hijo mayor describió: “Todas las etapas cuentan. Todas fueron buenas. Estaba agradecido de tener la oportunidad de haber contribuido a la construcción de Televisa. Con Radio Centro, con Disney que a través de ESPN lo contrató para el Mundial y las Olimpiadas. Hace unas semanas estuvo en La Habana, en un juego del Cosmos de Nueva York con un equipo cubano y platicó con Pelé.

Dejó una huella en una manera de hacer noticiarios hechos por periodistas, en formatos originales, con ambición internacional, de medirse con los más grandes.

Azcárraga Jean pasó de largo ante las cámaras y grabadoras. López Dóriga dijo de su maestro: Él nos abrió la puerta a los reporteros en la televisión. Si no, ninguno de los que hacemos televisión estaríamos haciéndolo.

Ambos se quedaron media hora en la capilla y, cuando comenzó la lluvia y el féretro era llevado al panteón, a las 13:15, los dos se retiraron. Voy a la radio, se escurrió López Dóriga.

Desde esos micrófonos, más tarde, los dos repasaron sólo la historia de cómo Zabludovsky fundó la división de noticiarios de Televisa, la amistad cultivada del dueño de la televisora con él.

Al mediodía –el funeral estaba previsto para las 13 horas– Porfirio Muñoz Ledo llegó hasta el panteón, en la calle Sur 138 de la colonia América.

Actor principal de la época en que el periodista estaba más cerca del poder, se le preguntó si podía entenderse al sistema político del siglo pasado sin Zabludovsky. Respondió: Él no era propiamente un actor político, era un gran comunicador. Pero claro, los comunicadores tienen un papel en la interpretación de la realidad.

El funeral judío fue estrictamente privado. Y la contención que la familia y amigos habían logrado de los reporteros se rompió al abrirse las dos hojas de la capilla, para trasladar el féretro –cubierto con una manta negra y una estrella de David– hacia el panteón, en la otra acera de la misma calle.

En ese momento justo inició la tormenta. Los gritos de la familia y amigos que reclamaban respeto para el cadáver se confundieron con los relámpagos: ¡Fuera, esta es propiedad privada! ¡Fuera!

La masa de informadores empapados se arremolinó en torno al ataúd, incluso ya dentro del panteón.

Abraham Zabludovsky dijo que su viejo tenía sentido del humor cuando aseguraba que le gustaría cubrir la noticia de su funeral. Es un evento al que yo no quiero asistir pero aquí estoy.

Las televisoras, estaciones de radio y periódicos enviaron a la cobertura, principalmente, a reporteros de espectáculos, que querían saber la causa del deceso, a esa hora harto conocida.

–¿Fue un derrame cerebral? –le insistían al hijo del periodista.

–Qué importa. Qué más da.