Sociedad y Justicia
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Cada año mueren 250 mil mujeres, sobre todo en países de ingreso medio y bajo

Prueba de ADN para detectar cáncer de cérvix supera diagnóstico de Papanicolau

La mayoría de tumores, por virus del papiloma humano, señala investigador de California

Enviada
Periódico La Jornada
Sábado 4 de julio de 2015, p. 30

Cartagena.

Durante 74 años, a escala mundial, se ha utilizado la prueba de Papanicolau para detectar en forma temprana el cáncer cérvico uterino. Sin embargo, la enfermedad todavía es una epidemia que al año ocasiona la muerte de 250 mil mujeres.

Esto significa que los países, sobre todo los de ingresos bajos y medios, entre otros factores, no han logrado ofrecer una cobertura amplia de salud para poner el examen al alcance de todas las mujeres sexualmente activas, advirtió Krishnansu Tewari, investigador del grupo de oncología ginecológica de la Universidad de California en Irvine.

La falta de acceso a la atención médica, prevención y diagnóstico tempranos explica una parte de los decesos. Por otro lado, aunque por el desarrollo científico también se cuenta con medicamentos innovadores, los tumores cancerígenos siguen siendo sentencias de muerte, sobre todo en diagnósticos que se obtienen en las etapas avanzadas; más, si las afectadas no tienen acceso a los servicios de salud y terapias, señaló el experto durante el taller de periodismo científico del laboratorio farmacéutico Roche.

Tewari lamentó que esta sea la realidad para muchas mujeres porque, aseguró, los tumores malignos de cérvix se pueden curar. La mayoría se deben al virus del papiloma humano (VPH), el cual se adquiere mediante relaciones sexuales y tarda entre 12 y 15 años en evolucionar y convertirse en cáncer.

Lo anterior significa que hay un largo periodo de oportunidad que no se aprovecha para diagnosticar el padecimiento que, en promedio, afecta a población de alrededor de 47 años de edad.

Opciones de detección clínica

Tewari hizo una exposición histórica sobre los trabajos científicos para el entendimiento, la identificación del cáncer en el cuello de la matriz y los procedimientos quirúrgicos para extirparlo, los cuales se remontan a finales del siglo XIX y principios del XX.

También habló sobre el desarrollo de medicamentos que, principalmente en años recientes han logrado ser altamente eficaces para controlar neoplasias detectadas en estadios iniciales. Otros estudios realizados en los 30 años pasados se han enfocado en la búsqueda de alternativas para pacientes que concluyen el tratamiento clínico pero sufren recaídas.

El médico oncólogo señaló que hasta hace poco las mujeres con cáncer metastásico sobrevivían un máximo de siete meses. Una nueva terapia les ofrece una sobrevida adicional de cinco a seis meses.

La investigación científica ha sido exhaustiva en este tema, y con el desarrollo de la medicina genómica expertos lograron desarrollar una prueba de ADN viral capaz de detectar al VPH mucho antes de que provoque alteraciones en la matriz.

Tewari explicó que el Papanicolau identifica cambios en el cérvix y la vagina ocasionados por la presencia del VPH. A partir de esos datos, se determina la clasificación y el estadio del padecimiento.

Sin embargo, este método tiene algunas fallas, principalmente cuando da positivo a cáncer, agregó. Con la prueba de ADN, recientemente aprobada para uso en algunos países, se eliminan esos errores, afirmó Tewari. De todas formas, es recomendable mantener y ampliar la cobertura del Papanicolau y en algunos casos realizar la confirmación con la prueba genética, señaló.

En otras situaciones donde la falta de acceso a servicios de salud sigue siendo un problema, el examen de ADN viral de VPH puede ser una opción porque está recomendado para realizarse con una periodicidad de tres a cinco años, mientras el Papanicolau se debe efectuar cada dos o tres años.

Otra opción para evitar el surgimiento de tumores cervicales está en la vacuna lanzada al mercado hace 10 años, la cual efectiva para prevenir los serotipos 16 y 18 de VPH, asociados con la mayoría de los tumores.

El reto es lograr que la mayoría de las niñas a partir de los siete años de edad y las adultas de hasta 26 se la apliquen. Se trata, puntualizó el especialista, de inmunizarlas antes de que se expongan al virus, es decir, antes de que tengan vida sexual.