Opinión
Ver día anteriorMiércoles 8 de julio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El Partenón no es un banco
L

a noche del mundialmente discutido referendo en Grecia, después de semanas de suspenso, cuando el no a las exigencias de los acreedores de Europa se impuso en poco más de 61 por ciento, la mejor frase fue pronunciada por una mujer en Atenas, quien recordó simplemente: El Partenón es un templo, no es un banco. Esta evocación de la Historia no conmovió a los financieros, prototipos del hombre moderno.

En un relato donde narra un viaje a Estados Unidos, Umberto Eco confiesa su asombro cuando observa que, en California, algunos multimillonarios erigen gigantescas propiedades en un estilo arquitectónico inspirado en los antiguos monumentos griegos. Son copias de estilo clásico, pero mejoradas, afirman con orgullo los dueños, puesto que no se trata de reproducir ruinas. Al contrario, son construcciones nuevecitas, flamantes, sólidas, modernas. Si uno de estos millonarios se ofrece, al centro de sus jardines, la Venus de Milo, ésta tendrá sus dos brazos. Mucho más presentable que la mujer mutilada expuesta en el Museo del Louvre en París, acaso en homenaje a los inválidos.

La tragedia vivida por el pueblo griego, tan bien resumida en la frase: El Partenón no es un banco, quizá se extiende, por desgracia, a todo el mundo contemporáneo. La mundialización, la violencia de los intercambios y de los poderes financieros son fuerzas más poderosas que las ultra sofisticadas armas de destrucción masiva. Numerosos países, antiguas culturas y civilizaciones corren el riesgo de ser aplastadas por lo que algunos expertos siguen llamando progreso.

La construcción de Europa, cabe recordarlo, fue el ideal de quienes sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Esperaban acabar con las matanzas que causaron millones de muertes. Utopía, lugar sin lugar, de un país único: Europa. Mosaico de naciones diferentes, con tradiciones variadas y lenguas distintas, se asemeja más bien a la torre de Babel. En el mejor, o peor, de los casos, puede temerse que, pasadas algunas generaciones, terminará por imponerse una especie de jerga insípida, sin raíces ni alma, mezcla de lenguas con el predominante inglés salpicado de vocablos técnico-comerciales.

La victoria del no, tan temida por los partidarios de Europa, dirigentes, empresarios, industriales, bancos, formaciones políticas tradicionales, fue celebrada en Francia por los partidos extremistas, de derecha y de izquierda. Pero también por los millones de ciudadanos que añoran el franco, decepcionados del euro, moneda a la cual atribuyen el encarecimiento de la vida y otros males.

Un sistema de pensamiento había hecho creer, incluso a los escépticos, que era imposible echar marcha atrás de lo que se consideraba un progreso: ser miembro del Eurogrupo y tener al euro como moneda. El triunfo del no entreabrió las puertas de salida. Se volvió posible meter reversa: salir de una Europa dirigida por las políticas financieras del Fondo Monetario Internacional, de Alemania y de la Comisión de Bruselas. Volver, incluso, a la antigua moneda del país. Para una parte de franceses, dejar el euro sería, si no el fin de los males, un principio de alivio.

El no se puede echar marcha atrás cuando de progreso se trata se opone, en forma drástica, a la idea filosófica del eterno retorno. Retorno a lo que ya no existe, que existió y puede volver a ser.

A esto se agrega uno de esos paralelismos caros a Borges: la repetición de los hechos, a veces heroicos, en una época posterior, en un lugar alejado, ahora actuados por rufianes. Podrían también repetirse con el mismo heroísmo frente a otro enemigo en otra edad.

Cuba y Grecia tienen casi la misma superficie y la misma población (Cuba: 109 mil 884 kilómetros cuadrados, 11 millones 127 mil habitantes; Grecia: 131 mil 957 kilómetros cuadrados, 11 millones 125 mil habitantes). Fidel hizo frente al más grande imperio. Tsipras enfrenta un enemigo descarnado, poderoso, en apariencia también invencible. Los dados han sido arrojados. La Historia gira, se repite, cambia, idéntica.