No disponen de microcréditos para generar ingresos: Santander
Jueves 9 de julio de 2015, p. 24
San Lorenzo de El Escorial, Madrid.
La mitad de los adultos en América Latina no tienen acceso a los servicios financieros formales, una proporción mayor a la del promedio mundial. Esta es una situación que pone a millones de personas al margen de la posibilidad de obtener financiamiento para emprender un negocio que se convierta en fuente de ingreso, recibir remesas o tener una cuenta de ahorro.
En el mundo, 2 mil 500 millones de adultos están excluidos de los servicios financieros formales, señaló Carlos Andradas, rector de la Universidad Complutense de Madrid, al comenzar un curso organizado por esa institución y el Grupo Santander.
Según datos del Banco Mundial, 62 por ciento de los adultos del mundo tienen acceso a servicios financieros formales, básicamente a partir de la apertura de una cuenta de ahorro. En América Latina ese porcentaje baja a 51 por ciento. La necesidad de aumentar la proporción de personas que participan de los servicios financieros formales la marca el hecho de que en la próxima década 70 millones de jóvenes se incorporarán al mundo productivo, dijo Andradas.
La inclusión financiera es el tema del XIV Encuentro Santander América Latina. Según el Banco Mundial, la participación en los servicios financieros formales es un factor determinante para la reducción de la pobreza y para lograr un crecimiento económico inclusivo.
En sí misma, la inclusión financiera no es un fin, pero existe cada vez más evidencia de que genera beneficios para los individuos, de acuerdo con datos del índice financiero global 2014 del Banco Mundial.
Por ejemplo, el microcrédito representa una herramienta efectiva de inclusión financiera, es decir, de la entrada de personas a los servicios financieros formales, expuso Jerónimo Ramos, responsable de microcrédito de Santander en Brasil.
Los préstamos en pequeñas cantidades, entregados a grupos de deudores solidarios entre sí, significan un apoyo para que una persona ubicada en la parte más baja de la pirámide de ingresos sea capaz de generar por sí misma un empleo y, por tanto, un ingreso recurrente, planteó.
No se trata de asistencialismo o de donaciones; tampoco de sólo otorgar préstamos de pequeñas cantidades
, planteó. Es una forma de inclusión no sólo financiera sino también social, dijo.
Un ejemplo del efecto de la inclusión financiera lo relató, en el mismo foro, Héctor Toty Flores, un antiguo piquetero (trabajadores que salieron a bloquear caminos en Argentina durante la crisis de 2001). Flores encabeza el proyecto cooperativo La Juanita, en el municipio de La Matanza, un barrio pobre, como lo describió, de Buenos Aires.
La instalación de cajeros automáticos para retirar fondos de programas sociales y la apertura de una sucursal bancaria en el barrio nos dio igualdad de condiciones con los demás
para avanzar en la concreción de proyectos, que incluyen panadería, una fábrica de ropa y una empresa editorial, que publica los testimonios de los residentes sobre la forma en que fueron afectados por la crisis y cómo han salido de ella, relató Flores.
En los microcréditos la garantía de pago es la confianza que tiene el prestamista en la persona que lo recibe, a diferencia de un préstamo bancario en el que siempre hay algún bien en prenda. Por eso se cuida evitar el sobrendeudamiento de las personas que los reciben, explicó Ramos.