l Inegi entregó a tiempo los resultados de su Encuesta nacional de ingresos y gastos de los hogares (Enigh) y toca ahora a los estudiosos de la sociedad y, en particular, al Coneval abocarse a procesar sus hallazgos. Como se sabe, la encuesta es una mina informativa y digerirla implica cuidado y rigor.
El Congreso de la Unión tiene ante sí la ingente tarea de interpretar esos y otros saldos que dibujan nuestro presente y obligar al gobierno a que, a más de ofrecer un presupuesto argumentado y bien financiado, se comprometa a elaborar y poner en práctica políticas de acción inmediata y estrategias que busquen ir al fondo para alinear los esfuerzos nacionales en pos de un propósito central que la encuesta y seguramente los subsecuentes cálculos del Coneval confirmarán como tal: México tiene que ser un país cada vez menos desigual, porque es en esta desigualdad económica y social que documenta Inegi donde anidan los núcleos y los mecanismos que reproducen y amplían las diversas formas de pobreza que nos caracterizan y hacen impresentables como sociedad y Estado nacionales.
No se trata, como algunos pericos empiezan de nuevo a cotorrear, de regodearse en nuestras desgracias y fatalidades, porque no es fatal ser tan desiguales y contar tantos pobres. De lo que sí se trata es de no edulcorar más la situación con especulaciones insostenibles sobre nuestras clases medias y su ensanchamiento, para de esta manera ir forjando un consenso en positivo contra la desigualdad y el empobrecimiento que en su combinación nefasta nos están hundiendo. Ahí está el huevo de la serpiente de la degradación política que nos acosa y del decaimiento moral que lleva a celebrar la audacia de criminales y a festejar la demolición del Estado y sus gobiernos.
Los juegos de abalorios que se busca presentar como novísimas revelaciones de la evolución nacional, no nos ayudan a crear esta nueva conciencia que es, a su vez, el inicio de una sensibilidad racional e histórica. Cacarear el fin de la desigualdad o el abatimiento seguro y sostenido de la pobreza es propio de cretinos morales carentes de valor intelectual, pero al mismo tiempo ávidos de notoriedad y reconocimiento. El arcón de datos duros que nos ofrece una vez más Inegi, por otro lado, es contundente y no debe trivializarse sacando consecuencias catastrofistas: la catástrofe está con nosotros y no sirve de mucho magnificarla. Hay que asumirla y echar a andar.
Transcribo algunos de los panoramas que nos ofrece la Enigh, elaborados con la seriedad que lo distingue por Enrique Provencio, ahora investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo y relator principal de los trabajos del Grupo Nuevo Curso de Desarrollo, de la UNAM. Vendrá más de estos y otros nichos de pensamiento, así como una discusión mayor sobre los criterios y formas de medir los fenómenos aludidos. Se trata de una problemática que no admite reposo; pero lo que urge es que los órganos del Estado, incluidos los partidos políticos, se aboquen ya a su estudio y comprensión. No es ni será un divertimento.
1) Aún estamos muy lejos de recuperar los niveles de ingreso corriente previos a la crisis. El ingreso corriente total de 2014 estuvo casi 15 por ciento por debajo del de 2008. Las bajas tienen variaciones muy diferenciadas por decil, pero en todos los deciles este ingreso era en 2014 inferior al de 2008. Respecto a 2012 la caída fue de 3.2 por ciento. (Ver cuadro 2.1 de los tabulados básicos.)
2) ¿Mejoró, empeoró o se mantuvo la distribución? Depende del Gini que se observe y contra cuál año se compare. Si se contrasta con 2010, en todos los casos (seis Gini distintos) la distribución por hogares fue peor en 2014.
El comunicado del Inegi dice que el coeficiente de Gini fue similar al registrado dos años antes, al presentar valores de 0.438 y 0.440 para 2014 y 2012, respectivamente. Este coeficiente refleja el efecto de las transferencias en la distribución del ingreso, ya que el Gini antes de transferencias fue de 0.491
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Si se observa el ingreso corriente per cápita, el Gini 2014 queda exactamente igual que en 2012 (Gini de 0.481 con transferencias y de 0.511 sin transferencias).
3) Entre 2012 y 2014 el único decil que mejoró su ingreso corriente fue el I, donde se ubican los hogares más pobres, con un aumento de 2.1 por ciento. Ese mismo decil I había mejorado su ingreso en 5.5 por ciento entre 2010 y 2012. Esto, sin embargo, se debe sobre todo a las transferencias que realiza el Estado. Como lo consigna el Inegi, el ingreso del decil I ya depende en 43 por ciento de las transferencias.
Las pérdidas en el ingreso corriente entre 2012 y 2014 fueron más agudas para los deciles medios (VI a IX).
Muy preocupante lo que ocurrió con los ingresos corrientes monetarios: si entre 2010 y 2012 crecieron 7.8 por ciento, entre 2012 y 2013 se redujeron 1.9 por ciento (a pesar de una recuperación de las remuneraciones al trabajo).
Los nuevos datos de ingreso vienen a precios de 2014 y hay que reconstruir las series, pero todo indica que el ingreso corriente y el ingreso laboral per cápita de 2014 fue inferior al de 1992 (siguiendo la serie de Coneval en su informe de 2014).
4) El ingreso por perceptores de 2014 según múltiplos del salario mínimo general (SMG) da una imagen viva del nivel en que siguen las cosas. Según la nueva Enigh, en 2014, 64 por ciento de los perceptores tuvo un ingreso igual o menor a dos SMG. Sólo 7 por ciento de los perceptores registró ingresos de más de seis SMG.
5) El gasto corriente total de los hogares se redujo en 4.8 por ciento de 2012 a 2014. Salvo en vivienda y combustibles, hubo reducciones en todos los demás conceptos genéricos del gasto monetario, incluyendo alimentación, salud y educación. En el decil I el gasto corriente promedio trimestral se redujo en 5.7 por ciento.
A precios constantes, en 2014 se gastó menos en alimentos por hogar que en 2008, pero proporcionalmente los alimentos pesan más que hace seis años.
Saldos molestos e impertinentes, pero que no pueden soslayarse más, so pretexto de no incomodar a los acomodados y satisfechos. El regodeo con la sociedad de los dos tercios, que en su dinámica acabará por limar los extremos del tercio de abajo, debe pasar al archivo de las ilusiones perdidas y las expectativas confundidas y confusas.