Trazos de fuego y humo, primera exposición del artista juchiteco en la ciudad de México
Manipula el calor y aprovecha los accidentes que deja en sus obras: Es un poco riesgoso
Lunes 3 de agosto de 2015, p. a11
La imagen de una llanta quemada sobre una pared o un autobús en llamas, escenas comunes en el movimiento social en Oaxaca de 2006, aunadas a que pertenece a una familia de alfareros, fueron elementos determinante en el empleo de fuego y el humo en la obra del artista visual Sabino Guisu (Juchitán, 1986).
Entrevistado con motivo de su primera exposición en la ciudad de México, en la novel galería Oaxaca Arte Hoy, Guisu admite que de niño siempre tuvo gran afición por quemar cosas, aunque aclara que no es pirómano. Su padre, que era pintor, le regaló un libro sobre las guerras en la historia, y el pequeño Sabino a veces moldeaba ejércitos con barro, figuras que luego eran mandadas a la hoguera, a manera de juego.
Al respecto, expresa: Puedes capturar el fuego en una imagen, mas no el elemento. Pero una manera de hacerlo es capturar la huella que deja el fuego. De un incendio en un bosque quedan cenizas, marca que para mí es gráfica. O sea, el humo para mí es como un tipo de gráfica, pero al final es la huella que deja un elemento
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Guisu vio que en el cocimiento tradicional en Oaxaca siempre hay accidentes involuntarios sobre las vasijas: “Dije, ‘si puedes manipular esto y transportarlo al arte contemporáneo, pues, por qué no’. Mucho mejor si uno lo documenta. Admiro a muchos artistas que no sólo han trabajado con el fuego, sino que han experimentado. En especial hay un movimiento alemán, el Grupo Zero, cuyos integrantes se atrevían a hacer cosas diferentes”.
En Juchitán, Guisu tomó talleres de pintura y modelado en plastilina en la Casa de la Cultura, recinto fundado por Francisco Toledo. Trasladado a la ciudad de Oaxaca a finales de 2005 para estudiar música y arte en la Universidad Autónoma de Benito Juárez, consiguió trabajo en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (Iago), también fundado por Toledo.
Después de pasar por todas las áreas del Iago, acabó en la biblioteca, donde pasó tres años: La biblioteca del Iago fue en realidad mi escuela, porque era una manera de estudiar más libre. Cambió mi vida. Empecé a ver desde el arte primitivo hasta Ai Weiwei. Era como un puente que me transportaba. Siempre me ha gustado transportar lo antiguo y lo místico con lo moderno y lo frívolo
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Las primeras piezas que hizo eran unos comales de barro quemados, con figuras. Luego manipulé el fuego para que tuviera este accidente que deja. Esa vez le puse papeles.
¿Cómo controla? “Depende del acercamiento. Tengo que suspender la obra y luego empezar a quemar como con una antorcha de madera o gasolina. Voy midiendo la altura. Se me han quemado muchos cuadros, también las manos; es un poco riesgoso.
Considero que la técnica es súper primitiva. No es un aerosol moderno, con aire comprimido. El humo le da un difuminado muy especial; eso no lo decido yo, sino el fuego al final. ¿El control? Quizá para crear un poquito la figura.
El artista siempre trata de hacer cosas nuevas: Ahorita estoy haciendo textil en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa). También unas gráficas, técnica nueva en la que no usamos tinta, para ahorrarla. Le llamamos humografía, porque es una tabla de madera grabada con gubias. Lo hice en el taller de Fernando Sandoval en Oaxaca. Fue un experimento, no sabíamos cómo iba a quedar
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La exposición Trazos de fuego y humo permanecerá hasta el 30 de agosto en la galería Oaxaca Arte Hoy (Ámsterdam 252, colonia Hipódromo Condesa).