Opinión
Ver día anteriorJueves 13 de agosto de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Populismo y resultados reales
L

uego de un mes de julio lleno de golpes a la autoestima del gobierno federal, como la fuga del Chapo, la publicación de la ENIGH 2014 y luego el cálculo del número de mexicanos en situación de pobreza de Ceneval, Peña Nieto y Beltrones decidieron anatemizar el populismo. Primero Peña, en un acto partidario ad hoc para su lucimiento, y luego el nuevo presidente del PRI, el que terminó con la sana distancia, nos informó que hay tentaciones sumamente populistas. La concurrencia de estas dos expresiones da cuenta de un propósito común.

El planteo del grupo gobernante es que el país va por la ruta correcta y que en las reformas estructurales, como dijo Beltrones, ni un paso atrás, ni para tomar viada. Lo cierto es que el examen de los resultados de 33 años de un mismo modelo económico, el que postula al mercado como asignador fundamental de los recursos de la nación, evidencia un fracaso indudable. México ha logrado la vergonzosa hazaña de perder tres décadas de desarrollo: entre 1983-2014 el crecimiento del PIB ha sido de 2.3 por ciento anual promedio y el per cápita de apenas 0.6 por ciento, que al incluir a los compatriotas que han emigrado resulta un crecimiento per cápita ínfimo de 0.3 por ciento anual promedio.

Más grave aún ha sido que hemos presenciado un agudo deterioro de los niveles de bienestar de las mayorías: en los mismos años (1983-2014) los salarios mínimos perdieron 72 por ciento de su capacidad de compra, los salarios contractuales cayeron 64 por ciento y los ingresos medios de los campesinos perdieron un tercio en términos reales. El sector informal incluye ya a 58 por ciento de los ocupados y, como lo acaba de informar el Coneval, 55.3 millones de mexicanos están en condiciones de pobreza, de los cuales 11.4 son pobres extremos. El desastre social es evidente.

Frente a este terrible panorama, se insiste en que la solución es persistir en lo que han venido haciendo quienes nos gobiernan desde hace más de 30 años. Pocos creen que esto pueda ser cierto. Muchos creen que México demanda una modificación de 180 grados del sentido de su proyecto nacional. Para que ello sea posible se necesita empezar con una política económica y social basada en que restauremos la cohesión social, reconstruyamos la convivencia nacional y abramos un nuevo rumbo hacia la prosperidad. Para ello hacen falta tres cosas: un gran esfuerzo de inteligencia colectiva, una gran capacidad de solidaridad social y, por supuesto, una fuerza política de amplio registro que produzca una gran convergencia de voluntades.

Estos tres ingredientes deben ser coincidentes, pero se producen en ámbitos diferentes. En la primera área se dispone de propuestas integrales producidas por el grupo Un Nuevo Rumbo para el Desarrollo, así como por el Consejo Nacional de Universitarios por una Nueva Estrategia para el Desarrollo. En lo segundo hace falta replantear el contenido ético de la educación, desde sus niveles básicos hasta los superiores para producir ciudadanos solidarios y respetuosos de los derechos ajenos. En cuanto a una fuerza política capaz de encabezar la transformación nacional es indispensable saber con quiénes es posible aliarse. La confluencia de las izquierdas es una posibilidad, siempre que se precise que fuerzas políticas lo son y cuáles sólo dicen serlo. No porque renuncie una dirección incapaz y subordinada al gobierno en turno se regresa a la izquierda.

Los neoliberales mexicanos fundamentaron su propuesta en la tesis de que los gobiernos de Echeverría y López Portillo habían llevado al país al despeñadero. Doce años de populismo, según ellos, provocaron que los 10 años siguientes se perdieran para el desarrollo. Sin embargo, en aquellos años altos niveles de crecimiento del producto y del empleo eran comunes. Al tiempo que los ingresos de los trabajadores alcanzaron sus cotas superiores. No todo funcionaba bien, por supuesto, pero, como dice el viejo dicho popular: estábamos mejor, cuando estábamos peor.