Opinión
Ver día anteriorViernes 21 de agosto de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Teatro de la mente: delirar quijotesco
R

enacer con la escritura que le inscribió su madre generadora del delirio que los volvía ilusoriamente cuerpo. Ambas escrituras en busca del eco más fiel: ¿Cómo? Dejando de ser, dar lugar a la columna vacía que abre el yo a través de desdoblamientos. Borrados por el centro y reflejados sin dejar de ser unidad que se desdobla en cuerpo y lenguaje. Una significación corporal: unificados y desfasados en el mismo movimiento. Espacio mágico del teatro de la mente (el de Antonin Artaud y Julia Kristeva).

Lenguaje quijotesco formulado en términos de escritura interna en estado de formación que se estructura de variedad y diferenciación, integración y disgregación. Nada vuelve a ser igual a nada. Ni es fijo ni central. Cambio de escenarios en que todo vuelve a recorrer el ciclo fantasmal de estar y no estar a la vez. Juego de tiempo y espacios que son y no son. Falta de fijeza de las cosas, incesante transformación enloquecedora que hace de cada instante, en cuanto realidad síquica, vida pasional. Inquietante fluir inasible, de nada nace, si nada muere, todo se transforma, incansable mutación que capta el lente sicoanalítico sin respuestas ni curvas, sólo observación y preguntas, nuevas retranscripciones y nuevas preguntas.

Vacío negro para volver a idealizar con su sexo amante la frecuentación a Dulcinea, con sus mil máscaras, que aspira a ser representación de la palabra que se nos va. Espectadores de una escritura previa a la poesía, que se oye, se dice: la palabra no ha nacido, la articulación es el grito, pero no el discurso. Por ejemplo, el jipió del cante jondo (¡Ay, Sevilla!). Escritura que se transcribe desde la butaca mental de espectador, perfora, desdobla, recobra un conjunto doble el juego producido mutuamente: una vida doblada por los yos desdoblados. Los roles sociales desaparecen, la identidad se difumina en busca de lo perdido, réplica de la primera pérdida. Regreso a la actuación (¿erótica?) que impide el desdoblamiento total, la escisión melancólica esquizofrenia, el delirio total; la muerte.

El Quijote escritura pasional inscrita en contrato mental inspirado diabólicamente, no para dividir, sino multiplicar las fisuras del movimiento que va más allá del cuerpo en la contemplación de la percepción alterada. Eje vacío que atraviesa, diferencia sin hendir. Explica alejamientos, infringe alucinaciones, requiere de ausencia y prescinde de la presencia, elabora, regresa al teatro mental en que los actores son espectadores hasta el infinito busca de huellas descritas por Jacques Derrida, sin origen, como don mortuorio. Traumas infantiles sólo escena por un lado falsa y desmesurada y por otro verdadera e inevitable, reducida e inscrita desde el yo hasta el final.