Brutal atentado contra el pueblo de San Ángel
or supuesto que las turbulencias de la segunda mitad del siglo pasado no se agotan. Vamos apenas en 1960. Dentro de algunos acontecimientos que considero vale la pena exhumar están, por ejemplo: 1. la toma de la Torre de Rectoría, en protesta contra la elección del sucesor del doctor Nabor Carrillo. Según un amplio sector de estudiantes, la Junta de Gobierno había tomado su decisión sin considerar la opinión mayoritaria de la comunidad de la UNAM, tal como lo estipula la Ley Orgánica. 2. El singularísimo enfrentamiento de los directores de los dos periódicos más importantes del México de entonces: Excélsior y Novedades. Durante varios días la primeras páginas de ambos diarios publicaron editoriales agresivos y descalificadores, firmados nada menos por Rodrigo de Llano y Mario Beteta Quintana. No conozco, ni antes ni después, un caso semejante. ¿El origen? La violenta expulsión de un hampón de nombre Aldo Baroni, colaborador de Excélsior, del auditorio de la Facultad de Ciencias Políticas. Este Baroni y su hijo Fulvio, eran dos acridios que medraban en múltiples nóminas oficiales y también en las de algunas embajadas. 3. Relataré también una riesgosísima visita del rector Chávez al auditorio de la Facultad de Derecho, para atestiguar la toma de posesión del presidente de la sociedad de alumnos, José Luis Alonso quien, entre alaridos de la multitud que atiborraba el recinto, le hizo saber al rector que la directiva que presidía se declaraba marxista, leninista, estalinista y, devota de la Tercera Internacional. Tan sólo le faltó proponer que al lema vasconcelista, que optimistamente nos aseguraba que el vocero autorizado para hablar por la raza sería el espíritu, se debería agregar: studenten aller Länder vereinigt euch. 4. Además, si la señora Rossbach me ayuda en la traducción de un artículo publicado en The Saturday Evening Post, titulado: “Will Mexico take the Castro
way?” les daré la versión gringa de un acontecimiento inédito en este país: la quema de la bandera gringa en el Zócalo de la capital. Y ya entrados en gastos les cronicaré un incidente ocurrido también en 1960, cuando la irresponsabilidad de un agitador profesional
(así se les motejaba en esa época, a los líderes estudiantiles no orgánicos
), estuvo a punto de ocasionar un gravísimo conflicto internacional. Imaginen las consecuencias que hubiera ocasionado la noticia de que la escolta personal del segundo hombre más importante de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la Dirección Federal se Seguridad nacional, habían permitido que un sujeto, dizque líder estudiantil, llegara a unos cuantos centímetros de Anastas Mikoyan, viceprimer ministro y presidente del presidium del sóviet supremo de la URSS, y le solicitara dirigir un mensaje a los universitarios mexicanos pero que, con mínimo recato, portaba en la cintura una pistola Llama 38 (comprada en las armerías que antes de 68, estaban abiertas a todo público en las calles de Brasil). De todo esto platicaremos más delante si, abuela dixit, diosito nos da vida y salud.
Pero por ahora pido licencia para intercalar en esta agenda, otros temas no sólo importantes sino urgentes: uno se refiere al brutal atentado que muy altas autoridades gubernamentales, tanto del ámbito territorial, como del gobierno central y de la Asamblea de Representantes, están comenzando a operar en contra de uno de los espacios más preciados de nuestra ciudad: los viejos barrios que conforman el histórico pueblo de San Ángel. Funcionarios públicos y asambleístas se han coludido con verdaderos hampones inmobiliarios, con los CEO, de las industrias hoteleras, restauranteras y de algunas otras actividades que nadie querría tener a la vuelta de sus hogares. Con la burda patraña de otorgar a San Ángel el reconocimiento de pueblo mágico
, se han dedicado al ejercicio de las más negra de las magias, la de la corrupción. Truco inigualable para hacer desaparecer valores, costumbres, formas de vida de una comunidad, a cambio de una plusvalía que, al rebasar las manos de los especuladores, deposite en la siniestra de las actuales autoridades perredistas, un tanto que demuestre los beneficios de la capilaridad social.
Este poderoso equipo o, más bien dicho, banda, pandilla de depredadores urbanos, tiene años dedicados a la sistemática destrucción de este pequeño ámbito del arte, la cultura y la historia que generaciones de mexicanos han construido y que, nosotros los de ahora
estamos empeñados en preservar. Me propongo hacer públicos los datos precisos sobre este crimen urbano que ya está en marcha, con el objetivo preciso de que las autoridades responsables no tengan siquiera las excusas del desconocimiento o la falta de una denuncia. Sabemos que contra el ejercicio de la ley no puede alegarse el no lo sabía
, ni el desuso o práctica en contrario y, menos aún, de parte de la autoridad responsable. Además, por supuesto, que hay delitos que no requieren de denuncia sino que su persecución y castigo son parte esencial, irrenunciable, del quehacer de un gobierno, sobre todo si se ufana de honorable, democrático, progresista. Pronto, una documentada denuncia estará ante su vista.
El otro tema de pronta, urgente y expedita resolución, se refiere al inminente relevo del doctor José Narro, actual rector de la UNAM. Quince distinguidos académicos, escogidos por el H Consejo Universitario, habrán de seleccionar, a su vez, al hombre que según su (esperemos) racional, inteligente, apasionado amor de entraña puma, asuma el, para mí, más honroso cargo al que se pueda aspirar: rector de la UNAM.
Vamos, cuanto antes, a desmenuzar este asunto que yo considero vital: Normatividad que regula la elección. Personas cuyo voto puede decidir el futuro de nuestra casa por los próximos 4 u 8 años. ¿Quiénes son, de qué prepa vienen, qué intereses representan y, como diría Chucho Salazar, qué brillantina los patrocina? Conozcamos también a los candidatos más allá de sus referencias académicas. (Ya revisé sus currícula y todos tienen medallita en la frente pero… Tenemos que saber qué piensan sobre cuestiones fundamentales no sólo para nuestra Universidad (cuando digo nuestra, obviamente quiero decir nacional), sino para el país. Una mínima perspicacia nos hará ver que los fierros que distinguen a la mayoría de los electores, se replicarán en el elegido. (Nota adelantada: de los 15 electores, la mayoría exigida por la ley para decidir al próximo rector, fue nombrada durante el rectorado de don José Narro, que para mí debe ser castigado con la suplencia de Chafet (como le llamó uno de los entrañables coléricos que me escriben). Este dato y su desempeño, son algunas señales que nos orientan para atinarle al rally rectoril pero, no adelantemos vísperas, mejor informémonos y actuemos de manera que el espíritu hable, como a la raza le conviene.
Twitter: @ortiztejeda