maginemos que un legislador del partido al que el presidente pertenece se hubiera opuesto a algunas de las reformas más caras de su administración, más aún si ese representante popular es uno de sus más conspicuos apoyadores. Evidentemente es algo casi imposible de ocurrir en nuestro país. No así en Estados Unidos, donde uno de los más destacados senadores del Partido Demócrata se opuso a la intención del presidente de firmar un acuerdo de distensión nuclear con Irán.
No es extraño que un legislador del mismo partido del presidente se oponga a sus designios. Lo diferente, esta vez, es que el senador Schumer, a más de distinguirse por su sistemático apoyo a la agenda del mandatario, es uno de los personajes más influyentes en la Cámara de Senadores. Entre quienes abrevan en los medios de opinión política su decisión fue sorpresiva. ¿Qué lo llevó a tomar una posición tan delicada y extrema? De acuerdo con un buen número de medios políticos, fue la influencia del poderoso lobby israelí. No está claro si la oposición del senador Schumer es solamente un guiño a un sector íntimamente ligado a Wall Street, o es una posición política que va más allá.
Por su parte, el presidente ha insistido en que con la firma del acuerdo se abre la posibilidad de que los expertos de las Naciones Unidas tengan acceso a los sitios en los que los iraníes producen energía nuclear, y ha insistido en que un mal acuerdo, como lo consideran sus opositores, es mejor que un no acuerdo. Al fin y al cabo, ha dicho el Ejecutivo estadunidense, la intensión del pacto no es dar a Irán la libertad irrestricta para enriquecer el uranio que le permita la construcción de una bomba, sino para garantizar el ingreso a los inspectores de la ONU a sus instalaciones nucleares para certificar que no la construyen.
Cuando el presidente anunció que enviaría al Congreso el acuerdo, las calles de Irán se convirtieron en un carnaval celebrando el fin de las sanciones económicas que han dañado profundamente la economía de ese país. Lo opuesto sucedió en los medios más conservadores del gobierno israelí, encabezados por el ánimo guerrero el primer ministro, Benjamin Netanyahu, quien rechazó contundentemente las intenciones del mandatario estadunidense.
En todo caso, una declaración mucho más trascendente fue la que hizo el señor Efraim Halevy, quien fue jefe de Mossad, la agencia de inteligencia del gobierno Israelí. En una entrevista para la cadena pública de televisión estadunidense expresó su apoyo al acuerdo por la certeza de que cierra el camino para que Irán fortalezca su capacidad nuclear con fines militares, al menos por una década o más
. La trascendencia radica en que un personaje tan importante en los medios políticos y militares israelíes rompa, como lo ha hecho en otras ocasiones, con el primer ministro de ese país en su irresponsable pretensión de intensificar el conflicto entre Irán e Israel.
Pronto se sabrá si los halcones en el Senado de Estados Unidos son capaces de obstruir un acuerdo mediante el que seis naciones intentan la distención en el Medio Oriente.