as noticias que nos llegan de Estados Unidos relativas a sus próximas elecciones, que incluyen al presidente de ese país, no podían ser más aterradoras. Primero, en su inicial salida como aspirante a la candidatura republicana, Donald Trump mostró desnudamente todas sus credenciales nazifascistas, ensañándose principalmente con los migrantes mexicanos, centroamericanos y de Sudamérica, que han llegado a Estados Unidos a trabajar, a lograr una vida digna mínima y también a colaborar construyendo ese gran país.
Es de verdad preocupante que un personaje de tan ínfima ralea intelectual sea el puntero ahora de varios candidatos del Partido Republicano, y de la principal del Partido Demócrata, Hillary Clinton, según algunas encuestas que, y como ocurren estos fenómenos en Estados Unidos, no esté absolutamente excluida su llegada a la presidencia de la república, lo cual sería desastroso para el mundo entero (incluidos el propio Estados Unidos) y desde luego también el subcontinente latinoamericano.
Cuando mencionamos a Estados Unidos hablamos en general de un gran país, plagado de técnicos y sabios de primerísima calidad, de premios Nobel en prácticamente todos los campos, de grandes escritores e historiadores, etcétera. En cambio, cuando hablamos de sus políticos, naturalmente con excepciones, nos referimos ya a otra jerarquía de seres humanos, pero incluso ahora, con la temible presencia de un personaje como Donald Trump, que pudiera llegar a ser el comandante supremo de fuerzas militares superavanzadas tecnológicamente y poseedor del mayor arsenal nuclear del mundo, de armas de destrucción masiva (desde luego de bombas atómicas, de cohetes transportadores y de otras lindezas aún desconocidas, pero que pueden estar ya construyéndose en la primera potencia mundial económica y militar). Tal posibilidad llena de terror a la mitad del mundo.
Naturalmente, su espíritu discriminatorio y excluyente radical (si puede hablarse de espíritu
en el caso de Donald Trump), si llegara a la Casa Blanca, se vería reflejado en prácticamente la totalidad de iniciativas y conductas que asuma. El nazifascismo que implican sus recientes expresiones no es algo improvisado, sino algo que viene de una educación (o deseducación) muy larga y profunda. Si tal fuera el caso, el mundo entero tendrá que oponerse a un enemigo de la humanidad, y a uno de los personajes más siniestros que tienen la posibilidad de encaramarse a uno de los más altos mandos de la mayor potencia sobre la Tierra. Por ejemplo, su ocurrencia de construir una muralla entre Estados Unidos y México, que además deben pagar los mexicanos, es una de tantas posibles aberraciones que pueden surgir de una mente enferma como la de Donald Trump.
Claro que los mexicanos (de nuestro territorio), por suerte, no tenemos el privilegio
ni la obligación de votar por un candidato de Estados Unidos. Ni quisiéramos estar en sus zapatos. ¿Votar entre Donald Trump, un hermano de George Bush o Hillary Clinton, que ahora se sabe fue una de las amadoras
más conspicuas e insistentes en el desmantelamiento de la industria petrolera mexicana, de la privatización del petróleo y de su desnacionalización? ¿Se percibe en qué problemón estaríamos?
Debe reconocerse, de todos modos, que tal cercanía (que es casi una anexión) ha sido fuertemente impulsada por nuestros más altos funcionarios de las finanzas y de la política. Para ellos, está cerca de realizarse el viejo sueño de que México se convierta en una estrella más de la bandera o de la constelación estadunidense.
Si no hubiera múltiples signos en tal dirección habría sido suficiente la declaración de hace unos cuantos días de Luis Videgaray, secretario de Hacienda, en el sentido de que América del Norte (naturalmente con México, Canadá y el espolón de proa de Estados Unidos) sería pronto una de las regiones del mundo más activas económicamente en el mundo, y con mayores recursos financieros, lo cual pudiera ser (en la visión de Videgaray), por supuesto, a costa de los últimos jirones de soberanía de México que pudieran estar todavía por ahí volando hechos añicos.
La cuestión educativa también porque estos funcionarios, en su gran mayoría, se formaron profesionalmente en Estados Unidos, sin importarles jamás las alternativas a las situaciones, y convencidos además de que formar parte de la economía y de las influencias que emanan de la gran potencia del norte es no sólo la única, sino la más alta posibilidad y opción para un país como México, que ha vivido el milagro de ser un vecino muy cercano de Estados Unidos, lo que permite acercarnos más aún, así sea a costa de las dádivas que los dirigentes del norte puedan pedirnos o exigirnos. Más bien, nosotros seríamos los primeros en correr a entregárselos, como es debido entre buenos vecinos, parecen decirnos los dirigentes, que también parecen ignorar todo de nuestra historia.
Pero los efectos evidentemente, para no ir más lejos, golpearán también a Latinoamérica, y en primer lugar a Cuba, que decidió ahora restablecer relaciones diplomáticas con Estados Unidos. En el inicio de esa nueva relación nada será más negativo y frustrante que tener que enfrentarse (que enfrentarnos) a un espécimen como Donald Trump, quien obviamente pondrá todos los obstáculos imaginables y no imaginables para frustrar o hacer muy difícil que prospere esa relación.
Pero la tarea difícil no se limitaría a México o a Cuba, sino que se extendería a toda Latinoamérica, cuando se esfuerza por consolidar instituciones propias y afianzar su independencia. Hay, pues, un enorme trabajo a realizar que pudiera derivar, en la visión de Donald Trump, hasta una repetición aproximada de lo que fue para nosotros la guerra fría, sobre todo en el aspecto de provocar, auspiciar y sostener golpes de Estado sangrientos que procuren echar por tierra los esfuerzos emancipatorios y las nuevas instituciones para una nueva América Latina, que los países de esta parte del mundo se han aplicado tanto a organizar en los últimos años.
Hasta esos extremos parecería que podría llegar una presidencia en Estados Unidos en manos de Donald Trump. Ojalá no se materialice esa intención. Así lo esperamos todos, porque una regresión de esa naturaleza sería insoportable para todos.