Opinión
Ver día anteriorMiércoles 2 de septiembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

Retacería última

Q

uisiera ser cual la rama/ después del canto del pájaro/ que ha volado.// Verde temblando.

Muéstrate dispuesto a dialogar con el lenguaje que dialoga –o intenta dialogar– contigo.

Nunca se termina de conocer a otra persona. Más sabe uno incluso de uno mismo, menos se entera de en realidad quién es (siempre mayor, quizá infinito, lo ignorado, que lo presuntamente conocido). Una pequeña muestra de esa zona ignota busca el poeta traer de sus ya breves, ya dilatadas incursiones en lo que desconoce (al menos del lenguaje) de sí mismo.

Quiérase que no a cualquiera se le presenta el momento en que lo poético, esa sabiduría sin conocimiento, lo urja, lo requiera, lo anime gravemente de modo inesperado, y frágil a la vez sumamente lo vuelva.

¿El arte? Tiempo concentrado, habitado espacio.

No me preguntes cómo pasa el tiempo, escúchalo pasar –y detenerse a que lo escuches.

Las palabras de la poesía tienen para mí el peso de una rosa en las manos de un ciego.

Dice lo que imagina, no lo que piensa, pero eso es lo que sabe –y bien lo sabe–: imaginar.

Sólo la compañía necesaria, sólo la necesaria soledad.

Leer mejora la voz.

Si tu poema te expresa, pero no expresa, ¿qué?

Dicen: limitaciones; decimos: límites. Y en cada uno de esos límites hallamos francos puntos de apoyo.

Escucha lo que dicen las palabras que te quieren decir.

Su belleza fluía muy más que su palabra, decía más que su voz –y era bella su voz: es más, su voz hablaba, también, mejor que su palabra. Y su palabra, necesaria, ya no era necesaria.

Consejo para los que dan consejos: Si el rostro se le ilumina, bien; si la cara se le pone ceniza, mal.

Si encuentras la palabra poética en lo ordinario, no se te escapará en lo extraordinario.

No te remuerda el mal que hiciste, sino el no hacer por corregirlo.

Cuando los ojos oyen, los oídos ven y la lengua piensa, tienden en uno los reinos naturales a hacerse uno.