Opinión
Ver día anteriorJueves 3 de septiembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Crisis pública y ganancias privadas
D

e acuerdo con datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, la tasa de aumento de las utilidades de los bancos que operan en el país fue cinco veces superior al porcentaje de crecimiento de la economía nacional: entre enero y julio de este año, mientras las ganancias de las instituciones financieras se incrementaron 12.8 por ciento con respecto al mismo periodo de 2014, la economía nacional creció 2.4 por ciento con relación al primer semestre del año anterior.

El dato es revelador de un descontrol regulatorio en el sistema bancario nacional que permite, entre otras cosas, la imposición de cuotas y comisiones estratosféricas a los usuarios de sus servicios, las cuales persisten e incluso aumentan a pesar de los ciclos de recesión económica en los que se ve mermado el poder adquisitivo del conjunto de la población. Así, lejos de contribuir a la reactivación y a la recuperación, la banca privada que opera en México ayuda a que la economía permanezca lastrada y se erige, de esa forma, en un factor adicional de recesión.

Esta falta de correspondencia entre los resultados económicos del ramo financiero y los del resto de los sectores de la economía no se explica solamente como consecuencia de decisiones corporativas orientadas a convertir los periodos de desaceleración y recesión económicas en oportunidades de negocio. A ello se suma la adopción de medidas de política económica demasiado complacientes con las instituciones financieras que operan en el país, la mayoría de ellas filiales de grandes trasnacionales.

Un ejemplo claro de ello es la especulación febril que se ha desatado a raíz de la depreciación del peso frente al dólar y la consecuente subasta, mediante el sistema financiero, de grandes porciones de las reservas internacionales del Banco de México (unos 7 mil millones de dólares entre marzo y agosto de este año) a un precio inferior al que se encuentra en el mercado cambiario. Aunque el propósito declarado de esos remates sea estabilizar la paridad de nuestra divisa con respecto a la estadunidense, en los hechos los dólares subastados terminan absorbidos por grandes especuladores, sin que ello se vea reflejado en beneficios reales para la población ni en la contención de la pérdida de valor del peso.

Es razonable pensar que un porcentaje importante de las ganancias obtenidas por los bancos se debe a la rentabilidad de adquirir dólares baratos de las reservas y venderlos a precios de mercado en operaciones en línea o en las ventanillas de las sucursales.

En este escenario, al igual que ocurre con el cobro descontrolado de comisiones, no se ven por ningún lado el propósito gubernamental de preservar el bien común ni la disposición a regular la especulación financiera que tiene lugar a costa de los recursos de los mexicanos.

Es pertinente y necesario que esa situación se revierta y se emprendan medias concretas y aplicables a corto plazo para terminar con la situación de privilegio que disfrutan los bancos en el país. Lo anterior, además de constituir una medida de obvia necesidad en la actual coyuntura económica, representa una acción de justicia elemental para los millones de contribuyentes mexicanos que, a pesar de estar pagando el costo del rescate bancario zedillista, carecen hoy por hoy de servicios financieros accesibles y eficientes.