ahti, Finlandia. Esta ciudad finlandesa de poco más de 100 mil habitantes (novena por su tamaño en el país) es famosa por sus instituciones educativas, por sus actividades de diseño, por sus proyectos de desarrollo sustentable y, sobre todo, por dos temas musicales de importancia.
El primero es la Orquesta Sinfónica de Lahti, que de ser una buena orquesta provinciana pasó a ser un conjunto de fama mundial bajo la conducción de Osmo Vänskä. El segundo, la sala Sibelius, sede de la orquesta, que es una sala de conciertos de diseño espectacular y una acústica fuera de serie.
Fue en la sala Sibelius de Lahti que hace unos días se llevó a cabo uno de los hitos más importantes (si no el más importante) de la celebración en Finlandia de los 150 años del nacimiento de Jean Sibelius, el Festival Sibelius 150, cuya programación se articuló alrededor de seis espléndidos conciertos sinfónicos en los que se interpretaron las siete sinfonías del gran compositor finlandés, su Concierto para violín, la enorme sinfonía vocal Kullervo y sus más importantes poemas sinfónicos.
Este memorable banquete Sibelius estuvo a cargo de dos orquestas finlandesas y una orquesta inglesa, y los conciertos fueron dirigidos por cinco de los mejores directores de orquesta de Finlandia, con resultados de altísimo nivel en todos los rubros.
Un elemento fundamental del éxito de este ciclo de conciertos realizado en Lahti fue el hecho de que los cinco directores convocados pertenecen a tres generaciones distintas, tienen estilos diferentes de dirigir y todos conocen a fondo la música y el espíritu de Sibelius.
El primer concierto, con la Orquesta Filarmónica de Helsinki, estuvo a cargo de uno de los decanos de la dirección en Finlandia, Leif Segerstam, quien abrió el festival con una madura y bien calibrada construcción del arco dramático del poema sinfónico Tapiola, tejida sin prisa y con una sutil progresión hacia el impactante episodio de la tormenta, que fue expresado con la rudeza y la ferocidad necesarias. Segerstam coronó su Tapiola haciendo expansivo y duradero el luminoso acorde final de esta obra maestra.
Después, la soprano Anu Komsi cantó esa compleja e intensa joya del repertorio vocal de Sibelius que es Luonnotar, en la que negoció perfectamente los perfiles melódicos de una escritura armónicamente muy compleja y moderna. El rango dinámico de la soprano, amplísimo y de control total en cada instancia, con pianissimos de asombrosa estabilidad y afinación.
El concierto inaugural concluyó con una potente versión de las Cuatro leyendas del Kalevala, cuyo orden habitual fue inteligentemente cambiado por Segerstam, logrando una continuidad musical y narrativa tan inusual como eficaz. Muchos y variados colores a lo largo de la suite, y una lectura fogosamente épica y aventurera de la última de las leyendas, fueron las cualidades más destacadas de la versión de Segerstam.
El segundo concierto del Festival Sibelius 150 de Lahti fue como una tormenta musical perfecta. Osmo Vänskä regresó a dirigir, ahora como huésped, a la que fue su orquesta durante 20 años, la Sinfónica de Lahti, y fue recibido por los músicos y el público con emotiva calidez.
Vänskä respondió con una ejecución muy pulida del poco conocido poema sinfónico La ninfa del bosque, llevando a la orquesta con mano muy firme por un trayecto que incluyó lo épico, lo misterioso y lo fantástico, y en el cual el director creó una variada paleta de colores y estados de ánimo. Después, una luminosa versión de la Tercera sinfonía de Sibelius, con logros particularmente destacados en el evocativo movimiento lento. En la Cuarta sinfonía, Vänskä estableció con potencia y severidad el oscuro drama con que se inicia la obra, y sobre este cimiento logró impecablemente la difícil tarea de ensamblar con lógica y nitidez una obra de estructura poco convencional, que por momentos parece estar diseñada a partir de trozos inconclusos o interrumpidos.
Observar en vivo el trabajo de Vänskä y la Sinfónica de Lahti me permitió entender con claridad el sustento del sólido prestigio que director y orquesta se ganaron a pulso, un prestigio que incluye varios importantes premios internacionales por sus grabaciones de la música de Jean Sibelius.