a otra encíclica se inicia con un preámbulo que de forma resumida dice: “Nuestro planeta ha existido durante miles de millones de años y el cambio climático en sí no es nuevo. El clima de la Tierra ha pasado por periodos húmedos y secos, fríos y calientes, en respuesta a muchos factores naturales. La mayoría de estos cambios han sido graduales, por lo que las formas y las comunidades de vida pudieron evolucionar con ellos (...) El cambio climático en el pasado provocó las inmensas reservas de combustibles fósiles que hoy, irónicamente, con un uso imprudente y miope de estos recursos, está dando lugar a la destrucción de las condiciones que han hecho posible nuestra vida en la Tierra (...)
“Por otra parte, el cambio climático actual es inducido por el hombre, convertido en una fuerza dominante de la naturaleza (…) ¿Qué dirán las futuras generaciones de nosotros que como legado les dejamos un planeta degradado? (...)
“En el breve periodo transcurrido desde la Revolución Industrial hasta ahora, los humanos hemos consumido gran parte de los recursos no renovables que tardaron 250 millones de años en generarse, todo en nombre del desarrollo económico y el progreso humano. Observamos con alarma los efectos combinados de un aumento del consumo per cápita (…), observamos con alarma la lucha multinacional que ahora tiene lugar para conseguir más depósitos de combustibles fósiles bajo las capas de hielo en las regiones árticas. Estamos acelerando nuestra propia destrucción (...)
“A pesar de las numerosas conferencias que han tenido lugar para tratar de abordar esta problemática, el estado general de la Tierra se ha deteriorado de manera constante (…) Es alarmante que, a pesar de todas las advertencias y predicciones, el sucesor del Protocolo de Kyoto, que debería haber estado en vigor en 2012, se haya retrasado. Es esencial que todos los países, especialmente los más desarrollados, intensifiquen sus esfuerzos y adopten un enfoque proactivo necesario para detener y finalmente revertir el daño que se está haciendo.”
La otra encíclica continua afirmando: “Nosotros no somos los creadores de los cielos y la Tierra (…) La catástrofe del cambio climático es el resultado de la alteración humana del equilibrio de la Tierra debido a nuestra incesante búsqueda del crecimiento económico (…) Reconocemos que no somos más que una minúscula parte del orden divino pero, dentro de este orden, somos seres excepcionalmente potentes (…) y nos corresponde tratar todas las cosas con cuidado y reverencia (…) La creación de los cielos y la Tierra es mucho más grande que la creación de la humanidad pero la mayoría de la humanidad, no lo sabe”.
Y esta otra encíclica, elaborada de cara a la crucial Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático a celebrar este próximo otoño y que debe desembocar en un nuevo acuerdo internacional para mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC, después de un llamado al compromiso de todas las gentes del planeta, al sector empresarial, a las naciones donde habitamos y a los líderes que las gobiernan, pidiendo también las contribuciones de las otras religiones de nuestra civilización, cierra con una cita del libro sagrado de su comunidad.
Y no vayas por la Tierra con arrogancia. En verdad, tú no puedes atravesar la Tierra ni alcanzar la altura de las montañas.
Corán 17: 37
Después de la información y valoración volcada sobre la encíclica Laudato si del papa Francisco, vale la pena referirnos también al reciente simposio donde, durante este mes de agosto, en Estambul, un grupo de académicos y académicas han elaborado la Declaración islámica sobre el cambio climático.
* Autor de No vamos a tragar y Mucha gente pequeña