el total de agua que hay en el planeta, 3 por ciento es agua dulce. Una buena parte corresponde a los casquetes polares y 0.5 por ciento está disponible, aunque hasta ahora sólo se utiliza 0.003 por ciento.
El agua dulce del planeta la emplean 7 mil 200 millones de personas y una cantidad de seres vivos que no se ha determinado, pero que también consumen agua dulce.
La población humana se concentra cada vez más en las ciudades que en el campo. Y en las urbes se distribuye de manera que no es equitativa. Los cinturones e islas de pobreza carecen de agua y tienen que transportarla desde grandes distancias o pagar pipas de agua potable para tenerla.
La utilización del agua está directamente relacionada con el consumo de energía.
Las grandes centrales de energía emplean agua, ya sean centrales hidroeléctricas, geotérmicas, nucleares o termoeléctricas. Las fuentes renovables de energía, como son la solar, la eólica y la biomasa, no emplean agua, lo cual representa una ventaja.
Así que para generar energía, en muchos casos necesitamos agua y también para tener el líquido necesitamos energía. Energía y agua están íntimamente ligados.
Pero es un hecho que 7 mil 200 millones de personas emplean una cantidad fija de litros de agua diariamente, en lo que se denomina la huella hídrica, es decir, el consumo individual de una persona, que puede calcularse, simple y sencillamente consultando en Internet la palabra: huella hídrica. Aquí nos sorprenderemos al ver que comer carne representa un gran consumo de agua.
Cada vez consumen agua un mayor número de personas y la industria también emplea grandes cantidades del vital líquido. Pero qué hace un ciudadano común para disminuir ese consumo.
Algunas medidas que se han recomendado son: emplear excusados que utilicen menos litros de agua (tres o seis litros, para orina o caca, respectivamente) y lo mejor es emplear excusados secos (pero en las ciudades es difícil utilizarlos), poner una cubeta en la regadera mientras se calienta el agua, y después emplearla para una recarga del excusado y emplear llaves de válvula infrarroja que se abren durante pocos segundos. Estas medidas que se aplican en instituciones responsables del consumo de agua, deberían ser una ley para la población en general y no una recomendación, como la que hacemos aquí.
Recientemente el Instituto de Energías Renovables de la UNAM, con sede en Temixco, Morelos, ha publicado el fascículo Biofiltros, de Jesús Antonio del Río Portilla, María Abdelaly Rivera Gómez, Iris Santos González y Alfredo Quiroz Ruiz, que forma parte de la Colección Sello de Arena. ¡Hazlo tú!, editado por el Instituto de Energías Renovables de la UNAM y Editorial Terracota, en el que se propone construir un biofiltro para reutilizar las llamadas aguas grises o jabonosas, es decir, las aguas que se emplean en el baño y la cocina.
Un biofiltro es un sistema que imita a los humedales, en el cual se filtra el agua a través de diferentes capas de piedras permeables, como el tezontle, y que se colocan plantas acuáticas que absorben los contaminantes, como son el papiro o en buchón de agua.
Con este sistema se pueden reutilizar las aguas jabonosas para regar las plantas o ¿por qué no?, rellenar el excusado. Y se gasta menos agua, lo cual se verá reflejado en nuestro consumo bimestral.
Algunos biofiltros artificiales son arrozales, estanques de peces, embalses y las salinas.
Así como hay biofiltros del agua, también los hay de gases, que se emplean para evitar olores desagradables en las ciudades o biofiltros del sólidos que se utilizan para lo que se denomina la biorremediación de suelos contaminados por hidrocarburos. Los biofiltros de agua emplean plantas y piedras permeables para filtrar el agua y eliminar los microorganismos contaminantes. Imitar a la naturaleza para protegerla nos puede ayudar.
* Instituto de Energías Renovables, UNAM, Temixco, Morelos.