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Los santos transgresores: Jesús Malverde
E

n los mismos años de la santa de Cabora, pero en el noroeste de la geografía fronteriza, vivió y murió Jesús Malverde, cuya fama de milagroso comenzó después de su muerte y se hizo realmente popular décadas más tarde. La figura de Jesús Malverde evoca, dice Arturo Lizárraga, la de Heraclio Bernal, bandolero social sinaloense asesinado en la época del porfiriato, entre otras: Jesús Arriaga (Chucho el Roto), Santañón, etcétera. Así, Malverde es el prototipo del bandolero social que, desde muy joven y durante años, se dedicó a robar a los ricos de los alrededores de Culiacán, para ayudar a los pobres, a los desposeídos. La tradición popular cuenta que en una ocasión fue herido en una mano y la policía empezó a buscar a una persona que estuviera vendada. A los pocos días, muchos hombres se paseaban por las calles con la mano vendada como una manera de proteger la fuga del bandolero.

Se supone que murió en 1909, todavía durante el porfiriato. El gobernador prohibió que fuera incinerado o sepultado en el cementerio, por lo cual su cadáver permaneció tirado en el lugar donde había muerto. La gente, ante el cadáver en descomposición, comenzó a poner piedras que muy pronto se convirtieron en un montículo asociado a una flamante devoción. Otras versiones señalan que el cadáver permaneció colgado de un mezquite porque nadie se atrevía a bajarlo por miedo al gobernador. Finalmente, después de un tiempo un arriero que pasaba por el lugar lo hizo y sepultó los restos mortales, no sin antes pedirle a su espíritu que le permitiera encontrar unas mulas que tenía perdidas. Las encontró y este fue quien comenzó a difundir el culto.

Los restos de Malverde, indicados por una cruz, estuvieron durante muchos años enterrados en el monte, cerca de la estación del ferrocarril. Mujeres de la vida galante, estibadores y cargadores de la estación del tren, que quedaba cerca, comenzaron a llevarle veladoras pero también piedras traídas ex profeso de sus lugares de origen. La urbanización de la zona, en la década de 1970, llevó a la destrucción de la tumba de Malverde, lo que contribuyó a que se hablara más de él, hubiera protestas y plantones e incluso accidentes en las máquinas y a los trabajadores de la obra. La protesta atrajo la atención de la prensa y se asoció a la Operación Cóndor, que en ese mismo tiempo asolaba el campo sinaloense en busca de mariguana y amapola. Los restos fueron trasladados a un estacionamiento donde se construyó una capilla en la que, se supone, permanecen hasta la fecha.

En principio, se trataba de un culto muy local asociado a transgresores y trabajadores pobres y de milagros asociados a solicitudes tradicionales: la curación de enfermedades, la obtención de buenas cosechas, con una forma peculiar de solicitar el milagro: había que llevarle una piedra al pedir el favor y tomar una –en calidad de amuleto– de las que estaban en la capilla hasta que se cumpliera el milagro. En ese momento, se devolvía la piedra junto con flores, música o veladoras.

Con los años, Jesús Malverde se especializó y afirmó como imagen protectora y milagrosa de migrantes potenciales a Estados Unidos, delincuentes y de narcotraficantes –de grande y pequeña envergadura–, que es la que lo ha hecho cada vez más popular en años recientes. La devoción a Malverde está muy asociada también a sus apariciones: los que lo han visto hablan de un hombre vestido de negro y montado a caballo. Está relacionada también al castigo: los que no creen en él, reniegan de su intercesión o se burlan de los adeptos sufren accidentes o les regresan los males. Malverde recupera el aspecto castigador que está muy presente en algunas imágenes tradicionales y se ha asociado cada vez más como devoción de los transgresores con formas de expresión y estéticas contestatarias: armas, música, dinero. A la capilla de Malverde no acuden peregrinaciones aunque tiene algunas fechas especiales como el día de su nacimiento y de su muerte. Más bien es visitado todos los días durante las 24 horas por gente de Sinaloa y mexicanos que viven o han estado en Estados Unidos, quienes acuden a encomendarse, pedirle y agradecerle favores. También sus celebraciones son peculiares: además de quemar castillos, “música de tambora o grupos de música norteña no para de sonar en toda la noche, mientras que se consumen litros de cerveza y whisky Buchanan’s.

Como Juan Soldado en Tijuana y el Tiradito, en Tucson, Malverde forma parte de un peculiar escenario de la religiosidad popular fronteriza, que sincretiza muchos elementos de la religiosidad popular católica, pero que se distancia por su condición de transgresores que ganan fama y celebridad después de muertos.