Como en una comuna, jóvenes indígenas de Chiapas que migraron a la ciudad de México sobreviven en condiciones de hacinamiento y extrema pobreza dentro de un viejo edificio que se cae a pedazos, en la ajetreada zona de La Merced.

Divididos conforme a la comunidad de la que provienen, la mayoría de la zona aledaña a San Cristóbal de Las Casas, se acomodan en grupos hasta de 26 personas en sombríos departamentos con paredes derruidas, vidrios rotos, cables de luz desprendidos, instalaciones hidráulicas inservibles y, en algunos casos, pisos de madera que amenazan con hundirse.

Los cuartos son reservados para los que viven en familia con sus pequeños, mientras los solteros duermen apilados, uno junto al otro, en el piso raso. Esta es la única manera que han encontrado para solventar los gastos de la renta que, de acuerdo con el tamaño del departamento, va de 4 mil a 5 mil pesos.

Bajo amenazas

Sus sueldos son apenas de subsistencia. Algunos se emplean de chalanes en tortillerías, en puestos de quesadillas o en cualquier negocio de La Merced. Otros son cargadores que por cada contenedor de mercancía china que vacían reciben 100 pesos. Cuando nos va bien logramos descargar cuatro o cinco a la semana, contó Patricio Gómez, de 27 años.

Sus apuros económicos son desdeñados por Susana Vázquez Mural, quien se hace pasar por representante del dueño, y amenaza con sacarlos a la calle o llevarlos al Ministerio Público ante cualquier atraso en el pago.

Carmen Guzmán, quien apoya a esta comunidad indígena, aseguró que nadie ha podido acreditar la propiedad del edificio, ubicado sobre la avenida Circunvalación, a unos pasos del mercado de La Merced, pero desde hace varios años esta persona cobra puntualmente las rentas sin dar ningún recibo, lo que ha imposibilitado que los inquilinos tramiten su credencial de elector.

El otro día, el Metrobús atropelló a un joven, nadie sabía de su paradero, días después lo encontraron en la morgue, donde esperaron a que alguien lo reclamara porque su identificación traía la dirección de Chiapas, relató.

Como parte de sus estrategias de intimidación, Vázquez Mural les hace llegar escritos a mano, sin membrete ni sello, de supuestas denuncias ante el Ministerio Público, que atemorizan a los indígenas.

Nos da tristeza cómo nos tratan, pero allá en Tenejapa sólo hay frijoles, tortillas y quelites, cuando hay. Está muy bonito, pero no hay dinero, expresó Alicia Girón, al señalar que todos hablan tzeltal, pero acá en la ciudad de México para sobrevivir han tenido que aprender español a la fuerza.