Los 43 de Iguala, investigación de Sergio González Rodríguez
Hasta ahora ha triunfado en el país el modelo de manipulación
Reflexiona sobre la pérdida de sentido social de las normales rurales
Sábado 26 de septiembre de 2015, p. 5
Lo que sucedió aquella noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, cuando decenas de estudiantes mexicanos fueron atacados y desaparecidos por policías y criminales, no ocurrió en un confín lejano del país, es importante ver esa tragedia como algo que sucedió en nuestro entorno personal, familiar y comunitario
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Así abre la charla el periodista y escritor Sergio González Rodríguez (DF, 1950), a propósito de la publicación de su libro Los 43 de Iguala. México: verdad y reto de los estudiantes desaparecidos (Anagrama), en el cual presenta una minuciosa investigación periodística acerca de uno de los episodios recientes más dolorosos de nuestro país.
Se trata de un suceso, explica el autor en entrevista con La Jornada, que al igual que otros de su tipo ocurren como una suerte de intimidación social
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Hechos atroces como los de Iguala o los crímenes de la colonia Narvarte pretenden dar mensajes entre líneas, “los cuales dicen: ‘tengan cuidado’, ‘no se metan en problemas’, ‘miren lo que les puede pasar’.
Pero parte del trabajo periodístico es apoyarnos gremialmente. Por eso, agradezco a los colegas que han investigado el tema, porque me es muy útil su trabajo, siempre los menciono y doy las fuentes. Ahora más que nunca tenemos que estar muy unidos en esta configuración política que se está dando en el país.
A González Rodríguez, quien siempre ha investigado y difundido sobre temas de violencia, en algún tiempo se le consideró una voz que clamaba en el desierto: “Me decían: ‘tú no eres de Ciudad Juárez, ¿por qué tienes qué estar ahí metido?’, cuando estamos viendo que lo que aconteció y acontece allá se iba a extender a todo el país. Por desgracia sucedió, lo estamos viendo.
Por eso uno debe ser muy claro. No hay que olvidar que México es un país de jóvenes, muchos no vivieron las cosas que mi generación, su registro es limitado en la medida que no tienen información de vida. El compromiso de un periodista, por tanto, debe ser proporcionar la mejor información posible, lo más amplio, lo más diversificado, para que los jóvenes se hagan un juicio por sí mismos.
Entre otras vertientes, en su libro, González Rodríguez propone una reflexión en torno al porqué se perdió el sentido social que tenían las escuelas normales rurales.
La pobreza, la marginación, la desigualdad, la falta de atención de políticas públicas, la corrupción infinita van minando a las comunidades, y de pronto se les incrimina, y se dice que los normalistas son una bola de revoltosos. Sí, pero ¿de dónde vienen?, ¿por qué lo hicieron?
El periodista también pone sobre la balanza la participación de Estados Unidos, lo cual “es muy grave y tiende a olvidarse. Todo mundo dice: ‘No menciones a la CIA o al departamento de Estado’. ‘No te metas en problemas’. Pero hemos visto la injerencia de Estados Unidos por la falta de cuidado a la soberanía del país de políticos-negociadores-empresarios; basta mirar lo que ha acontecido después del TLC: una guerra contra el narcotráfico que nos tiene discutiendo todavía cuántos ejecutados hubo, cuestión que las autoridades aún son incapaces de resolver”.
Todas las atrocidades, propone el escritor, se pueden combatir con un conocimiento más amplio; es decir, recuperar el modelo de información que forme e informe a las personas, pues hasta ahora ha triunfado el modelo de control, de manipulación, de gestión de riesgos, de mentiras, de simulaciones, de versiones oficiales o históricas que no se sostienen, infundadas, llenas de lagunas, ante una sociedad que sigue preguntándose qué está pasando en este país
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Sobre todo, insiste Sergio González, “tenemos que honrar la memoria de los desaparecidos, de los ejecutados, secuestrados, de las víctimas de violencia, de crueldad, de tortura.Por eso, cuando escribo, trato de establecer un nivel más allá de lo emotivo, para procurar esta esperanza de cambio que viene justamente de la desolación, pero que nos permite estar todos los días en esta difícil tarea.
El miedo sirve para dos cosas: para la parálisis e inactividad, o para ir más adelante a buscar formas para no tener miedo, apoyarse y comprender a los demás. Conforme se avanza de esta última manera, el miedo desaparece de su dominio paralizante para convertirse en un medio de creatividad, de alternativas políticas y personales. Este país cambiará para bien, pero hay que trabajar mucho y va a llevar tiempo
, concluyó.