ocos hubieran imaginado que Trump repuntara en las encuestas de opinión después de sus groseras declaraciones en contra de los migrantes, las mujeres y la comunidad gay. La realidad dio un mentís a quienes así lo creyeron. Unos días después apareció nuevamente encabezando la lista de preferencias entre un amplio grupo de electores. Más aún, el médico cirujano Ben Carson, quien estaba en último lugar en esa lista, ascendió a los primeros lugares después de declarar la inconveniencia de que un musulmán llegara a la presidencia de Estados Unidos.
La conclusión es más o menos clara: en el país que, al menos declarativamente, pretende dar cobijo a cualquier ser humano sin importar su raza, color o religión, hay muchos que no comulgan con esas ideas. Por ello, no es raro que los otros precandidatos del mismo partido también pontifiquen sobre la necesidad de levantar muros para evitar la entrada de infieles a la tierra prometida.
Lo que en principio pareció ser un recurso barato para ganar adeptos, se ha convertido en una especie de mantra entre los precandidatos republicanos. El problema de fondo es que ha tenido un efecto catártico en millones de personas que han encontrado un motivo para ventilar su mal disimulada xenofobia y para mostrar la cara oculta que la nación se ha empeñado en cambiar durante años.
Del fondo de las catacumbas emergen estos seres que las han habitado durante los pasados 70 años y que se niegan a admitir los cambios sociales operados en ese tiempo.
No está por demás repetir que con su actitud irresponsable han destapado una caja de pandora que tarde o temprano pudiera tener consecuencias indeseables en las ya de por sí tensas relaciones que a diario se viven entre diversos sectores de la sociedad.
Entre los meses de febrero y junio de 2016 se celebrarán las elecciones primarias, de las que saldrá el candidato a la presidencia. Son muchos meses en los que cada uno de los precandidatos hará todo lo posible por demostrar ser el más radical e intransigentemente conservador. En esa carrera, el blanco de sus ataques no serán solamente el presidente Obama y los precandidatos demócratas. Como se advierte por sus declaraciones de las pasadas semanas, también estarán las minorías étnicas, las sexuales y las de religiones no cristianas.
Sin embargo, también hay tiempo para que la cordura, que prevalece en otros grupos de la sociedad, se sobreponga a esta ola de desencuentros, y den la espalda a estas groseras manifestaciones políticas.
En este contexto de violencia verbal, no deja de ser lamentable que ningún miembro del Congreso o alguno de los precandidatos haya manifestado su indignación por el asesinato de 10 estudiantes en una universidad del estado de Oregon. El joven que perpetró esta matanza literalmente poseía un arsenal en su vivienda. Se vuelve a imponer el silencio criminal de quienes insisten en el derecho a poseer todo tipo de armas, que en última instancia beneficia a la industria armamentista y a quienes la apoyan dentro y fuera del Congreso estadunidense.