ólo para que mis eventuales lectores lo tengan presente, a la UNAM acuden algo más de 340 mil estudiantes, entre licenciatura, posgrado, y bachillerato. Trabajan en ella cerca de 40 mil académicos de diversos niveles que dirigen 115 programas de licenciatura, 33 programas técnicos y 41 programas de posgrado. Pero la UNAM es mucho más que eso, que ya es mucho. Tiene una Coordinación de Difusión Cultural de dimensión equivalente a la de un ministerio de cultura; la UNAM custodia la Biblioteca Nacional, la Hemeroteca Nacional, y una enorme cineteca y fototeca nacionales; es la mayor editorial que publica en castellano; posee una estación de radio de gran tradición, y un canal de televisión. Posee varias orquestas sinfónicas, entre ellas la segunda mayor del país, y posee el Sismológico Nacional. Cuenta también con un tesoro que son los buques de investigación oceanográfica.
Sus mayores polos recientes de desarrollo están en Ensenada, Baja California, con el Centro de Nanociencias y Nanotecnología, la Unidad Académica Ensenada, y el Observatorio Astronómico Nacional en San Pedro Mártir; en Puebla, el Observatorio Astronómico de Tonanzintla; en Morelos el Centro de Ciencias Genómicas, el Instituto de Biotecnología, el Instituto de Ciencias Físicas y el Instituto de Energías Renovables. En Juriquilla se ubican el Centro de Geofísica Aplicada y Tecnología Avanzada, el Centro de Geociencias, el Instituto de Neurobiología y el Laboratorio de Investigación en Procesos Avanzados de Tratamiento de Aguas. En Morelia, el Centro de Investigaciones en Ecosistemas, el Centro de Radioastronomía y Astrofísica y el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental. En Jalisco, la Estación de Investigación, Experimentación y Difusión Chamela; en Veracruz, la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas y la Estación Tuxpan (Coordinación de Plataformas Oceanográficas). En Hermosillo, el Instituto de Ecología tiene una Unidad Académica, y el Instituto de Geología la Estación Regional del Noroeste. El Instituto de Matemáticas tiene una Unidad Académica en Morelia, Michoacán, y otra en Cuernavaca, Morelos. En Yucatán, la UNAM tiene una Unidad Académica en Sisal; más las llamadas Estación Mazatlán, en Sinaloa; la Estación Puerto Morelos en Quntana Roo, y la Estación Administrativa de Ciudad del Carmen, en Campeche.
Es muy probable que no estén todas las instalaciones académicas que son, pero se da una idea: la UNAM es un mundo. Es seguro que muy pocos mexicanos estén enterados de la magnitud, no se diga de las instalaciones de la mayor institución educativa del país, sino de la magnitud de saberes que en la institución se cultivan.
Se le ha criticado su magnitud. Pero existen sistemas de administración y gestión complejas que en la UNAM se aplican por una pirámide de responsables que la hacen funcionar. El Ejecutivo es una organización considerablemente mayor, no se diga el Ejecutivo de Estados Unidos, y ahí se aplican los sistemas aludidos. Ciertamente pueden señalarse aquí y allá fallas y problemas no atendidos con suficiencia y eficacia. Por esa razón la supervisión eficiente es en estos casos una necesidad.
La gran dimensión de la UNAM no ha sido un capricho de ella misma. Ha nacido de las demandas social y gubernamental. Ha nacido de las grandes brechas de calidad entre la UNAM y otros centros universitarios. Ha nacido de no haber creado, oportunamente, otras universidades nacionales. Argentina tiene 53 universidades nacionales, aunque ciertamente sobresale notablemente la Universidad de Buenos Aires, todo para una población de 41.4 millones de habitantes.
Este año la UNAM requirió algo más de 37 mil millones de pesos para gestionar y desarrollar sus vastísimas tareas. Ciertamente la vastedad de sus tareas justifica esos recursos, que le son indispensables.
Se ha criticado el método de la elección de su rector. Pero siempre se lo hace mirando cuántas personas viven en la UNAM –“y al rector lo eligen 15 ‘notables’”–, sin detenerse a mirar lo que ocurre en las IES que tienen voto universal, por ejemplo; cuántas de las que han asumido tal vía de designación han debido dar marcha atrás; y ciertamente no se critica a la luz de la historia efectiva de la propia UNAM el hecho de que ya experimentó el método de una republiquita –como si existieran ciudadanos unamitas–, cómo fue resuelta una crisis política permanente en los años veinte, treinta y cuarenta del siglo pasado.
Esto no significa que la forma en que resuelve la UNAM la sucesión de su principal responsable sea perfecta. Pero es del todo anacrónico criticarla precisamente cuando tiene lugar el proceso de renovación. Esto hay que hacerlo responsable y racionalmente de manera oportuna.
Y ciertamente, la UNAM debiera hacer su renovación de cara a un diagnóstico minucioso de su estado de cosas en todos sus rincones, que conozcan con tiempo todos los universitarios. Hoy nuevamente sabemos lo que los aspirantes proponen para el futuro. Vemos hacia adelante, sin haber evaluado el pasado reciente y lejano, y escudriñado el futuro del conocimiento, que vuela en el mundo, cambiando todo el tiempo las formas de organización del trabajo académico, los contenidos de los aprendizajes que debe generar (que es distinto a las enseñanzas que ahora imparte
), el necesario avance en la multidisciplina y la interdisciplina, el poner el conocimiento siempre en el contexto complejo que es la realidad del mundo, a la hora de tomar decisiones sobre la organización y gestión del conocimiento.